«Jamás hombre alguno ha pasado de nuestra isla en su negra nave sin oír la dulce voz de nuestros labios»
Homero en «La Odisea
«Padre Homero»
No sabemos si era uno o muchos.
Ni siquiera sabemos si existió
o lo inventamos
para dar un dueño y una leyenda
a los poemas que fundaron
el mundo en que vivimos.
Las cuencas vacías de sus ojos
iluminan como dos soles
las aguas, las islas y las playas
del Mediterráneo.
Tampoco sabemos si las historias
que cantó tuvieron raíces
en la historia real
o fueron fantaseadas
por su imaginación incandescente.
Yo lo adivino como un
viejecito bondadoso
y excéntrico
divirtiendo a niños y ancianos
con fabulosas aventuras
de guerreros y monstruos
en una época inusitada
en que hombres y dioses
andaban entreverados
y las batallas se ganaban
con caballos de madera,
elíxires y magias.
Lo diviso entre sombras y
chisporroteo de fogatas, en
aldeas con olor
a vino y aceite,
pulsando su lira
acompañado por el murmullo del mar
y la resaca,
rodeado de caras expectantes.
Su fantasía y su verba
embellecían las anécdotas
que traían los marineros de sus viajes:
las canciones voluptuosas
de las sirenas,
los mordiscos de Escila
y los soplidos de Caribdis
que hundían a los veleros
y los náufragos que se tragaba
Polifemo.
En el corazón de sus mitos
palpitaban
las chismografías de los ancianos,
las endechas de las viudas y
las letanías de las madres
cuyos hijos raptaron
los piratas
para convertirlos en remeros.
Imagino su cabeza como
un volcán que crepita no lava
ni fuego
sino historias,
una sinfonía de heroísmos,
apariciones, pesadillas,
bravatas, amores, hechicerías
y fastuosas celebraciones
de dioses y diosas
con hombres y demonios.
Nadie sabía de dónde venía
ni adónde iba.
Sus barbas eran blancas y
sus ojos, antes de vaciarse,
habían sido azules.
Su túnica tenía mil
remiendos
y sus sandalias
tan gastadas
habían dado la vuelta al mundo
y al trasmundo.
El encanto de su voz
la suavidad de sus palabras
el color y la fosforescencia
con que narraba
daban a sus historias
la fuerza contagiosa
de la danza y la música,
esa estela que perseguía
a sus oyentes
en el sueño
y los incitaba a aprender sus versos
de memoria
a repetirlos
de padres a hijos
de pueblo en pueblo
y de siglo en siglo,
hasta nosotros.
Gracias, abuelo,
inventor del Occidente.
Qué pobre sería nuestra historia
sin tus historias,
qué mediocres
nuestros sueños
sin tus sueños.
Mario Vargas Llosa
En San Pedro de Atacama, el 22 de febrero de 2008
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936.
Está considerado como uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos.
Tiene en su haber los más importantes premios y galardones concedidos en lengua castellana, entre ellos:
El Premio Leopoldo Alas, en 1959.
El Premio Biblioteca Breve, en 1963.
El Premio Rómulo Gallegos, en 1967.
El Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1986.
El Premio Planeta, en 1993.
El Premio Cervantes en 1994.
El Premio Nobel de Literatura en 2010.
Fue candidato a la presidencia del Perú en las elecciones de 1990.
En 1993 logró la nacionalidad española, al respecto manifestó que la había solicitado debido a «las presiones existentes en algunos sectores peruanos para despojarle de su nacionalidad, que le ponían en peligro de convertirle en un paria».
Desde 2011 recibe el tratamiento protocolar de Ilustrísimo señor al recibir del rey Juan Carlos I de España el título de Marqués de Vargas Llosa.
*La imagen que representa a Homero es un óleo de Rembrandt
*La imagen es el óleo de Herbert James Draper, «Ulises y las sirenas»
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