«Cruzas las avenidas
leales de mi cuerpo,
desarmando la noche
con jazmines desnudos…»
«Beatus ille»
No he de callar, por más que con el dedo
o con la mano prieta me amordaces.
Orgullosa estaré, aunque disfraces
los vaivenes certeros donde cedo.
No he de callar, y en tan airoso ruedo,
cuando cerques mi orgullo y atenaces
si fuste en altivez, cuando amenaces
no rendiré ni almena ni mi credo.
Y pues que en soledad luces mi arcilla
y te mantiene el deje de mi lumbre,
sigue frotando siempre, no hay mancilla.


