«Vienen las horas, horas de cielo azul,
y de verano, sobre la copa verde.
Vienen sobre las velas de la mar
del sur y luego sobre los hombres vienen…»
PM
«Elegía del 14 de junio»
Se respira a estas horas
bocanadas de aire de una atmósfera inquieta.
Cruzan puñales de silencio, lívidos
puñales de silencio innominado.
Ni un rumor, ni una hazaña secreta,
ni un vencido poblado.
El dolor más oscuro cava incesantemente.
Muerde la boca su vencida lengua, y chupa
la sangre airada que tiene un sabor a gente.
Galopa la brisa con la muerte en la grupa.
Saber que los hombres puros, los tejidos
en una labor más fina que la de las arañas,
muerden y pelean sin horas ni sonidos,
sin flautas del esfuerzo ni tímpanos de hazañas.
Ver lo que envuelve el silencio más crudo.
Que es la lucha más firme y la fe delicada,
hecha de piedra pura y de corazón desnudo,
convertida en silencio y edificio de nada.
Saber que aquellas frentes vestidas por la luna
de una genuina palidez, sudor de sueño,
transitan por un eco de noticia ninguna,
por un triunfo sin arco y una gloria sin dueño.
Dolidamente cruzan sus dos manos de ira
los relojes callados, erguidos en la esfera.
Es un tiempo que pasa y que parece mentira.
Sólo la sien golpeando parece verdadera.
Y nadie sabe nada, sólo que no se rinde
nunca la piedra pura y el corazón abierto.
Y que toda esperanza se recoge en la linde
sollozada de luna de un combatiente muerto.
Y que toda victoria tiene melancolía.
Taciturno perfil de mariposa inquieta.
Justa gloria, aunque no hayan ruidos sobre el tejado.
Ni crucen en las horas solas de lejanía,
ni un rumor, ni una hazaña secreta,
ni un vencido poblado.
«Concierto de esperanza para la mano izquierda»
Introducción
Los rodillos cayeron sobre los guijarros. Y
la aurora al bailar devino polvareda.
¡Oh, todo quedó reducido a polvo! ¡Polvo!
Hasta las mismas lágrimas vertidas
recobran su estructura polvorienta.
Un justo anhelo de morir despierto
para no perdurar solamente dormido.
Una equidad o ecuación o igualdad
universable del asesinato. Y por lo mismo
todo en polvo y sinrazón como un antiguo piano.
A esto ha quedado reducido este país.
A polvo. Puesto que nada permanece en pie.
Ni en piedra…
Y continuando el argumento frío
con que está construido este concierto
no queda más que un pérfido compás
que repetidamente apaga al instrumento vida.
Dada que simplemente equilibrando el tiempo
sobre una tensa cuerda, la vibración ecuánime
comporta resultados que se extienden timbremente
por sin sobre tras de la contienda humana.
Y no admitamos que pudo sufrirse más y todavía
puede sufrirse más cuando es sabido
que una fuerza superior y más rentable
decide el contenido de nuestras existencias.
Se puede ser más débil que el final proyectado
se puede ser más débil todavía. Sin embargo
la naturaleza misma de los pueblos constituye
un sistema de violencia un coro de conmoción
que denodadamente restablece la asonancia vida.
Una violencia tal que como tal violencia
no es más que una respuesta sí o una respuesta no.
Y es así como ha sido decretado que la muerte
definitivamente debe morir, quedar cumplidamente
muerta, airadamente muerta la misma muerte.
Desplazada y borrada de las calles nocturnas
y los viejos caminos. Echada de las casas
universitarias y los sindicatos en huelga.
Proscrita de los ríos y las húmedas solitarias
celdas. Del Código Penal. Y de la isla
de Santo Domingo situada en el Mar Caribe
donde el asesinato por temor y por terror
anuncia su pertinaz imperio sobre el mundo.
«A capriccio»
Este concierto
no ha sido copiado
de manuscrito alguno.
No ha sido extraído
de ninguna botella
descubierta en la playa.
Ni en los bolsillos
de un centinela exacto
que se quedó dormido.
Ni en las bodegas
de un galeón hundido
desde entonces.
La herencia de algún
pirata no lo ha dejado
en la arena.
Ni siquiera ha sido
escuchado en un piano
de cola todavía.
Este concierto
obedece a su propia
concreta situación
porque en esencia
todo ha sido reducido
a polvo. ¡Polvo!
Y hay que ordenar
un toque de esperanza
al primer corneta
y al último redoblante
del batallón de
la mañana.
«Solo de esperanza»
La esperanza es un nido
y una semilla en el suelo.
La esperanza una flor
en forma de coliflor
que mastican lejanos
los camellos.
La esperanza es la raíz
en la humedad, y el arroyo
en el desierto.
El barco sobre la mar
y Federico en sus versos.
La esperanza es un concierto
popular
en los años duros
y en doscientos muertos.
El caballo en la montaña
y en Granada un monumento.
La esperanza es un cuartel
de policía consagrado
a cuidar la tranquilidad
del pensamiento
el orden del arcoíris
y la equidad del recuerdo.
La esperanza es la esperanza
convertida en ley
de los pueblos,
el pueblo convertido en ley
y la esperanza en Gobierno.
La esperanza es un Estado
de muchachas escribiendo
un plan quinquenal de niños
y una constitución del soneto.
La esperanza es contar con todo
lo que necesita el librero
y el obrero de obras públicas
para trazar un camino
que una a todos los pueblos
del mundo,
convierta a todas las patrias
en una sola patria,
reúna todos los brazos
en un solo trabajo
sideral y alegre,
lleve la flor y la coliflor
a los desiertos,
traiga invasiones de trigo
y de manzana a los centrales
azucareros.
Un río de lunas que gira
en el corazón del sistema
planetario y derrama
la médula del hombre
sobre la espuma del
firmamento.
La esperanza es la muerte
de lo que fuera antiguo
y ha sido eterno.
La esperanza es la muerte de la muerte.
La esperanza es la esperanza
de reanudar la juventud del pueblo.
«Cadencia»
La esperanza es un muerto
con los labios mordidos.
La esperanza es crispar
los puños frente al olvido.
La esperanza es un tema triste
que resuena en un río negro
que llevamos dentro.
La esperanza es un íntimo
rencor cuando los pueblos
se desangran, cuando ha visto
el mundo llenarse de clamor
y sacrificio
no solamente el alma
de Santo Domingo
sino el tiempo el corazón
unánime del siglo
en todos los idiomas
y todos los delirios.
La esperanza es la hora
de impulsar la marcha
del reloj, de practicar
el barco sobre la mar
y el caballo en la montaña
que amaba Federico.
La esperanza es el fin
de la Humanidad
si no torcemos el rumbo
del rodillo
Si una antorcha y un puño
no alzan los volcanes
y desbordan los ríos
de redención en redención
hasta la carcajada de los niños.
La esperanza es la última
vez
cuando por delante y por detrás
no queda otro camino
que la realidad golpeante
y golpeable
palpitante y palpitable
como un vals
sobre los cinco sentidos.
La esperanza es el fin
de la esperanza
y el comienzo
del destino
de la esperanza.
«Pour toi»
Estoy de ti florecido
como los tiestos de rosas,
estoy de ti floreciendo
de tus cosas…
Menudo limo de amores
abona mis noches tuyas
y me florecen de sueños
como los cielos de luna…
Como tú mido los pasos
y la distancia es más corta,
hablo en tu idioma de amor
y me comprenden las rosas…
Es que ya estoy florecido.
Es que ya estoy floreciendo
de tus cosas.
«Alegría de la mañana blanca»
Son
las nubes
de almidón.
¡Estoy de besos henchido
como una vela blanca!
Alza mi alma un sonoro
cáliz de ritmo de plata
en la misa del sol y del verso
bajo los cúmulos de algodón.
Esta es la fiesta de un hombre
que emborrachó de emoción.
¿Quién te llevó por el río
para besarte la falda?
¿Quién te decía los versos
y te confiaba las cartas?
¿Quién te apretaba el meñique
y los besos te robaba?
¡Ah, las nubes de almidón
me poetizan la mañana!
Nadie te cuenta mis gozos
de almidón de nube blanca,
y tu sombra me persigue
por esta alegría larga…
¡Siga el canto! ¡Siga el canto!
Que el pecho me da en merengues
un corazón de guitarras!
Están de almidón los días
y de almidón las semanas:
días,
semanas,
días,
semanas
y siempre las alegrías
de almidón por las mañanas.
¿Quién sorprendió los cariños
y te contó las pisadas?
¿Quién se achicó en tus pupilas
por culpa de una mirada?
¡Ah, la mañana se asombra
de nubes almidonadas…!
Fiebre de luz y de sombra
violentamente contrastan,
las mismas que me dibujan
y en tus ojos me retratan.
¿Fiesta? La de tus ojos.
¿Parranda? La de tu cara.
Felicidad y alegría.
¡Triunfo de las nubes blancas!
Conviérteme todo en besos
para estamparme en tu cara.
«Hay un país en el mundo»
Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sencillamente agreste y despoblado
En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.
Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
de donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.
Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.
Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.
Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.
Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.
No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
…….
Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.
Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
Pero ebrio de orégano y de anís,
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. y un país,
en el mundo,
fragrante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.
…….
Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.
Donde un ángel respira.
donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carrera
un boyero se extingue con la tarde.
Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.
Pedro Mir
Nació en San Pedro de Macorís, Republica Dominicana, el 3 de junio de 1913.
Está considerado como uno de los grandes de la poesía hispanoamericana y el Poeta Nacional de la República Dominicana, declarado como tal en el Congreso Nacional de su país en 1984. Estuvo activamente comprometido social, y fue defensor de los explotados.
Se doctoró en Derecho llegando a ser profesor universitario, pero fue con la poesía con la que alcanzó la fama, siendo mensajero de su tierra en tiempos muy complicados para la Republica Dominicana.
Formó parte de la Generación de los Independientes del 40.
Murió en Santo Domingo, el 11 de Julio de 2000.
También de Pedro Mir en este blog:
«Pedro Mir: Ni un paso atrás»: AQUÍ
«Pedro Mir: Poeta Nacional de la República Dominicana – Elegía del 14 de junio»: AQUÍ
Bibliografía poética:
Hay un país en el mundo(1949)
Contracanto a Walt Whitman(1952)
Seis momentos de esperanza (1953)
Poemas de buen amor y a veces de fantasía (1969)
Amén De Mariposas (1969)
Tres leyendas de colores (1969)
El gran incendio (1969)
Viaje a la muchedumbre (1971)
Apertura a la estética (1974)
Las raíces dominicanas de la doctrina Monroe (1974)
El huracán Neruda (1975)
La gran hazaña de Límber y después otoño (1977)
Cuando amaban las tierras comuneras (1978)
Fundamentos de teoría y crítica del arte (1979)
La noción del período en la historia dominicana (1981)
¡Buen viaje, Pancho Valentín! (Memorias de un marinero) (1981)
Historia del hambre en la República Dominicana (1987)
Estética del soldadito (1991)
El lapicida de los ojos morados (1991)
Primeros versos (1993)
Ayer menos cuarto y otras crónicas (2000)
Ni un paso atrás
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