«En el corazón del siglo soy un ser confuso
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre»
OM
Mi recuerdo al poeta acmeísta ruso en el aniversario de su muerte.
«Me extravié en el cielo»
Me extravié en el cielo.
Qué puedo hacer?
Quien esté cerca ¡conteste!
Sería mejor para ustedes hablar
De las vigorosas visiones dantescas.
No puedo separarme de la vida:
Aunque ella mate y acaricie,
En los oídos y en las cuencas de los ojos
Se posa la tristeza florentina.
No coloques, por favor, no coloques
Laurel amoroso en el whisky,
Mejor despedaza mi corazón
En trozos de sonidos azules.
Y cuando muera, este servidor,
Amigo en vida de todos los vivos,
Resonará en lo alto y profundo
Un eco celeste en el pecho.
Ósip Mandelshtám
Traducción de Jorge Bustamante García
Ósip Emílievich Mandelshtám nació en Varsovia, Imperio ruso, el 15 de enero de 1891.
Poeta ruso de origen judío-polaco y miembro de la corriente acmeísta, una derivación del simbolismo ruso que reaccionaba contra él. Con el tiempo evolucionó hacia posiciones individuales, como la síntesis del simbolismo, el futurismo y el acmeísmo.
Tras escribir un poema contra Stalin, fue desterrado a los Urales donde fracasó en un intento de suicidio, después de pasar varios años en Voronezh, en los que continuó escribiendo, aunque en condiciones muy difíciles, volvió, siendo de nuevo arrestado en 1938, y condenado a cinco años de trabajos forzados en un campo de Vladivostok, donde murió el 27 de diciembre de 1938.
Su nombre estuvo prohibido en la Unión Soviética durante 20 años.
Impresionante relato de Sergio Bufano sobre la muerte de Osip Mandelstam:
“El poema nunca escrito”
… Mandelstam prefería mantener distancia de esa estética que más tarde se encaminaría con paso militante hacia el realismo socialista.
En el mes de diciembre de 1938, en un campo de prisioneros de la Unión Soviética, la temperatura congelaba la respiración y la conciencia de los comisarios políticos. Los 25 grados bajo cero no perdonaban nada. Implacables, solidificaban las lágrimas y no dejaban llorar, aunque no por ello impedían la tristeza. Al menos la tristeza del poeta Osip Mandelstam, o lo que quedaba de él al cabo de algunos años de permanencia en ese desierto helado en donde sólo el aullido del viento apaga el aullido de los lobos.
En una barraca de madera que dejaba filtrar por sus ranuras los puñales de aire hirientemente fríos, durmió mal, como siempre, y despertó cuando la luz plomiza del lejano noroeste de Rusia, cerca del río Kolima, amagaba con aparecer, pero no aparecía. El sol era en su memoria un círculo delgado y frágil, que se desvanecía detrás de cada ráfaga blanca; Mandelstam ya no recordaba ni un sólo día de verano. Ni una primavera. Olvidado el color verde del pasto, el amarillo de las hojas de otoño, el rocío de las noches estivales, había olvidado también la agradable sensación del calor cuando se levantó de su camastro y salió hacia el galpón para tomar el té que le servirían sus guardianes.
No llegó a cruzar la calle y cayó muerto, probablemente agradecido por la generosidad de la naturaleza que le impedía seguir viviendo. Ya era hora de morir. Por fin, la muerte le abría las puertas de la libertad para escapar del tormento de su cuerpo sometido.
Cuerpo que nunca más apareció. En alguna fosa común que todavía hoy comparte con cientos de intelectuales, revolucionarios o campesinos disconformes, los restos del poeta se han congelado sesenta y cuatro inviernos. Nunca más se supo de él. No hay memoria que pueda rescatar sus huesos.
Y nunca, además, fue posible comprender el gesto que lo condujo a la cárcel y la muerte.
San Petersburgo
Sergio Bufano
También de Osip Mandelstam en este blog:
«Ósip Mandelshtám: Yo he regresado a mi ciudad, que conozco»: AQUÍ
«Osip Mandelstam: Porque no supe retener tus manos…»: AQUÍ
«Osip Mandelstam: Poema (Sin título)»: AQUÍ
Bibliografía poética:
La piedra – 1913
Tristia – 1922
Cuadernos de Moscú – 1930-1935
Cuadernos de Voronezh – 1935-37
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[…] más notables dentro de este campo fueron la traducción al alemán de las obras de Arthur Rimbaud, Ósip Mandelshtam, Paul Valéry, William Shakespeare, Emily Dickinson, René Char y Emil Cioran. Su primer libro de […]
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