Arquitectos de Sueños: Fátima Fernandez Mendez en La Nueva España

«Arquitectos de sueños»

Hay frases que se inventaron para el cine, pero que con el paso del tiempo han creado historia y han pasado, por una u otra razón, a formar parte del vocabulario de millones de personas.

Todos alguna vez, sentados en una butaca de una sala de cine hemos escuchado una frase que nos ha emocionado, enamorado o sorprendido, incluso algunas de ellas han llegado a ser tan importantes que se han convertido en parte de nosotros mismos; son frases memorables que pararán a la posteridad y a la memoria colectiva de películas inolvidables, así como actores y actrices estarán para siempre unidos a una cita escrita por alguien completamente desconocido.

No es de extrañar que nadie recuerde a los guionistas. Son los seres invisibles del cine, y aunque son quienes escriben las películas que tanto nos divierten y nos emocionan siguen siendo unos grandes desconocidos por el gran público, hasta el punto que parecen escritores prescindibles, aunque evidentemente no lo son.
Olvidamos con frecuencia que el cine es un arte de creación colectiva y que gira en torno a un guión (sin él no hay cine o serie que valga); los guionistas no sólo deciden qué parte de la realidad quieren seleccionar, sino en la manera que quieren contarnos una historia y el orden de los acontecimientos. Son los arquitectos de sueños, escritores que utilizan la literatura para no hacer literatura sino imagen. Una profesión que está injustamente tratada desde el punto de vista socioeconómico y plagada de incertidumbre que incorpora a nuestra vida cotidiana frases estelares del cine.
¿Quién puede olvidarse del emocionante grito de Mel Gibson «Podrán quitarnos la vida pero jamás nos quitarán la libertad» en Braveheart?, ¿Quién no recuerda a Ingrid Bergman en Casablanca cuando le dice al pianista: Tócala Sam; toca «El tiempo pasará» o esta otra, una de las frases más celebres de la historia del cine y quizá una de las más románticas «siempre nos quedará París…», o aquella sentencia incombustible que salió de los labios de Clark Gable al final de la película Lo que el viento se llevó «francamente querida, eso no me importa», o en El padrino «Voy a hacerte una oferta que no podrás a rechazar» y qué me dicen de la frase de Alec Guiness en La Guerra de las galaxias «Que la Fuerza te acompañe» o la Robert De Niro en El cabo del Miedo «¿Abogado? Abogado… ¿estás ahí?¿Abogado? Sal ratita quiero verte la colita».
Aunque personalmente, la cita que más me gusta corresponde a la película Blade Runner, cuando Roy Batty dice: «Yo he visto cosas que vosotros jamás creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».
Es indiscutible que a la hora de declarar el amor las películas han dado cátedra en la materia, a menudo siendo muchas frases de cine utilizadas por enamorados en la vida real. Se dice que Lauren Bacall, la cuarta y última esposa de Humphrey DeForest Bogart, enterró junto a las cenizas de su marido un pequeño silbato de oro que él le había regalado antes de casarse. El sentido es obvio para cualquiera que recuerde la frase «si me necesitas, simplemente silba», una de las más míticas de la primera película que realizaron juntos «Tener o no tener». Y es que el cine es más que un superficial y mero entretenimiento. Adapta la palabra literaria para conjugarla con su propio lenguaje, ofreciendo auténticas muestras de arte a toda la población, al margen de su capacidad o edad y desde las más variadas zonas y culturas del planeta.

Fuente: Muchacha de Sal