Relatos Breves

P. Coelho: De el guerrero de la luz

agosto 8, 2008

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Por qué amamos a los hombres

Una amiga mía, Julia, me envió un texto sobre el tema de este artículo. Cuando quise entrar en contacto con ella para saber si era de su autoría, ella ya había viajado y no sé exactamente cuándo va a regresar.

Busqué en Internet y ¿saben lo que descubrí? ¡Que existen varios grupos de discusión sobre el asunto! Lo que quiere decir que las mujeres de hoy están buscando razones para enamorarse de personas del otro sexo. Desde mi condición de hombre, que está de acuerdo con algunas de estas razones, he realizado una lista basada en lo que leí:

Amamos a los hombres porque no consiguen fingir un orgasmo, aunque quieran.

Porque jamás nos van a entender, y aun así lo siguen intentando.

Porque todavía nos encuentran atractivas cuando nosotras mismas ya no conseguimos creérnoslo.

Porque saben de ecuaciones, de política, de matemáticas, de economía, pero no saben nada del corazón femenino.

Porque son amantes que sólo descansan cuando alcanzamos (o fingimos) placer.

Porque han conseguido elevar el deporte a algo parecido a una religión.

Porque nunca les da miedo la oscuridad.

Porque se empeñan en arreglar cosas con problemas que están más allá de sus habilidades, y se dedican a ello con entusiasmo adolescente, y se desesperan cuando no lo consiguen.

Porque son como las granadas: la mayor parte es imposible de digerir, pero las semillas son deliciosas.

Porque jamás se paran a considerar lo que pensará el vecino.

Porque siempre sabemos lo que están pensando, y cuando abren la boca dicen exactamente lo que imaginábamos.

Porque jamás les pasó por la cabeza martirizarse con tacones altos.

Porque les encanta explorar nuestro cuerpo, y conquistar nuestra alma.

Porque una chiquilla de 14 años puede dejarlos sin argumentos, y una mujer de 25 consigue domarlos sin mucho esfuerzo.

Porque siempre les atraen los extremos: opulentos o ascéticos, guerreros o monjes, artistas o generales.

Porque son capaces de hacer cualquier cosa por esconder su fragilidad.

Porque el mayor miedo de un hombre es no ser un hombre -lo cual nunca le pasaría a una mujer por la mente (no ser una mujer).

Porque siempre se terminan toda la comida del plato, y no se sienten culpables por ello.

Porque les parecen interesantísimos ciertos temas sin gracia ninguna, como lo que les ocurrió en el trabajo, o las características de los coches.

Porque están dotados de hombros en los que conseguimos dormir sin mucho esfuerzo.

Porque están en paz con sus cuerpos, a excepción de pequeñas e insignificantes preocupaciones con la calvicie y la obesidad.

Porque son asombrosamente valientes ante los insectos.

Porque nunca mienten sobre su edad.

Porque a pesar de todo lo que intentan demostrar, no consiguen vivir sin una mujer.

Porque cuando a uno de ellos le decimos «te quiero», siempre pide que le detallemos cuánto.

Kristen, una lectora, afirma que no sabemos absolutamente nada sobre la naturaleza femenina, y elabora la lista que viene a continuación:

1 – Nosotras, las mujeres, ya nacemos detectives. A nuestros ojos, todos los hombres son sospechosos, y sus aventuras acabarán siendo descubiertas; es sólo cuestión de tiempo.

2 – Aunque no estemos enamoradas de ti, escuchar un «te quiero» es siempre un bálsamo para nuestras almas. Y si no nos lo dices, nos vamos a dar cuenta y nos pondremos tristes.

3 – Nos pasa lo mismo con «¡qué guapa estás!». Se tarda menos de dos segundos en pronunciar estas tres palabras mágicas, capaces de transformar nuestras pesadillas en verdaderos cuentos de hadas.

4 – Si te preguntamos qué ropa nos ponemos, no te enfades si al final decidimos vestirnos justo con lo opuesto de lo que elegiste: forma parte de nuestra naturaleza.

5 – En una fiesta, somos capaces de escanear el salón en menos de un minuto, y saber quién nos interesa. Estate atento.

6 – Pensamos en sexo con la misma compulsión que los hombres, si no más. La única diferencia es que no lo demostramos.

7 – Si, nada más conocernos, nos invitas a cenar y no aceptamos inmediatamente, no te preocupes; es que necesitamos unos días para perder los kilos sobrantes que, según creemos, nos arruinan constantemente las vidas.

8 – Las mujeres siempre se acuerdan de todo. Si preguntas cuándo nos conocimos, ninguna de nostras va a decir: «En una fiesta», sino: «fue un martes, justo después de una cena en la que nos sirvieron ensalada y un guiso de pollo, tú llevabas chaqueta negra y tus zapatos eran de la marca tal, etc.»

9 – Por mucho amor que seamos capaces de dar, hay siete días en los que preferimos estar lejos de todo y de todos. En esos casos, tienes dos opciones: atarte a un poste y esperar a que pase la tempestad, o correr a la joyería más cercana y comprarnos un regalo. Recomendamos la segunda opción.

10 – Tenemos el mismo poder de raciocinio que los hombres, pero es mejor que no lo notes, o empezarás a sentirte inseguro. Las mujeres que lo dejaron demasiado claro acabaron solas.

11 – Nos encanta cualquier tipo de pelo en el cuerpo masculino, aunque la depilación sea nuestra tortura favorita.

12 – Detestamos hacer el amor cuando no tenemos ganas, pero lo haremos de todas formas, y tú no te darás ni cuenta.

13 – Juega con nuestros animales domésticos y con nuestros niños, y jugaremos contigo. Ignóralos, y nosotras te ignoraremos a ti también.

14 – Las mujeres disponen de una visión de rayos X. Podemos mirar hacia unos ojos negros y duros, y descubrir al niño que hay en el fondo, y podemos también fijarnos en unos angelicales ojos azules, y encontrar al demonio que se esconde tras ellos. Sabemos cuándo un hombre finge que duerme de cansancio, o (lo que es aún más evidente), cuándo finge no estar durmiendo con otra persona.

15 – No todas las mujeres quieren casarse y tener hijos. Muchas sólo desean orgasmos y animales domésticos.

16 – La delicadeza, cuando es genuina, es capaz de derretir nuestros empedernidos corazones.

17 – Si tenemos que discutir algo contigo, no quieras darnos la solución: nosotras ya la tenemos. Se trata apenas de un pretexto para evitar que la relación se convierta en algo aburrido.

Paulo Coelho

En:  «El guerrero de la luz»

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  • Reply Triana agosto 13, 2008 at 2:18 am

    El camino del tiro con arco

    La importancia de repetir lo mismo
    Una acción es un pensamiento que se manifiesta.
    Un pequeño gesto nos denuncia, de modo que tenemos que perfeccionar todo, pensar en los detalles, aprender la técnica de tal manera que se vuelva intuitiva. La intuición no tiene nada que ver con la rutina, sino con un estado espiritual que está más allá de la técnica.
    Así, tras mucho practicar, ya no tenemos que pensar en todos los movimientos necesarios, pues éstos pasan a formar parte de nuestra propia existencia. Pero para eso, hay que entrenar, repetir.
    Y por si no fuera suficiente, hay que repetir y entrenar.
    Observa a un buen herrero trabajando el acero. Para un observador profano en la materia, está repitiendo los mismos martillazos. Pero quien conoce la importancia de la práctica, sabe que cada vez que levanta el martillo y lo hace descender, la intensidad del golpe es diferente. La mano repite el mismo gesto, pero a medida que se acerca al hierro, sabe si debe golpearlo con más dureza o más suavidad.
    Observa el molino. Para quien ve sus aspas por primera vez, parecen girar con la misma velocidad, repitiendo siempre el mismo movimiento. Pero quien conoce los molinos sabe que están condicionados por el viento, y cambian de dirección siempre que es necesario.
    La mano del herrero fue educada tras haber repetido millares de veces el gesto de martillear. Las aspas del molino son capaces de moverse con velocidad después de que el viento haya soplado mucho, y haya hecho así que se pulan sus engranajes.
    El arquero permite que muchas flechas pasen lejos de su objetivo, porque sabe que sólo aprenderá la importancia del arco, de la postura, de la cuerda y del blanco tras haber repetido sus gestos miles de veces, sin miedo a errar.
    Hasta que por fin llega el momento en que ya no hace falta pensar en lo que se está haciendo. A partir de ese momento, el arquero se convierte en su arco, su flecha y su blanco.

    Cómo observar el vuelo de la flecha
    La flecha es la intención que se proyecta en el espacio.
    Una vez que ha sido disparada, ya no hay nada que el arquero pueda hacer, aparte de acompañar su recorrido en dirección al blanco. A partir de ese momento, la tensión necesaria para el tiro ya no tiene razón de ser.
    Por lo tanto, el arquero mantiene los ojos fijos en el vuelo de la flecha, pero su corazón reposa, y él sonríe.
    En este momento, si ha entrenado lo suficiente, si ha conseguido desarrollar su instinto, si ha mantenido la elegancia y la concentración durante todo el proceso del disparo, sentirá la presencia del universo y verá que su acción fue justa y merecida.
    La técnica hace que las dos manos estén dispuestas, que la respiración sea precisa, que los ojos puedan estar fijos en el blanco. El instinto hace que el momento del disparo sea perfecto.
    Quien pase cerca y vea al arquero de brazos abiertos, acompañando la flecha con la mirada, verá que está quieto. Pero los aliados saben que la mente de quien ha hecho el disparo ha cambiado de dimensión, está ahora en contacto con todo el universo: continúa trabajando, aprendiendo todo lo que aquel disparo trajo de positivo, corrigiendo los posibles errores, aceptando sus cualidades, esperando para ver cómo el blanco reacciona al ser alcanzado.
    Cuando el arquero estira la cuerda, puede ver el mundo entero dentro de su arco. Cuando acompaña el vuelo de la flecha, este mundo se le acerca, lo acaricia, y hace que tenga la sensación perfecta del deber cumplido.
    Un guerrero de la luz, después de cumplir con su deber y transformar su intención en gesto, no tiene nada que temer: ha hecho lo que debía. No se ha dejado paralizar por el miedo, y aunque la flecha no haya alcanzado el blanco, tendrá otra oportunidad, pues no ha sido cobarde.

    http://www.warriorofthelight.com/espa/index.html

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