Leopoldo María Panero
Nació en Madrid en 1948.
Ya dediqué otra entrada en este blog a Panero, pero hoy con motivo de su próxima visita a Sevilla con motivo de la celebración del II Festival de Perfopoesia, quiero traer otros tres poemas más, en los que se puede corroborar porqué se le conoce como el «poeta loco», sin una gran dosis de ella es impensable poder parir estos versos.
Mientras otros poetas de su generación ganaban premios, ocupaban cargos y debatían en las tertulias de los distintos medios de comunicación, Panero languidecía en cárceles, manicomios y sórdidas pensiones.
El mismo escribía: «Mal puedo vender la ruina de mi conciencia o mi desastre al mejor postor. Me conformo con escribirla porque sólo eso no muere, sólo eso nos salva de la muerte», apuntaba en la contraportada de «Antología» (Ediciones Libertarias, 1985).
Sus constantes reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa bibliografía no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador. Mientras va de la antigua prisión madrileña de Carabanchel al manicomio de Cienpozuelos y de éste al de Mondragón, convencido siempre de que «la vida hay que forzarla», lo que invariablemente acaba traduciéndose en un irremediable intento de autodestrucción.
A finales de la década de 1980, cuando por fin su obra alcanza el aplauso de la crítica entendida, se decide que ingrese de manera permanente en el psiquiátrico de Mondragón.
Leopoldo María Panero no sólo es el único poeta maldito de nuestro panorama literario, sino también el transgresor por antonomasia de nuestras letras. No en vano, la biografía que su singular experiencia inspiró recientemente lleva por título «El contorno del abismo».
«Hembra…»
Hembra que entre mis muslos callabas
de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.
En «El último hombre» – 1984
«Dedicatoria»
Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.
De «Last River Together» 1980
Leopoldo Maria Panero
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Triana, me encanta tirar en la yerba las palabras y encontrarme con un poéta loco de si, extraviado, con los párpados hinchados y la frente de mármol de la estatua y los silencios blancos danzando por los tendederos y los calcetines de las doncellas quedadas puestos en la cama inmaculada y luego, cuando regresen los batallones de las hormigas y la luna se haya partido el labio de su plata, un revolver disparado dejará el cadaver de mi sombra listo para mandarlo a los concursos y ganar el primer susto.
Un abrazo ronco por la ladera de la madrugada.
Sergio Astorga
Sergio y ahora que digo yo?… poeta con poeta… y yo como Becquer, muda y absorta solo puedo decir que bendita locura la de Panero que ha hecho posible darme el placer de leerlo y bendito tambien por provocar tu réplica, que sin estar exenta de un toque de locura, tiene la maestria de quien es como Celaya, un ingeniero del verso y un obrero que construye belleza cada día.
Un abrazo afinando la voz mientras amanece.
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