«… Llorando veía el oro, —y no pude beber.»
AR
«Noche del infierno»
He bebido un enorme trago de veneno. —¡Sea tres veces bendito el consejo que llegó hasta mí! —Se me abrasan las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me deforma, me derriba. Muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. Es el infierno, ¡la pena eterna! ¡Mirad cómo asciende el fuego! Ardo como es debido. ¡Vamos, demonio!
Había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¿Puedo describir esa visión? ¡El aire del infierno no tolera himnos! Eran millones de criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?
¡Las nobles ambiciones!