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Francisco Toledo
Francisco Benjamín López Toledo nació en Ciudad de México, México, el 17 de julio de 1940.
Pintor, impresor, dibujante, pintor, escultor y ceramista de orígenes zapotecas,fue uno de los mayores artistas plásticos de México, reconocido en todo el mundo.
Fue así mismo muy importante su destacada labor como activista de izquierdas, luchador social, ambientalista, promotor y difusor cultural, y filántropo.
Hombre comprometido con sus orígenes indígenas, es uno de los máximos promotores de la defensa del patrimonio artístico del estado de Oaxaca.
Apoyó numerosas causas enfocadas tanto a la promoción y conservación del patrimonio artístico mexicano como al libre acceso a la formación artística y el cuidado del medio ambiente natural.
Desde muy pequeño Francisco Toledo demostró una especial habilidad para el dibujo, y su padre alentó esa temprana tendencia al ceder a sus colores las paredes de la casa.
Su abuelo Benjamín, zapatero del pueblo de Ixtepec, multiplicó su imaginación con salidas campestres en busca de resina vegetal, perladas de relatos populares en los que los seres fantásticos se entremezclaban con todo tipo de animales y personajes legendarios.
A los once años se instaló en la ciudad colonial de Oaxaca, para cursar la escuela secundaria. Y después en México, D. F. para recibir clases en el taller de grabado de la Escuela de Diseños y Artesanías, a la que llegó con la experiencia de haber realizado sus primeros grabados en el taller oaxaqueño de Arturo García Bustos.
Con apenas diecinueve años, expuso sus obras en México y en Fort Worth, Texas.
El gran contraste y el mestizaje enriquecedor se produjeron entre 1960 y 1965, cuando viajó becado a París para estudiar y trabajar en el taller de grabado de Stanley Hayter.
A los tres años de estar en Europa realizó su primera muestra en una galería parisiense; un año más tarde expuso en Toulouse y en la Tate Gallery de Londres, con catálogo prologado por Henry Miller, y en Nueva York.
En Francia fue reconocido enseguida como un artista singular y muy aplaudido.
Regresó a México con una técnica pictórica depurada que no dejaría de enriquecer, así como con la influencia de los europeos Alberto Durero, Paul Klee o Marc Chagall. Aunque, en realidad, su mayor influencia provino de los códices que recogieron los símbolos prehispánicos.
En sus obras se refleja su amor por la estética de la naturaleza, particularmente la de animales que no son de forma convencional asociados con la belleza, como por ejemplo, monos, murciélagos, iguanas, sapos e insectos.
En su escultura, tuvo dos formas de expresión: una donde representó cosas del mundo natural, específicamente bestiarios de distintos animales, y otra donde se despegó totalmente de la realidad.
Según la crítica de arte Lilia Driben, Toledo «fragua un universo que ata cabos con lo real y, simultáneamente, despliega la metáfora».
En su obra es frecuente la representación de la figura humana y de otros animales en una suerte de apareamiento, ya sea explícito o simbólico.
En ese sentido, su visión moral afirma que el mundo de los humanos y el de los animales es uno con la naturaleza.
En sus cuadros se representa mucho la androginia.
Se sirvió de la modernidad y la vanguardia de otras civilizaciones, especialmente la europea, para sus obras, y mostró un sentido de lo fantástico muy desarrollado, al crear criaturas antropomórficas que son, a la vez, monstruosas y juguetonas, personajes que incluye en sus papalotes, libros de artista, máscaras, piezas de joyería y complejos grabados.
Debido a sus obras, se dice que Toledo perteneció a la Generación de la Ruptura, aunque no haya pertenecido históricamente a la misma.
Practicó con extraordinario colorismo la acuarela, el óleo, el gouache y el fresco, pero también la litografía, el grabado, el diseño de tapices, la cerámica o la escultura en piedra, madera y cera, buscando siempre renovar formas y técnicas.
Murió en Oaxaca de Juárez, Oaxaca, México, el 5 de septiembre de 2019.
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