Richard Bach
Nació en Oak Park, Illinois, el 23 de junio de 1936.
Escritor y piloto de aviación norteamericano, y al que todos conocemos especialmente por «Juan Salvador Gaviota» (Jonathan Livingston Seagull, que publicó en 1970 y que fue llevada al cine en 1973.
De 1957 a 1962 fue piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Durante esa época empezó a escribir algunos artículos para revistas especializadas en aviación, convirtiéndose en 1963 en editor de la revista Flying, cargo que ocupó hasta el 1964. Toda su vida ha estado unida a la aviación llegando a afirmar que volar era su religión.
Alguien me regaló este libro el día de mi 19 cumpleaños, alguien especial, y aún recuerdo que lo empecé a leer cuando llegué a casa de madrugada despues de pasar el día en el campo y amanecía cuando lo terminé, despues de eso a lo largo de estos más de 30 años, lo he leído y releído cientos de veces…
No me puedo resistir de transcribir los últimos párrafos de esta preciosidad llena de ternura.
Juan Salvador Gaviota. (Fragmento final)
«… De modo que esto es el cielo, pensó, y tuvo que sonreírse. No es muy respetuoso analizar el cielo justo en el momento en que uno está a punto de entrar en él.
Al venir de la Tierra por encima de las nubes y en formación cerrada con las dos resplandecientes gaviotas, vio que su propio cuerpo se hacía tan resplandeciente como el de ellas.
En verdad, allí estaba el mismo y joven Juan Gaviota, el que siempre había existido detrás de sus ojos dorados, pero la forma exterior había cambiado.
Su cuerpo sentía como gaviota, pero ya volaba mucho mejor que con el antiguo.
¡Vaya, pero si con la mitad del esfuerzo, pensó, obtengo el doble de velocidad, el doble de rendimiento que en mis mejores días en la Tierra¡
Brillaban sus plumas, ahora de un blanco resplandeciente, y sus alas eran lisas y perfectas como láminas de plata pulida. Empezó gozoso, a familiarizarse con ellas , a imprimir potencia en estas nuevas alas.
… De pronto se separaron las nubes y sus compañeros gritaron:
─Feliz aterrizaje, Juan- y desaparecieron sin dejar rastro.
… El recuerdo de su vida en la Tierra se le estaba haciendo borroso. La Tierra había sido un lugar donde había aprendido mucho, por supuesto, pero los detalles se le hacían ya nebulosos; recordaba algo de la lucha por la comida, y de haber sido un Exiliado.
La docena de gaviotas que estaba cerca de la playa vino a saludarle sin que ni una dijera una palabra. Sólo sintió que se le daba la bienvenida y que ésta era su casa. Había sido un gran día para él, un día cuyo amanecer ya no recordaba.
… Durante los próximos días vio Juan que había aquí tanto que aprender sobre el vuelo como en la vida que había dejado. Pero con una diferencia. Aquí había gaviotas que pensaban como él. Ya que para cada una de ellas lo más importante de sus vidas era alcanzar y palpar la perfección de lo que más amaban hacer: volar. Eran pájaros magníficos, todos ellos, y pasaban hora tras hora cada día ejercitándose en volar, ensayando aeronáutica avanzada.
… La única respuesta que puedo dar, Juan, es que tú eres una gaviota en un millón. La mayoría de nosotros progresamos con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando en seguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos ¿ Tienes idea de cuantas vidas debinos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay más en la vida que comer, luchar o alcanzar poder en la Bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil. Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla… La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido de éste. No aprendas nada, y el próximo mundo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar.
─Pero tú, Juan, aprendiste tanto de una vez que no has tenido que pasar por mil vidas para llegar a ésta.
Una noche, las gaviotas que no estaban practicando vuelos nocturnos se quedaron en la arena, pensando. Juan echó mano de todo su coraje y se acercó a la Gaviota Mayor, de quien se decía iba pronto a trasladarse más allá de este mundo.
… Y aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro Gaviota les vio de pronto tan y como eran realmente, sólo por un momento, y más que gustarle, amó aquello que vio. ¿ No hay límites Juan? pensó, y sonrío. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado.»
Richard Bach
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Cuánto disfruté de aquella lectura, cuánto cielo soñé en la perdida adolescencia. Cuánto.
Eres un bálsamo perfecto, querida Triana.
Un beso.
Creo que durante dos generaciones al menos, somos muchos los que hemos disfrutado con el vuelo de Juan Salvador Gaviota.
Un beso muy grande Izaskun