«Después de ti no habrá nada que llegue
y añada en amor algo más…»
«Cuando seamos viejos»
Para salvar las noches en que estas enfadada,
y con estos diez años que te llevo de ventaja,
voy a obligarte niña a mirarme a la cara,
y hasta que te lo diga, que no me des la espalda.
Cuando seamos viejos vas a llorar con rabia
de verte en el espejo la cara tan cambiada,
se llenaran de arrugas tus risas de muchacha.
Será mas insegura esa voz que hoy te manda.
Cuando seamos viejos no habrá tanta distancia,
sentirás menos miedo sabiéndome en tu cama.
Ya, ni discutiremos ni servirá de nada
te reñiré bajito lo que antes te chillaba.
Cuando seamos viejos, estarás mas cansada,
seremos compañeros, nos haremos mas falta,
cuando no estés conmigo te notaras muy rara,
y me encontraré perdido si un día nos separan
Cuando seamos viejos, veremos con nostalgia
sentados desde un banco, como la vida pasa,
yo hablando con alguno que no me entiende nada,
tu inventándote prisas para volver a casa.
Para salvar las noches que entonces serán largas,
y cuando estos mis diez años se vuelvan desventaja,
porque me falten fuerzas o a ti te falte gracia,
entonces niña vieja podrás darme la espalda.
Alberto Bourbon
Nació en Madrid, el 21 de junio de 1944.
A principios de 1967 se establecerá, ya para siempre, en Madrid. Plantará su cuartel general en el Whisky Jazz, templo del género regentado por su hermano Pierre. A él le gusta el jazz; sin embargo, es la época de la eclosión de los cantautores y Alberto Bourbon se sube muchos días al escenario para desgranar sus canciones con el único acompañamiento de una guitarra.
En 1971 sufrirá un gravísimo accidente de tráfico que casi le cuesta la vida y que le mantuvo tres años alejado de estudios y escenarios. Es una época en que se dedicó sobre todo a componer. En este aspecto, las cosas le ruedan de maravilla. Durante la primera mitad de los 70, escribirá canciones para Massiel, Mocedades, Isabel Patton y Rocío Jurado, por citar solo nombres.
A partir de los 90, la figura de Alberto Bourbon se diluye en el humo de los cigarrillos y pasea su figura bohemia por la noche madrileña, casi siempre ligado a sus queridos ambientes jazzísticos.
Sus canciones, imbuidas de Brel, son ante todo poesía. Unas letras costumbristas le convierten en el cronista de los 70, alejado de la mordacidad y los lugares comunes con los oídos siempre atentos y los ojos cargados de benevolencia hacia la realidad que le rodea.
Murió en Madrid, en 2001, víctima de un ataque cardíaco.
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