Prometeo
Encadenado a su montaña, Prometeo recibía las visitas del
águila, que se alimentaba de su hígado continuamente
regenerado. Día tras día, año tras año, el águila cumplía
su tarea, hasta que llegaba el momento en que ya no era
capaz (y no sólo por saciedad física) de seguirlo haciendo;
entonces, los dioses enviaban una nueva águila. Prometeo,
no menos saciado, no menos asqueado, tenía sin embargo
que prepararse para un nuevo ciclo de sangre y sinsentido.
Y lo hacía, pensando que, a través de aquel castigo
absurdo y repugnante, había llegado a saber más que los
dioses, había ido más allá de ellos: ahora los despreciaba.
Desde su altura inaccesible, Zeus observaba complacido
los progresos de aquel alumno atroz.
José Cereijo
De: Apariencias – 2005
Recogido en Antología Personal
Ed. Polibea – 2011©
ISBN: 978-84-86701-40-6
Reseña de la Antología en la Revista Ojos de Papel, escrita por Marta López Vilar: AQUÍ
José Cereijo nació en Redondela, Pontevedra en 1957
*La imagen es el óleo de Gregorio Martínez, Prometeo encadenado
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