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Sevilla: Al Mutamid y los Jardines de La Buhaira

mayo 25, 2011

Sevilla - La Buhaira 24-5-2011 (1).JPG

Para ver más fotografías en slide, hacer click en la imágen

Al Mutamid «El rey poeta»

Al Mutamid o Mohammad ben Abbad pasó a ser el heredero del reino de Sevilla cuando su padre ordenó matar a su hermano mayor. Su ejercito fue derrotado en la toma de Málaga, porque sus soldados estaban borracho y al ser tomada Sevilla por los almorávides tomaron Sevilla tuvo que partir al destierro.
La vida absolutamente de novela del que fuera último rey sevillano de los abadíes, dinastía fundada por su abuelo Mohammad ben Qasim, estuvo casi por entero consagrada a la poesía.

Se educó en Silves, en el Algarve portugués; su primer ministro era el magnifico poeta Ben Zaydun, autor acaso del mejor poema hispanoárabe, «La qasida en nun». Ben Zaydun abandonó Córdoba amargado por las intrigas políticas y las penas amorosas, sirviendo a Mutadid hasta su muerte, en 1071.
Paseando un día por la orilla del Guadalquivir con su amigo Ben Ammar, jugaban a completar poemas entre ambos, entretenimiento muy popular en la sociedad andalusí de aquella época: Se acababa de levantar una ligera brisa sobre el río y Mutamid dijo en voz alta: «El viento teje lorigas en las aguas»; cuando esperaba que su amigo continuara, los dos escucharon una voz que salía de entre los juncos:
– «¡Qué coraza si se helaran!».
Descubrieron que la voz venía de una bellísima mujer muy joven llamada Rummaykiya, que era esclava de un arriero. Mutamid la mandó llamar a palacio, enloquecido de amor por ella, la hizo su esposa, llamandóla Itimad.
Un antiguo palacio de Almutamid, o mejor dicho, lo que queda de el, se construyo a orillas de una laguna que había en el lugar: «albuhayra» se puede visitar en Los Jardines de La Buhaira, que podeis ver en las fotografías,

«Mullan las nubes con perenne llanto»

Mullan las nubes con perenne llanto
tu blanda tierra, ¡Oh! tumba del exilio
que el rey Ibn Abad cubres los restos.
Guardas con él tres ínclitas virtudes
-ciencia, merced, clemencia- congregadas;
la fértil abundancia que las hambres
vino a extirpar, y el agua en la sequía.

Cobijas al que lides riñó invicto
con la espada y la lanza, y con el arco;
el que al fiero león fue dura muerte;
émulo del Destino en las venganzas;
del Océano en derramar favores;
de la Luna en brillar entre las sombras
la cabecera del salón.

Sí, es cierto:
no sin justicia, con rigor exacto,
un designio celeste vino a herirme.
Pero, hasta este cadáver, nunca supe
que una montaña altísima pudiese
caber en temblorosas parihuelas.
¿Qué quieres más? ¡Oh, tumba! Sé piadosa
con tanto honor que a tu custodia fían.

El rugidor relámpago ceñudo,
Cuando cruce veloz estos contornos,
Por mí, su hermano –cuya eterna lluvia
de mercedes refrenas con tu laude-,
llorará sin consuelo. Y las escarchas
en ti lágrimas suaves, gota a gota,
destilarán los ojos de los astros,
que darme no supieron mejor suerte.

¡Las bendiciones del Señor desciendan,
insumidas a números, incesantes,
sobre quien pudre tu caliente seno!

Al Mutamid

*Las fotografías son de hoy, 24 de mayo de 2011

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  • Reply Bitacoras.com mayo 25, 2011 at 2:25 am

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