La libertad se aprende ejerciéndola.
Recordando a la política madrileña en el aniversario de su nacimiento.
Clara Campoamor
Algunas de sus frases:
A mi pudiéronme cargarse todos los pecados políticos imaginarios de la mujer, y pasárseme todas las cuentas del menudo rencor. Lo que no espero ocurra es que se eleve una voz, una sola, de ese campo de la izquierda, de quien hube de sufrirlo todo, por ser el único que ideológicamente me interesa, y al que aún aislada sirvo.
Ante todo soy humanista.
Aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros […]
¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar?
¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?
¿De qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España […]
Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo.
El feminismo es una protesta valerosa de todo un sexo contra la positiva disminución de su personalidad.
¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad?
Estoy tan alejada del fascismo como del comunismo. Soy liberal.
La división tan sencilla como falaz hecha por el gobierno entre fascistas y demócratas, para estimular al pueblo, no se corresponde con la verdad. La heterogénea composición de los grupos que constituyen cada uno de los bandos (…) demuestra que hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados como anti demócratas en el bando gubernamental.
La victoria total, completa, aplastante de un bando sobre el otro, cargará al vencedor con la responsabilidad de todos los errores cometidos y proporcionará al vencido la base de la futura propaganda, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella
República, república siempre, la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos.
Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar , a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras.
Se torturaba a los acusados en las prisiones; se fusilaba a los presos sin formación de causa en los patios de los cuarteles y se cerraban los ojos a las persecuciones y atrocidades perpetradas por la policía durante aquellos dieciséis meses. Hubo sólo tres ejecuciones oficiales: ¡Cuánta clemencia! Pero hubo millares de presos y centenares de muertos, torturados y mutilados. ¡Execrable crueldad! He aquí el trágico balance de una represión, que, de haber sido severa, pero legal, limpia y justa en sus métodos, hubiera causado mucho menos daño al país.
Señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer?
Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.
Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.
Clara Campoamor
Clara Campoamor Rodríguez nació en Madrid, el 12 de febrero de 1881.
Fue política y una denodada defensora de los derechos de la mujer.
Creó la Unión Republicana Femenina y fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino en España.
A la muerte de su padre, cuando ella contaba 10 años de edad, hubo de ponerse a trabajar, ejerciendo como modista, telefonista y dependienta.
En 1909 obtuvo una plaza como funcionaria de segunda clase del Cuerpo de Correos y Telégrafos del Ministerio de la Gobernación, que la llevó a sucesivos cambios de destino. En 1914 ganó con el primer puesto por oposición, una plaza en el Ministerio de Instrucción Pública, lo que le permitió volver a Madrid, siendo destinada como profesora especial de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas.
Pasó por diferentes puestos en la administración pública, entre ellos el de secretaria de Salvador Cánovas, director del periódico conservador maurista, La Tribuna, trabajo que le llevó a interesarse por la política.
Tras hacer el bachillerato, se matriculó en la Facultad de Derecho, licenciándose en 1924. Con 36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas en ese momento. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, un mes después que Victoria Kent.
Mantuvo una gran actividad como conferenciante en la Asociación Femenina Universitaria y en la Academia de Jurisprudencia, defendiendo siempre la igualdad de derechos de la mujer y la libertad política.
Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de Madrid capital en las elecciones de 1931, como miembro del Partido Radical, al que se había afiliado por haberse proclamado éste «republicano, liberal, laico y democrático».
Durante el periodo de las Cortes Constituyentes de 1931 formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva República integrada por 21 diputados.
En dicho organismo luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado «voto femenino»; logró todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en el pleno.
El 1 octubre de 1931, las mujeres obtuvieron el derecho al voto en España por 161 votos frente a 131 de Clara Campoamor, entonces diputada en las Cortes Generales, que lo defendió frente a Victoria Kent, en un mítico discurso.
En aquel momento las mujeres se podían presentar a unos comicios pero no podían votar en ellos.
El derecho fue ejercido por primera vez por las mujeres en las elecciones de 1933.
El camino no había sido fácil, los políticos del momento arengaban que incluir a las mujeres en la censo electoral significaba contar con «seres incapaces», siendo los partidos de izquierda los más reacios, aduciendo que la mujer en España estaba muy influida por la Iglesia y votarían a favor de la derecha.
Contó con el apoyo de la mayor parte del Partido Socialista —con algunas excepciones importantes como la de Indalecio Prieto—, buena parte de la derecha, casi todos los diputados de Esquerra Republicana de Catalunya y pequeños grupos republicanos como los progresistas y la Agrupación de Defensa de la República. Tuvo en contra a su propio partido, del que sólo la apoyaron cuatro de sus compañeros.
Ni ella ni Victoria Kent consiguieron renovar sus escaños en las elecciones de 1933.
Abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA, y cuando ese mismo año intentó unirse a Izquierda Republicana (fusión de radicalsocialistas, azañistas y galleguistas), su admisión fue denegada. Fue entonces cuando escribió y publicó: «Mi pecado mortal. El voto femenino y yo», que constituye todo un testimonio personal de sus luchas parlamentarias.
Al estallar la guerra civil se exilió a París y de allí a Buenos Aires, donde residió una década, ganándose la vida como traductora, conferenciante y escribiendo biografías, entre ellas las de: Concepción Arenal, Sor Juana Inés de la Cruz, y Quevedo.
Intentó volver a España a fines de la década de 1940, pero desistió tras saber que estaba procesada por su pertenencia a una logia masónica.
En 1955 se instaló en Lausana, donde trabajó en un bufete de abogados hasta que perdió la vista
Murió en Lausana, Suiza, a causa de un cáncer, el 30 de abril de 1972.
En 1998 la Secretaría de Igualdad del PSOE andaluz instituyó los Premios Clara Campoamor que reconocen anualmente, uno por provincia y uno especial, a aquellas personalidades o colectivos que se hayan significado en la defensa de la igualdad de la mujer.
Discurso completo de aquel memorable 1 de octubre de 1931: AQUÍ
1 Comment
Información Bitacoras.com
Valora en Bitacoras.com: “La libertad se aprende ejerciéndola.” Recordando a la política madrileña en el aniversario de su nacimiento. Clara Campoamor Algunas de sus frases: A mi pudiéronme cargarse todos los pecados políticos imaginarios de la mujer..…