Los secretos de Fátima.
Desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917, Lucia Dos Santos (10 años) y sus dos primos: Jacinta (6 años) y Francisco Marto (9 años), cuentan que vieron como una luz se acercaba con un poderoso reflejo y tras él, una señora, vestida de blanco asomaba encima de una encina, la cual les pidió que acudieran al árbol, los días 13 de cada mes y durante 6 meses, asegurando que se trataba de la Virgen, tras lo cual miles de personas les siguieron, concentrándose en dicho lugar. Anteriormente contaban que se les había aparecido un ángel, en la primavera de 1916 en la cueva Loca do Cabeço. Francisco decía no escuchar ni hablar con la Señora, manifestaba que solo la veía.
Entre las recomendaciones que la Virgen les daba, según los testimonios de los pastores, la Virgen insistió en la importancia de rezar el rosario para la conversión de los pecadores y del mundo entero. También habría pedido la construcción de una capilla en el lugar.
Cuentan que la Virgen apareció otras cinco veces durante 1917. En el tiempo que sucedieron las apariciones, la Virgen, según testimonio de los videntes, realizó varias profecías, recomendaciones y entregó tres mensajes conocidos como «Los tres secretos de Fátima». Tres mensajes que supuestamente fueron entregados por la Virgen a Lucía. El texto del tercer misterio se mantuvo en secreto por muchos años y sólo fue revelado por el Papa Juan Pablo II el 26 de junio de 2000 precisamente en Fátima.
Dos de los tres secretos revelados por Lucía en 1942 son:
El primero: «Ustedes han visto el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarles, Dios desea establecer en el mundo devoción a mi Inmaculado Corazón.»
El segundo: «La Primera Guerra mundial terminará pronto. Sin embargo, si la humanidad no deja de ofender a Dios, otra guerra peor surgirá en el Reino del Papa Pío XI. Cuando ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que éste es el gran signo que Dios les da, porque el va a castigar el mundo por sus crímenes a través de las guerras, el hambre, la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir esto, Yo vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión de reparación de los Primeros Sábados.
Si mi petición es acatada, Rusia se convertirá, y habrá paz. Si no, Rusia transmitirá sus errores a través del mundo, promoviendo guerras y la persecución de la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas; en el final mi Inmaculado Corazón triunfará. El santo Padre consagrara Rusia a mi la cual se convertirá, y algún tiempo de paz se le dará al mundo.»
Texto original del Tercer Secreto de Fátima
Explicación que dio el entonces Cardenal Ratzinger
Revelado el 13 de julio de 1917 a los tres pastores en Cova de Iria y transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944. Fue hecho público por el Secretario de Estado, Cardenal Angelo Sodano, el 13 de mayo del 2000.
«Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
«Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él’ a un Obispo vestido de Blanco ‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre».
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».
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