«Miras lo incierto y ya lo habías escrito.
Todo estaba en tus ojos…»
JI
«La arena rota»
1
El amor dura menos que una canción.
La pasión se consume y nosotros caminamos ya por un desierto.
La poesía debe romper con las normas.
Hay que acabar con las palabras.
Nada puede expresar nuestra angustia como el grito.
Pero el grito no tiene forma.
Tampoco tú la tienes, pero me obsesionas.
Cuando se acabe el mundo ninguno de los dos estaremos aquí.
¿Por qué entonces estamos desollándonos?
2
Oigo tu corazón como una playa que no tiene principio.
Lo veo pisoteado por la arena.
El mar pasa sin detenerse.
No sabe que estamos aquí para contemplarlo.
Tu corazón y el mío. Los dos, inútilmente.
Los dos y el mar y solo ese ruido que nos acaricia.
Es un murmullo, pero también un rugido.
Nos convoca a la noche para asesinarnos.
Será un crimen perfecto. Tu corazón y el mío
y el infinito mar que nos desconoce.
3
Si pudiera romperme, lo haría ahora mismo.
Me gustaría convertirme en miles de pequeños añicos.
En millones de insignificantes partículas que pudieran perderse.
En un montón informe de arena blanca y seca.
Esa arena que ahora cruje bajo mis pies y se abre y no existe.
Esa arena que estaba aquí antes de que viniéramos.
Que todavía se quedará cuando nos marchemos.
4
Ya no quiero oír otra música que el mar.
Ninguna otra melodía es verdadera.
Todas las demás están contaminadas por el sentimiento.
Tienen ojeras y hambre, angustia y desesperanza.
El mar no. El mar es sólo un grito que nos acompaña.
Un grito que tampoco contiene el eco de su soledad.
5
Ahora otra vez vendrá la sed.
Será más honda y duradera, porque ya has conocido
el dulce líquido de la vida.
Pero nada permanece. Todo se rompe bajo su paso.
Bajo la huella informe de la luna humillada.
Ahora, será otra vez cuando acuda la noche
y sólo tú estarás presente en el momento del engaño.
6
Voy a empezar a caminar para encontrarte.
No voy en tu busca, sino para alejarme
de tus manos. Quiero encontrar tu pensamiento.
Y por eso deambulo por esta playa desierta
donde tú estuviste y la sombra de tu cuerpo
continúa acechando el paso de mi cuerpo.
Es imposible andar unidos. Lo sé.
Pero un impulso ciego me obliga a no pararme.
No importa que sea infinito el horizonte
y que se pierda en la mirada el litoral.
Tú estás al fondo de todas las preguntas
y en el contenido de todas las respuestas.
Eres mi dios, pero no quiero rendirme
ante tu gloria. Tú me contienes,
pero yo renuncio a la libertad
de desconocerte. Al grito de no saberme
esclavo de tu belleza inalcanzable.
7
No es hora, amor, para salir al aire.
La noche está ahí, fuera, esperando.
Esperando que busque su medida, invitándome a vivirla.
Pero me aturde su oscuridad, el hondo
y solitario mensaje que transmite.
Su cegadora luz profunda. La luna que se abre.
Pueden perderme la noche y sus desastres.
No es hora, amor, para salir al aire.
8
Escuchar tu voz es como oír el mar.
También se aleja sin que pueda tomarla entre mis manos.
Como una ola avanza y puede llegar a inundarnos.
Luego se retira y me condena
a la ausencia total de los sentidos.
Si la espuma se queda es porque se extiende
como la memoria, para no desaparecer.
Cuando tu voz se marcha, tampoco se oye el mar.
Se ha retirado ya toda su fuerza y me condena al desaliento.
Por eso te llamo cada día, para no dejar de ser el eco
y la marea que te sucede.
9
No sé cómo voy a continuar en este camino.
No tiene asideros y lo cruzan terribles precipicios.
Al margen de la vida no puede vivirse.
Te quedas aislado y a tu alrededor sólo hay vacío.
¿Qué es entonces lo que te puede conmover?
Tú estás ahí, estático, mirando cómo se viene encima
la tormenta y sin saber qué dirección seguir.
Luego vendrá la Aurora.
¿Y cómo ser entonces su testigo?
10
Tu corazón hecho arena, esparcido en la playa.
Mi corazón en la arena, como un harapo.
Sobre los dos, el mar.
El mar que es infinitamente más solitario que mis ojos,
más triste y más confuso que mis deseos.
Estos que aún formulo, sin saber
que ya no es tiempo para plegarias.
Sobre los dos, el mar, que es aún más solitario
que mi sombra y que la yema de mis dedos.
11
La noche avanza, pero tiene sus riesgos.
La poesía ya no es una palabra que se confía al viento.
Ha sido reducida a un vano logaritmo perdido
en un abismo de signos que nada significan.
Te espero, pero no llegas nunca, mientras la noche
se difumina y pierde. Nada ya nos confunde.
Si quieres que existamos, deja ese polvo blanco
que crea mundos falsos en los que tú y yo
existimos perdidos, sin poder encontrarnos.
12
Arde la sombra y quema
tu cuerpo, que no existe.
Me destruye a mí mismo y nada queda luego.
Cuando te has ido perdura un vago aroma,
que yo creo que es el tu cuerpo cuando ama.
Pero sólo es el hedor de un cadáver de sombra
que me sigue y me acosa y que un día,
no lejano, será mi propia podredumbre.
Los despojos de quien te amó y no supo
vivir sin tu presencia.
13
Cuando la arena se rompe,
es que tu corazón se resquebraja.
Si es abril y las tinieblas surgen
en torno a tu figura, no lo dudes,
es la derrota que llega victoriosa.
Cuando acude la noche y oscura se detiene
delante de tus ojos, es que la vida te ha vencido.
Acepta ese fracaso. Es el acoso final,
que llevará tu cuerpo hasta la tierra.
Deja que las palabras sustituyan tus manos
y acaricien la estela que quedará detrás,
como única respuesta.
José Infante
De: «La arena rota»
X Premio de Poesía «Cáceres Patrimonio de la Humanidad»
Ed. Algaida – Sevilla – 1998©
ISBN: 84-7647-756-2
José Infante Martos, poeta, escritor y periodista español, nació en Málaga, el 21 de julio de 1946.
Premio Adonais de poesía en 1971.
Premio “Málaga, Costa del Sol” de Periodismo en 1972.
En 1997 el Premio “Cáceres Patrimonio de la Humanidad” de Poesía por su poemario” La arena rota”
Obtuvo la Beca Juan March a la Creación Literaria en 1980.
En 2004 V Premio “Aljabibe” de poesía por “La casa vacía”, libro que recibió en 2005 el Premio Andalucía de la Crítica.
En 2005 obtuvo el XVI Premio Nacional de Poesía José Hierro por su el libro “Días sin música”.
Desde 2005 es Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga.
En 2006 fue distinguido como “Escritor malagueño del año”.
También de José Infante en este blog:
«José Infante: La edad mancha»: AQUÍ
«José Infante: Las sombras»: AQUÍ
«José Infante: Los esclavos»: AQUÍ
«José Infante: Casa vacía»: AQUÍ
«José Infante: Peñón del cuervo, de El artificio de la eternidad»: AQUÍ
«José Infante: La ausencia, de La casa vacía»: AQUÍ
«José Infante: Edipo y la esfinge, de Daños colaterales»: AQUÍ
«José Infante: Esclavitud»: AQUÍ
«José Infante: Playa de la Roca, en homenaje a Luis Cernuda»: AQUÍ
«José Infante: El pestillo»: AQUÍ
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