Poesia

Álvaro Mutis: Una calle de Córdoba

agosto 25, 2024


Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos…

AM

Mi recuerdo al escritor colombiano en el aniversario de su nacimiento.

«Una calle de Córdoba»

Para Leticia y Luis Feduchi

En una calle de Córdoba, una calle como tantas, con sus tiendas de postales y artículos para turistas,
una heladería y dos bares con mesas en la acera y en el interior chillones carteles de toros,
una calle con sus hondos zaguanes que desembocan en floridos jardines con su fuente de azulejos
y sus jaulas de pájaros que callan abrumados por el bochorno de la siesta,
uno que otro portón con su escudo de piedra y los borrosos signos de una abolida grandeza;
en una calle de Córdoba cuyo nombre no recuerdo o quizá nunca supe,
a lentos sorbos tomo una copa de jerez en la precaria sombra de la vereda.
Aquí y no en otra parte, mientras Carmen escoge en una tienda vecina las hermosas chilabas que regresan
después de cinco siglos para perpetuar la fresca delicia de la medina en los tiempos de Al-Andalus,
en esta calle de Córdoba, tan parecida a tantas de Cartagena
de Indias, de Antigua, de Santo Domingo o de la derruida Santa María del Darién,
aquí y no en otro lugar me esperaba la imposible, la ebria certeza de estar en España.
En España, a donde tantas veces he venido a buscar este instante, esta devastadora epifanía,
sucede el milagro y me interno lentamente en la felicidad sin término
rodeado de aromas, recuerdos, batallas, lamentos, pasiones sin salida,
por todos esos rostros, voces, airados reclamos, tiernos, dolientes ensalmos;
no sé cómo decirlo, es tan difícil.
Es la España de Abu-l-Hassan Al-Husri, «El ciego», la del bachiller Sansón Carrasco,
la del príncipe Don Felipe, primogénito del César, que desembarca en Inglaterra todo vestido de blanco,
para tomar en matrimonio a María Tudor, su tía, y deslumbrar con sus maneras y elegancia a la corte inglesa,
la del joven oficial de albo coleto que parece pedir silencio en Las lanzas de Velázquez;
la España, en fin, de mi imposible amor por la Infanta Catalina Micaela, que con estrábico asombro
me mira desde su retrato en el Museo del Prado,
la España del chófer que hace poco nos decía: «El peligro está donde está el cuerpo».
Pero no es sólo esto, hay mucho más que se me escapa.
Desde niño he estado pidiendo, soñando, anticipando,
esta certeza que ahora me invade como una repentina temperatura, como un sordo golpe en la garganta,
aquí en esta calle de Córdoba, recostado en la precaria mesa de latón mientras saboreo el jerez
que como un ser vivo expande en mi pecho su calor generoso, su suave vértigo estival.
Aquí, en España, cómo explicarlo si depende de las palabras y éstas no son bastantes para conseguirlo.
Los dioses, en alguna parte, han consentido, en un instante de espléndido desorden,
que esto ocurra, que esto me suceda en una calle de Córdoba,
quizá porque ayer oré en el Mihrab de la Mezquita, pidiendo
una señal que me entregase, así, sin motivo ni mérito alguno,
la certidumbre de que en esta calle, en esta ciudad, en los interminables olivares quemados al sol,
en las colinas, las serranías, los ríos, las ciudades, los pueblos, los caminos, en España, en fin,
estaba el lugar, el único e insustituible lugar en donde todo se cumpliría para mí
con esta plenitud vencedora de la muerte y sus astucias, del
olvido y del turbio comercio de los hombres.
Y ese don me ha sido otorgado en esta calle como tantas
otras, con sus tiendas para turistas, su heladería, sus bares, sus portalones historiados,
en esta calle de Córdoba, donde el milagro ocurre, así, de
pronto, como cosa de todos los días,
como un trueque del azar que le pago gozoso con las más negras horas de miedo y mentira,
de servil aceptación y de resignada desesperanza,
que han ido jalonando hasta hoy la apagada noticia de mi vida.
Todo se ha salvado ahora, en esta calle de la capital de los
Omeyas pavimentada por los romanos, en donde el Duque de Rivas moró en su palacio de catorce
jardines y una alcoba regia para albergar a los reyes nuestros señores.
Concedo que los dioses han sido justos y que todo está, al fin, en orden.
Al terminar este jerez continuaremos el camino en busca de
la pequeña sinagoga en donde meditó Maimónides
y seré, hasta el último día, otro hombre o, mejor, el mismo
pero rescatado y dueño, desde hoy, de un lugar sobre la tierra.

Álvaro Mutis

De: Los emisarios, 1984
Recogido en: Suma de Maqroll el gaviero : Poesía reunida, 1948-1988,
Ed. Lumen 2022
ISBN: 9788483465325

Álvaro Mutis Jaramillo nació en Bogotá, Colombia, el 25 de agosto de 1923.
Poeta y novelista, está considerado uno de los escritores hispanoamericanos contemporáneos más importantes.
Entre otros galardones obtuvo:
Premio Nacional de Letras de Colombia, 1974.
Premio Nacional de Poesía de Colombia, 1983.
Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1997.
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1997.
Premio Cervantes en 2001.
Murió en Ciudad de México, el 22 de septiembre de 2013.

Octavio Paz dijo…

Mutis es un poeta de la estirpe más rara en español: rico sin ostentaciones y sin despilfarro. Necesidad de decirlo todo y conciencia de que nada se dice. Amor por la palabra, desesperación ante la palabra, odio a la palabra: extremos del poeta. Gusto del lujo y gusto por lo esencial, pasiones contradictorias pero que no se excluyen y a las que todo poeta debe sus mejores poemas.

También de Álvaro Mutis en este blog

«Álvaro Mutis: Una calle de Córdoba»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Una palabra»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Grieta matinal»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Lied de la noche»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: El miedo»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Tríptico de la Alhambra»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Exilio»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Amén»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Sonata 2»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Cádiz»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: El deseo»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Letanía»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Estela para Arthur Rimbaud»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Ciudad»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Nocturno 2»: AQUÍ

«Álvaro Mutis: Sonata»: AQUÍ

Bibliografía poética:

La Balanza – 1948
Los elementos del desastre – 1953
Un homenaje y siete nocturnos – 1986
Reseña de los hospitales de Ultramar – 1965
Caravansary – 1981
Los emisarios – 1984
Crónica regia y alabanza del reino – 1985
Los trabajos perdidos – 2005

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