Arquitectura, Escultura, Pintura

La aventura modernista en el Museo de Bellas Artes de Sevilla

marzo 20, 2009

La aventura modernista en el Bellas Artes de Sevilla

La muestra «La aventura modernista», organizada por La Caixa, transporta a uno de los periodos más fértiles de la cultura, exponente de los refinados gustos burgueses
Una enorme fotografía de La Pedrera recibe al visitante en la que es la primera gran exposición de arte modernista en Sevilla.

Con esta imagen, que reproduce el monumento civil más importante de Antonio Gaudí, y sede de La Caixa desde hace 22 años, se da la bienvenida a la cuidada selección de 50 obras de los fondos del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), entre pinturas, esculturas, dibujos, carteles y elementos decorativos, que componen la exposición.

La aventura modernista, que está organizada por la Obra Social de la entidad catalana, llega a Sevilla para visitar después Cartagena y Zaragoza, aunque hay otros lugares que se están estudiando.
La muestra contiene piezas de los más destacados nombres de este movimiento, como Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Isidre Nonell y los hermanos Llimona, así como esculturas de Pablo Gargallo y una reja de la Casa Milá diseñada por Gaudí.

La cronología de las piezas se sitúa entre 1891, el año en que Casas y Rusiñol expusieron en la Sala Parés de Barcelona, y 1911, con las proclamas de Eugeni D’ors del retorno al clacisismo. Esta panorámica refleja el trabajo de unos artistas que llevaron al arte catalán a uno de sus momentos de mayor esplendor y que puede competir con el de los impresionistas franceses, según Alex Susanna, director cultural de la Obra Social de Caixa Catalunya.

Estas obras no sólo son interesantes por su calidad estética, sino por ser reflejo de la firme voluntad de estos artistas de transformar el arte a través de una modernidad que llega con el cambio de siglo, y que se desarrolla en sintonía con el arte internacional del momento: desde el cosmopolitismo y la modernidad impresionista, pasando por el simbolismo y la asimilación del expresionismo, sin olvidar el verdadero motor de la difusión del modernismo, las artes decorativas, que invadieron los espacios de la vida cotidiana de la burguesía catalana a través de objetos de gran belleza.

No en vano, fue esta corriente estética -que arranca con el Art Nouveau, que se extendió desde París al resto de Europa- «la que mejor se adaptó» a las preferencias que en esos momentos demostraban las clases burguesas y más pudientes», según Torres.
La muestra podrá visitarse hasta el 31 de mayo en el Museo de Bellas Artes.
Plaza del Museo. Sevilla.

 

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