Poesia

Francisco de Quevedo: El siglo de oro español

septiembre 14, 2010


Polvo serán, mas polvo enamorado…
FQ

«A una nariz»

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.

Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.

«Amor cosntante más allá de la muerte»

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;

más no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.

«Compara el discurso de su amor con el de un arroyo»

Torcido, desigual, blando y sonoro,
te resbalas secreto entre las flores,
hurtando la corriente a los calores,
cano en la espuma, y rubio como el oro.

En cristales dispensas tu tesoro,
Líquido plectro a rústicos amores,
y templando por cuerdas ruiseñores,
te ríes de crecer, con lo que lloro.

De vidrio en las lisonjas divertido,
gozoso vas al monte, y despeñado
espumoso encaneces con gemido.

No de otro modo el corazón cuitado,
a la prisión, al llanto se ha venido,
alegre, inadvertido y confiado.

«Amante desesperado del premio y obstinado en amar»

Qué perezosos pies, que entretenidos
pasos lleva la muerte por mis daños;
el camino me alargan los engaños
y en mí se escandalizan los perdidos.

Mis ojos no se dan por entendidos,
y por descaminar mis desengaños,
me disimulan la verdad los años
y les guardan el sueño a los sentidos.

Del vientre a la prisión vine en naciendo,
de la prisión iré al sepulcro amando,
y siempre en el sepulcro estaré ardiendo.

Cuantos plazos la muerte me va dando
prolijidades son, que va creciendo,
porque no acabe de morir penando.

«Amante que hace lección para aprender a amar de maestros irracionales»

Músico llanto en lágrimas sonoras
llora monte doblado en cueva fría,
y destilando líquida armonía,
hace las peñas cítaras canoras.

Ameno y escondido a todas horas,
en mucha sombra alberga poco día:
no admite su silencio compañía,
sólo a ti, solitario, cuando lloras.

Son tu nombre, color, y voz doliente,
señas más que de pájaro, de amante:
puede aprender dolor de ti un ausente.

Estudia en tu lamento y tu semblante
gemidos este monte y esta frente:
y tienes mi dolor por estudiante.

«Refiere su nacimiento y las propiedades que le comunicó»

Parióme adrede mi madre,
¡ojalá no me pariera!,
aunque estaba cuando me hizo,
de gorja naturaleza.
Dos maravedís de luna
alumbraban a la tierra,
que por ser yo el que nacía,
no quiso que un cuarto fuera.
Nací tarde, porque el sol
tuvo de verme vergüenza,
en una noche templada
entre clara y entre yema.
Un miércoles con un martes
tuvieron grande revuelta,
sobre que ninguno quiso
que en sus términos naciera.
Nací debajo de Libra,
tan inclinado a las pesas,
que todo mi amor le fundo
en las madres vendederas.
Dióme el León su cuartana,
dióme el Escorpión su lengua,
Virgo, el deseo de hallarle,
y el Carnero su paciencia.
Murieron luego mis padres,
Dios en el cielo los tenga,
porque no vuelvan acá,
y a engendrar más hijos vuelvan.
Tal ventura desde entonces
me dejaron los planetas,
que puede servir de tinta,
según ha sido de negra.
Porque es tan feliz mi suerte,
que no hay cosa mala o buena,
que aunque la piense de tajo,
al revés no me suceda.
De estériles soy remedio,
pues con mandarme su hacienda,
les dará el cielo mil hijos,
por quitarme las herencias.
Y para que vean los ciegos
pónganme a mí a la vergüenza;
y para que cieguen todos,
llévenme en coche o litera.
Como a imagen de milagros
me sacan por las aldeas,
si quieren sol, abrigado,
y desnudo, porque llueva.
Cuando alguno me convida
no es a banquetes ni a fiestas,
sino a los misas cantanos
para que yo les ofrezca.
De noche soy parecido
a todos cuantos esperan,
para molerlos a palos,
y así inocente me pegan.
Aguarda hasta que yo pase
si ha de caerse una teja;
aciértanme las pedradas,
las curas sólo me yerran.
Si a alguno pido prestado,
me responde tan a secas,
que en vez de prestarme a mí,
me hace prestar la paciencia.
No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.
No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe,
ni enemigo que no tenga.
Agua me falta en el mar,
y la hallo en las tabernas,
que mis contentos y el vino
son aguados donde quiera.
Dejo de tomar oficio,
porque sé por cosa cierta,
que siendo yo el calcetero
andarán todos en piernas.
Si estudiara medicina,
aunque es socorrida ciencia,
porque no curara yo,
no hubiera persona enferma.
Quise casarme estotro año,
por sosegar mi conciencia,
y dábanme un dote al diablo,
con una mujer muy fea.
Si intentara ser cornudo,
por comer de mi cabeza,
según soy de desgraciado,
diera mi mujer en buena.
Siempre fue mi vecindad
mal casados que vocean,
herradores que madrugan,
herreros que me desvelan.
Si yo camino con fieltro
se abrasa en fuego la tierra,
y en llevando guardasol
está ya de Dios que llueva.
Si hablo a alguna mujer,
y le digo mil ternezas,
o me pide o me despide,
que en mí es una cosa mesma.
En mí lo picado es roto,
ahorro cualquier limpieza,
cualquier bostezo es hambre,
cualquiera color vergüenza.
Fuera un hábito en mi pecho
remiendo sin resistencia,
y peor que besamanos
en mí cualquier encomienda.
Para que no estén en casa
los que nunca salen della,
buscarlos yo sólo basta,
pues con eso estarán fuera.
Si alguno quiere morirse
sin ponzoña o pestilencia,
proponga hacerme algún bien,
y no vivirá hora y media.
Y a tanto vino a llegar
la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase
con mi humildad tu soberbia.
Y viendo que mi desgracia
no dio lugar a que fuera
como otros tu pretendiente,
vine a ser tu pretenmuela.
Bien sé que apenas soy algo,
mas tú de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,
que estoy preñado sospechas.
Aquesto Fabio cantaba
a los balcones y rejas
de Aminta, que aun de olvidarle
le han dicho que no se acuerda.

Francisco de Quevedo

Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, nació en Madrid, el 14 de septiembre de 1580.
Noble, político y uno de los más grandes escritores de la historia de la literatura española, perteneciente al Siglo de Oro, y uno de los autores más destacados de la literatura universal.
Hijo de una familia de hidalgos de origen cántabro, nació con serias deformidades en los pies y miope, por lo que su infancia fue solitaria e infeliz, rodeado de la nobleza y gentes potentadas de la sociedad madrileña, su madre era dama de la reina, y su padre, secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria, tuvo que soportar las burlas de otros niños, lo que le llevó a refugiarse en la lectura.
Mostrando de forma precoz su gran inteligencia fue enviado a estudiar al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, y posteriormente a la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió Teología, sin llegar a ordenarse, y lenguas antiguas y modernas.
En una estancia de la Corte en Valladolid circularon los primeros poemas de Quevedo que parodiaban los de Luis de Góngora, el poeta cordobés lo detectó con rapidez, y comenzó sus ataques, con una serie de poemas, a los que Quevedo contestó, siendo ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cordobés.
Sin embargo diversas fuentes dudan de esa famosa enemistad, y sostienen que esas controversias eran ejercicios habituales en la poesía barroca; sí existía una sustancial diferencia es sus respectivas obras entre el estilo conceptista de Quevedo y el culteranismo de Góngora,
Góngora nunca nombra a Quevedo y las atribuciones de las sátiras de uno y otro son bastante dudosas; a la muerte de Góngora, Quevedo era un escritor casi inédito.
La obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, aproximadamente un 40% de ellos, satíricos. La primera impresión de sus poemas tuvo lugar en 1605, en la antología conocida con el nombre de «Primera parte de las flores de poetas ilustres de España».
Ostentó los títulos de: Señor de La Torre de Juan Abad y Caballero de la Orden de Santiago.
Murió en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, el 8 de septiembre de 1645.

También de Francisco de Quevedo en este blog:

«Francisco de Quevedo: A quien la buena dicha no enfurece…»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: Alimenté tu saña con la vida…»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: A la mar»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: Enseña como todas las cosas avisan de la muerte»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: Fue sueño ayer, mañana será tierra…»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: El siglo de oro español – A una nariz»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo: Pues amarga la verdad… (Letrillas satíricas)»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo y Villegas: Patria»: AQUÍ

«Francisco de Quevedo y Villegas: Frases»: AQUÍ

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