«…¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de martirio….»
CV
Recordando al «Poeta del dolor humano», en el aniversario de su nacimiento.
«Imagen española de la muerte»
¡Ahí pasa! ¡llamadla! ¡es su costado!
¡Ahí pasa la muerte por Irún:
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que he callado… ¡si son ellos!
¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome en los rifles,
como que sabe bien dónde la venzo,
cuál es mi maña grande, mis leyes especiosas, mis códigos terribles.
¡Llamadla! Ella camina exactamente como un hombre, entre las fieras,
se apoya de aquel brazo que se enlaza a nuestros pies
cuando dormimos en los parapetos
y se para a las puertas elásticas del sueño.
¡Gritó! ¡Gritó! ¡Gritó su grito nato, sensorial!
Gritara de vergüenza, de ver cómo ha caído entre las plantas,
de ver cómo se aleja de las bestias,
de oír cómo decimos: ¡Es la muerte!
¡De herir nuestros más grandes intereses!
(Porque elabora su hígado la gota que te dije, camarada;
porque se come el alma del vecino).
¡Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que tu sabes
y que haga como que hace que me ignora.
¡Llamadla! No es un ser, muerte violenta,
sino, apenas, lacónico suceso;
más bien su modo tira, cuando ataca,
tira a tumulto simple, sin órbitas ni cánticos de dicha;
más bien tira su tiempo audaz, a céntimo impreciso
y sus sordos quilates, a déspotas aplausos.
Llamadla, que en llamándola con saña, con figuras,
se la ayuda a arrastrar sus tres rodillas,
como, a veces,
A veces duelen, punzan fracciones enigmáticas, globales,
como, a veces, me palpo y no me siento.
¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome,
con su cognac, su pómulo moral,
sus pasos de acordeón, su palabrota.
¡Llamadla! No hay que perderle el hilo en que la lloro.
De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada!
De su pus para arriba, ¡ay de férula, teniente!
De su imán para abajo, ¡ay de mi tumba!
Cesar Vallejo
De: «España, aparta de mí este cáliz – IV» – 1937 – 1938 (Publicación póstuma)
Recogido en: “Cesar Vallejo Poesías completas”
Editorial Losada 1949©
Reeditado de noviembre de 2013
ISBN de esta última edición: 978-950-03-5351-9
César Abraham Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco, Perú, el 16 de marzo de 1892.
Está considerado como uno de los más grandes e innovadores de entre los poetas del siglo XX y según el crítico Thomas Merton «el más grande poeta después de Dante«, llamado también el poeta del «dolor humano», revolucionó en la forma y el fondo de sentir y escribir poéticamente.
Aunque practicó la narrativa, el teatro y el ensayo, es en la poesía donde alcanza su más brillante forma de expresión, esta se puede dividir en tres etapas: la modernista, de la que destaca «Los heraldos negros», el vanguardismo, de la que quizá su obra más notable es «Trilce» y la revolucionaria y comprometida representada sobre todo por dos títulos, «Poemas humanos» y «España, aparta de mí este cáliz», estos últimos de publicación póstuma, a cargo de la viuda del poeta, en la que englobó textos que había dejado Vallejo, que tituló «Poemas humanos», publicados en en París en julio de 1939; No obstante de «España, aparta de mí este cáliz», el propio Vallejo lo dejó finalizado, siendo publicado en enero de ese año en España.
Murió el 15 de abril de 1938, un Viernes Santo con llovizna en París, no un jueves, como quiso vaticinar en su poema «Piedra negra sobre una piedra blanca».
En su funeral, las palabras de despedida corrieron a cargo de su gran amigo Louis Aragon.
Fue inhumado en el cementerio de Montrouge, posteriormente, el 3 de abril de 1970, su viuda, Georgette, pudo cumplir uno de los sueños más queridos del poeta, trasladando sus restos al cementerio de Montparnasse, donde se puede leer su epitafio: «He nevado tanto para que duermas.»
También de Cesar Vallejo en este blog:
«Cesar Vallejo: Batallas»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Imagen española de la muerte»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Ausente, de Los heraldos negros»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Los mendigos pelean por España…»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: La Rueda del hambriento»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Absoluta»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: A mi hermano Miguel»: AQUÍ
«César Vallejo: Y no me digan nada»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Piedra negra sobre una piedra blanca»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: El poeta a su amada: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Hoy me gusta la vida mucho menos…»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Los heraldos negros»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Desnudo en barro»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Altura y pelos, de Poemas humanos»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Cuídate, España, de tu propia España»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Amor prohibido»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: España, aparta de mi este cáliz»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: Ausente, de Los heraldos negros»: AQUÍ
«Cesar Vallejo: La violencia de las horas»: AQUÍ
Bibliografía poética:
– Los heraldos negros – 1919
– Trilce – 1922
– España aparta de mi este cáliz – 1937-1938
– Poemas en prosa – 1939 (Publicación póstuma)
– Poemas humanos – 1939 (Publicación póstuma)
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