[…] Cantad, amigos, la firmeza mía;
que es la música imagen de la gloria,
y mientras dura, mi tormento olvido.
TM
Recordando al genio del barroco en el Siglo de Oro español, en el aniversario de su nacimiento.
«Acuérdome una vez haber oído…»
Acuérdome una vez haber oído
una fábula en que ejemplos toco,
notables de un ciprés, que en tiempo poco
hasta el cielo creció desvanecido.
Burlábase de un junco, que vencido,
su segura humildad juzgaba en poco;
mas con un viento recio al ciprés loco,
quedando el junco en pie, se vio abatido.
Su humilde estado y pobres ejercicios
estime mi Sabina, aunque haya hecho
burla el ciprés de su honra y hermosura;
que cuando en los soberbios edificios
abrase el rayo el más dorado techo,
la más humilde choza está segura.
Tirso de Molina
Soneto de La elección por la virtud, III, 2
Tirso de Molina, seudónimo de fray Gabriel Téllez, nació en Madrid, el 24 de marzo de 1579.
Religioso mercedario, fue uno de los más importantes dramaturgos, poeta y narrador del barroco en España.
Como dramaturgo, practicó principalmente la comedia de enredo, como «Don Gil de las calzas verdes», y obras hagiográficas (composiciones biográficas acerca de los santos) como la trilogía de «La Santa Juana» o «La dama del olivar».
Se le atribuye tradicionalmente la creación del mito de Don Juan en «El burlador de Sevilla», cuya primera versión podría ser de 1617. En la citada obra, Don Juan, un noble sevillano, altera el orden social deshonrando a cuantas mujeres se le ponen delante y finalmente es castigado por la estatua funeraria de una de sus víctimas, el padre de una de las damas burladas, que lo mata y lo arrastra a los infiernos.
Fue el primer autor que dio profundidad psicológica a los personajes femeninos, que llegaron a ser protagonistas de varias de sus obras literarias.
Fue un discípulo ferviente de Lope de Vega, a quien conoció como estudiante en Alcalá de Henares.
El 4 de noviembre de 1600 ingresó en la Orden de la Merced y tras el noviciado, tomó los hábitos el 21 de enero de 1601, en el monasterio de San Antolín de Guadalajara. Fue ordenado sacerdote en 1606 en Toledo, donde estudió Artes y Teología y empezó a escribir.
Entre 1624 y 1633 aparecieron las cinco Partes de sus comedias; estas «profanas comedias» causaron un gran escándalo, de forma que el 6 de marzo de 1625 se reunió una de las Juntas con que el Conde-Duque de Olivares pretendía reformar las costumbres con el siguiente orden del día:
«El escándalo que causa un frayle mercenario que se llama el Maestro Téllez, por otro nombre Tirso, con Comedias que haçe profanas y de malos incentivos y exemplos. Y por ser caso notorio se acordó que se consulte a S. M. de que el Confessor diga al Nuncio le eche de aquí a uno de los monasterios más remotos de su Religión y le imponga excomunión mayor latæ sententiæ para que no haga comedias ni otro género de versos profanos. Y esto se haga luego.»
Así que se tomó la resolución de desterrarlo a Sevilla, donde residió en el Convento de la Merced, edificio que actualmente ocupa el Museo de Bellas Artes de la ciudad.
En 1622 participó en el certamen poético con motivo de la canonización de San Isidro, pero en 1625 la Junta de Reformación creada a instancias del conde-duque de Olivares le castigó con reclusión en el monasterio de Cuenca por escribir comedias profanas «y de malos incentivos y ejemplos», y pidió su destierro y excomunión mayor si reincidiese.
A pesar de todo, Tirso de Molina siguió escribiendo y no se tomaron medidas mayores contra él al desinflarse las disposiciones moralizadoras del Conde-Duque; es más, en 1626 pasó a residir en Madrid y fue nombrado comendador de Trujillo, por lo que vivió en la ciudad extremeña hasta 1629, año en que volvió a Toledo y posiblemente a Madrid.
Entre 1632 y 1639 estuvo en Cataluña, donde fue nombrado definidor general y cronista de su Orden y compuso la Historia general de la Orden de la Merced. En 1639 el pontífice Urbano VIII le concedió el grado de maestro; sin embargo, los enfrentamientos con miembros de su propia Orden lo llevaron otra vez al destierro en Cuenca en 1640. Sus últimos años los pasó en Soria, en el Convento de Nuestra Señora de la Merced, en el que fue nombrado comendador en 1645.
Murió en Almazán, Soria, el 20 de febrero de 1648.
También de Tirso de Molina en este blog:
«Tirso de Molina: Todo es temor…»: AQUÍ
«Tirso de Molina: Acuérdome una vez haber oído…»: AQUÍ
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