«Solo, cohibido, temeroso, aturdido,
me afano en un paraje baldío;
a lo lejos, las estrellas giran en el espacio,
a mis pies, susurra la tierra con voz queda.»
TM
«Homenaje a El Bosco»
Una caminante sin rostro entró en la luz;
un muchacho con un traje de paño marrón
se le abrazaba
sin manos
a lo que parecía ser su falda.
Ella se detuvo,
y él se detuvo,
y yo, aterrado, me detuve con la vista clavada.
Vi entonces un grupo de oscuras figuras tras ella.
Aquella mañana llovía a mares
pero el exiguo mundo seguía girando.
Aun con los labios sellados, ella logró advertirle:
Ha de abrirse el libro
y el parque también.
Puede que me estuviera riendo
pero me castañeteaban los dientes
y vi que las palabras, al caer,
se retorcían por los suelos.
Comenzó a soplar un viento húmedo,
las oscuras figuras se estaban mezclando
cuando uno que yo había creído muerto
despacioso emergió de la efigie de una tumba
cercana
y todos se estremecieron.
Él se inclinó dispuesto a hablar con la mujer
pero el director de la guardería salió volando del pozo
de San Patricio,
aprehendido por su querida,
y, con la cabeza inclinada,
la mirada fija por encima de las gafas
y escarbando la gravilla con furia
susurró
–las palabras sonaron como disparos que
silbaban al pasarle por delante de las gafas–:
¡No digas nada, ya te lo digo, no digas nada de nada!
Y aquél que parecía haber vuelto a la vida
boqueó,
comenzó a reír y a gritar como histérico
y, con gesto impotente de niño antojadizo y
exasperado,
se desvaneció de vuelta en su efigie.
Muy por encima del Banco de Irlanda
se escuchaba una música sobrenatural
en dirección al oeste.
Entonces, salidas de los sumideros,
se deslizaron pequeñas ratas de alcantarilla.
Ascendían por cientos, por decenas de miles.
Todas hacían una reverencia servil a las oscuras figuras
y, tras girarse, se unían a una danza del vientre junto
a sus
hermanos y hermanas.
Al ser multitud, bailaban convulsas.
Se oyó una risa ratonesca,
más profunda por aquí y por allá,
y alguna que otra rata chilló histérica.
Las oscuras figuras seguían mirando, agonizantes.
La mujer sin rostro profirió un grito y se desplomó.
Engreídas y mofantes,
las ratas bailaron sobre ella
y sobre las palabras serpenteantes.
El director de la guardería regresó volando al pozo
llevándose consigo a la figurilla sin manos y con traje de
paño marrón.
Thomas MacGreevy
De: Poemas, 1934
Recogido en Poesía Completa.
Traducción de Luis Ingelmo
Bartleby Editores – 2013
ISBN: 978-84-92799-45-9
Reseña de: Thomas MacGreevy – Poesía Completa, escrita por Santos Domínguez Ramos en su blog Encuentros de Lecturas: AQUÍ
Poema original en inglés
«Homage to Hieronymus Boesch»
A woman with no face walked into the light;
A boy, in a brown-tree norfolk suit,
Holding on
Without hands
To her seeming skirt.
She stopped,
And he stopped,
And I, in terror, stopped, staring.
Then I saw a group of shadowy figures behind her.
It was a wild wet morning
But the little world was spinning on.
Liplessly, somehow, she addressed it:
The book must be opened
And the park too.
I might have tittered
But my teeth chattered
And I saw that the words, as they fell,
Lay, wriggling, on the ground.
There was a stir of wet wind
And the shadowy figures began to stir
When one I had thought dead
Filmed slowly out of his great effigy on a tomb
near by
And they all shuddered
He bent as if to speak to the woman
But the nursery governor flew up out of the well
of Saint Patrick,
Confiscated by his mistress,
And, his head bent,
Staring out over his spectacles,
And scratching the gravel furiously,
Hissed –
The words went pingg! like bullets,
Upwards, past his spectacles –
Say nothing, I say, say nothing, say nothing!
And he who had seemed to be coming to life
Gasped,
Began hysterically, to laugh and cry,
And, with a gesture of impotent and half-petulant
despair,
Filmed back into his effigy again.
High above the Bank of Ireland
Unearthly music sounded,
Passing westwards.
Then, from the drains,
Small sewage rats slid out.
They numbered hundreds of hundreds, tens,
thousands.
Each bowed obsequiously to the shadowy figures
Then turned and joined in a stomach dance with
his
brothers and sisters.
Being a multitude, they danced irregularly.
There was rat laughter,
Deeper here and there,
And occasionally she-rats cries grew hysterical.
The shadowy figures looked on, agonized.
The woman with no face gave a cry and collapsed.
The rats danced on her
And on the wriggling words
Smirking.
The nursery governor flew back into the well
With the little figure without hands in the brown-tree
clothes.
Thomas MacGreevy
Thomas MacGreevy nació el 26 de octubre de 1893, en el condado de Kerry, Irlanda.
Poeta y crítico irlandés, figura central del vanguardismo en su país y representante del llamado modernismo anglosajón.
Fue presentado por primera vez a James Joyce en 1942 en París.
En 1924 se trasladó a Londres, donde conoció T. S. Eliot, y comenzó a escribir para la revista de éste, «The Criterion», entre otras publicaciones; poco después comenzó a publicar sus libros de poesía.
En 1927, volvió a París para impartir clases de inglés en L’École Normale Supérieure, en la que entabló amistad con Samuel Beckett, y retomó su amistad con Joyce.
En 1934, publicó «Poems» que se editó en Londres y Nueva York, y que fue muy elogiado por el modernista norteamericano Wallace Stevens, con el que mantendría una duradera amistad epistolar.
Esta sería la única colección que publicó en vida. Desde su muerte han aparecido dos Collected Poems (poesías reunidas), con su obra completa.
Fue director de la National Gallery of Ireland, entre 1950 y 1963.
Murió el 16 de marzo de 1967.
*La imagen es de El Bosco
También de Thomas MacGreevy en este blog»
«Thomas MacGreevy: Invierno»: AQUÍ
«Thomas MacGreevy: La gloria de Carlos V»: AQUÍ
«Thomas MacGreevy: Nocturno»: AQUÍ
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