Poesia

Fernando Pessoa: El guardador de rebaños

noviembre 25, 2012


«…No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si Él quisiera que yo creyera en Él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo…»

FP

«El guardador de rebaños»

I

Yo nunca guardé rebaños
Pero es como si los guardara.
Mi alma es como un pastor,
Conoce el viento y el sol
Y anda de la mano de las Estaciones
Siguiendo y mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
Viene a sentarse a mi lado.
Pero yo quedo triste como una puesta de sol
Para nuestra imaginación,
Cuando enfría el fondo del llano
Y se siente la noche entrada
Como una mariposa por la ventana.
Pero mi tristeza es sosiego
Porque es natural y justa
Y es lo que debe estar en el alma
Cuando ya piensa que existe
Y las manos cogen flores sin que ella se entere.
Como un ruido de cencerros
Más allá de la curva del camino
Mis pensamientos están contentos
Sólo me da pena saber que ellos están contentos
Porque, si no lo supiera,
En vez de estar contentos y tristes,
Estarían alegres y contentos.
Pensar incomoda como andar en la lluvia
Cuando el viento crece y parece que llueve más.
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
Y si deseo a veces,
Por imaginar, ser corderillo
(O ser el rebaño todo
Para andar disperso por toda la ladera
Siendo muchas cosas felices al mismo tiempo),
Es sólo porque siento lo que escribo a la puesta de Sol,
O cuando una nube pasa la mano por encima de la luz
Y corre un silencio por la hierba.
Cuando me siento a escribir versos
O, paseando por los caminos o por los atajos,
Escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,
Siento un cayado en las manos
Y veo una imagen de mí
En la cima de un otero,
Mirando mi rebaño y viendo mis ideas,
O mirando mis ideas y viendo mi rebaño,
Y sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice
Y quiere fingir que comprende.
Saludo a todos los que me leen,
Agitando el sombrero ancho
Cuando me ven en mi puerta
Apenas la diligencia se levanta en la cima del otero.
Los saludo y les deseo sol,
Y lluvia, cuando la lluvia es necesaria,
Y que sus casas tengan
Al pie de una ventana abierta
Una silla predilecta
Donde se sienten leyendo mis versos.
Y al leerlos piensen
Que soy cualquier cosa natural—
Por ejemplo, el árbol antiguo
A la sombra del cual cuando niños,
Se sentaban con un sofoco, cansados de jugar,
Y limpiaban el sudor de la cabeza caliente
Con la manga del mandil rayado.

II

Mi mirar es nítido como un girasol
Tengo la costumbre de andar por los caminos
Mirando a derecha y a izquierda,
Y de vez en cuando para atrás…
Y lo que veo a cada momento
Es aquello que nunca antes había visto,
Y me doy cuenta muy bien…
Sé tener el pasmo esencial
Que tiene un niño, si, al nacer,
Repara de veras en su nacimiento…
Me siento nacido a cada momento
Para la eterna novedad del mundo…
Creo en el mundo como en una margarita,
Porque lo veo. Pero no pienso en él
Porque pensar es no comprender…
El mundo no se hizo para que lo pensaramos
(Pensar es estar enfermo de los ojos)
Sino para mirarnos en él y estar de acuerdo…
No tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que ella es,
Si no porque la amo, y la amo por eso,
Porque quien ama nunca sabe lo que ama
Ni sabe porque ama, ni lo que es amar…
Amar es la inocencia eterna,
Y la única inocencia es no pensar

III

Al atardecer, recargado en la ventana,
Y sabiendo de soslayo que hay campos enfrente,
Leo hasta que me arden los ojos
El Libro de Cesario Verde.
Que pena tengo de él. Era un campesino
Que andaba preso en libertad por la ciudad.
Pero el modo conque miraba las casas,
Y el modo como observaba las calles,
Y la manera como se interesaba por las cosas,
Es la de quien mira los árboles
Y de quien baja los ojos por la calle adonde va
Y anda observando las flores que hay por los campos…
Por eso tenía aquella gran tristeza
que nunca dice bien que tenía
Pero andaba en la ciudad como quien anda en el campo
Y triste como disecar flores en los libros
Y poner plantas en jarros…

IV

La tormenta cayó esta tarde
Por las orillas del cielo
Como un pedregal enorme…
Como si alguien desde una ventana alta
Sacudiera un gran mantel,
Y las migajas todas juntas
Hicieran un barullo al caer,
La lluvia llovía del cielo
Y ennegreció los caminos…
Cuando los relámpagos sacudían el aire
Y abanicaban el espacio
Como una gran cabeza que dice que no,
No sé por qué —no tenía miedo—
Me puse a rezar a Santa Bárbara
Como si fuera yo la vieja tía de alguien…
¡Ah! es que rezando a Santa Bárbara
Yo me sentía aún más simple
De lo que creo ser…
Me sentía familiar y casero
Y habiendo pasado la vida
Tranquilamente, como el muro del patio;
Teniendo ideas y sentimientos por tenerlos
Como una flor tiene perfume y color…
Me sentía alguien que pudiera creer en Santa Bárbara…
¡Ah, poder creer en Santa Bárbara!
(¿Quién cree que existe Santa Bárbara,
Pensara que ella es persona y visible
O qué pensará de ella?)
(¡Qué artificio! ¿Qué saben
Las flores, los árboles, los rebaños,
De Santa Bárbara?… Una rama de árbol
Si pensara, nunca podría
Construir santos, ni ángeles…
Podría pensar que el sol
Es Dios, y que la tormenta
Es una multitud
Enfadada por encima de nosostros…
¡Ah, como los hombres más simples
Son enfermos y confusos y estúpidos
Cerca de la clara simplicidad
Y la salud de existir
En los árboles y las plantas!)
Y yo, pensando en todo esto,
Quedé otra vez menos feliz…
Quedé sombrío y enfermo y taciturno
Como un día en que todo el día amenaza la tormenta
Y ni siquiera de noche llega…

V

Hay metafísica bastante en no pensar en nada.
¿Qué pienso yo del mundo?
¡Qué sé yo lo que pienso del mundo!
Si me enfermara pensaría en eso.
¿Qué idea tengo yo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué es lo que he meditado sobre Dios y el alma
Y sobre la creación del Mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
Y no pensar. Es correr las cortinas
De mi ventana (pero no tiene cortinas).
¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo lo que es el misterio!
El único misterio es que haya alguien que piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos,
Comienza a no saber lo que es el sol
Y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero si abre los ojos y ve el sol,
Y ya no puede pensar en nada,
Es porque la luz del sol vale más que los pensamientos
De todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
Y por eso no se equivoca y es común y buena.
¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y copudos y de tener ramas
Y la de dar fruto en su hora, lo que no nos hace pensar,
A nosotros, que no sabemos entenderlos
¿Pero qué mejor metafísica que la de ellos
Que es de no saber para qué viven
Ni saber que no lo saben?
«Constitución íntima de las cosas»…
«Sentido íntimo del Universo»…
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increíble que se pueda pensar en cosas de ésas.
Es como pensar en razones y fines
Cuando el comienzo de la mañana está rayando
y por los lados de los árboles
Un vago oro lustroso va perdiendo la oscuridad.
Pensar en el sentido íntimo de las cosas
Es, acrecentado, como pensar en la salud
O llevar un vaso al agua de las fuentes.
El único sentido íntimo de las cosas
Es que ellas no tienen sentido íntimo ninguno.
No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si Él quisiera que yo creyera en Él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo
Y entraría adentro por mi puerta
Diciéndome, ¡Aqui estoy!
(Esto es tal vez ridículo a los oídos
De quien, por no saber lo que es mirar las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con el modo de hablar que reparar en ellas enseña)
Pero si Dios es las flores y los árboles
Y los montes y sol y el rayo de luna.
Entonces creo en Él,
Entonces creo en Él a toda hora,
Y mi vida toda es una oración y una misa,
Y una comunión con los ojos y por los oídos.
Pero si Dios es los árboles y las flores
Y los montes y el rayo de luna y el sol,
¿Para qué le llamo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y rayo de luna;
Porque si Él se hizo, para que yo lo vea,
Sol y rayo de luna y flores y árboles y montes,
Si Él se me aparece como árboles y montes
Y rayo de luna y sol y flores,
Es que Él quiere que yo lo conozca
como árboles y montes y flores y rayo de luna y sol.
Y por eso yo lo obedezco
(¿Qué más sé yo de Dios, que Dios de sí mismo?),
Le obedezco viviendo, espontáneamente,
Como quien abre los ojos y ve,
Y le llamo rayo de luna y sol y flores y árboles y montes,
Y lo amo sin pensar en Él
Y lo pienso viendo y oyendo,
Y ando con Él a toda hora.

Fernando Pessoa

Publicado con su heterónimo Alberto Caeiro

Traducción de Mario Bojórquez

Poema original en portugués

«O Guardador de Rebanhos»

I

Eu Nunca Guardei Rebanhos
Eu nunca guardei rebanhos,
Mas é como se os guardasse.
Minha alma é como um pastor,
Conhece o vento e o sol
E anda pela mão das Estações
A seguir e a olhar.
Toda a paz da Natureza sem gente
Vem sentar-se a meu lado.
Mas eu fico triste como um pôr de sol
Para a nossa imaginação,
Quando esfria no fundo da planície
E se sente a noite entrada
Como uma borboleta pela janela.
Mas a minha tristeza é sossego
Porque é natural e justa
E é o que deve estar na alma
Quando já pensa que existe
E as mãos colhem flores sem ela dar por isso.
Como um ruído de chocalhos
Para além da curva da estrada,
Os meus pensamentos são contentes.
Só tenho pena de saber que eles são contentes,
Porque, se o não soubesse,
Em vez de serem contentes e tristes,
Seriam alegres e contentes.
Pensar incomoda como andar à chuva
Quando o vento cresce e parece que chove mais.
Não tenho ambições nem desejos
Ser poeta não é uma ambição minha
É a minha maneira de estar sozinho.
E se desejo às vezes
Por imaginar, ser cordeirinho
(Ou ser o rebanho todo
Para andar espalhado por toda a encosta
A ser muita cousa feliz ao mesmo tempo),
É só porque sinto o que escrevo ao pôr do sol,
Ou quando uma nuvem passa a mão por cima da luz
E corre um silêncio pela erva fora.
Quando me sento a escrever versosOu, passeando pelos caminhos ou pelos atalhos,
Escrevo versos num papel que está no meu pensamento,
Sinto um cajado nas mãos
E vejo um recorte de mim
No cimo dum outeiro,
Olhando para o meu rebanho e vendo as minhas idéias,
Ou olhando para as minhas idéias e vendo o meu rebanho
E sorrindo vagamente como quem não compreende o que se diz
E quer fingir que compreende.
Saúdo todos os que me lerem,
Tirando-lhes o chapéu largo
Quando me vêem à minha porta
Mal a diligência levanta no cimo do outeiro.
Saúdo-os e desejo-lhes sol,
E chuva, quando a chuva é precisa,
E que as suas casas tenham
Ao pé duma janela aberta
Uma cadeira predileta
Onde se sentem, lendo os meus versos.
E ao lerem os meus versos pensem
Que sou qualquer cousa natural —
Por exemplo, a árvore antiga
À sombra da qual quando crianças
Se sentavam com um baque, cansados de brincar,
E limpavam o suor da testa quente
Com a manga do bibe riscado.

II

O Meu Olhar
O meu olhar é nítido como um girassol.
Tenho o costume de andar pelas estradas
Olhando para a direita e para a esquerda,
E de, vez em quando olhando para trás…
E o que vejo a cada momento
É aquilo que nunca antes eu tinha visto,
E eu sei dar por isso muito bem…
Sei ter o pasmo essencial
Que tem uma criança se, ao nascer,
Reparasse que nascera deveras…
Sinto-me nascido a cada momento
Para a eterna novidade do Mundo…
Creio no mundo como num malmequer,
Porque o vejo.Mas não penso nele
Porque pensar é não compreender …
O Mundo não se fez para pensarmos nele
(Pensar é estar doente dos olhos)
Mas para olharmos para ele e estarmos de acordo…
Eu não tenho filosofia: tenho sentidos…
Se falo na Natureza não é porque saiba o que ela é,Mas porque a amo, e amo-a por isso,
Porque quem ama nunca sabe o que ama
Nem sabe por que ama, nem o que é amar …
Amar é a eterna inocência,
E a única inocência não pensar…

III

Ao Entardecer

Ao entardecer, debruçado pela janela,
E sabendo de soslaio que há campos em frente,
Leio até me arderem os olhos
O livro de Cesário Verde.
Que pena que tenho dele! Ele era um camponês
Que andava preso em liberdade pela cidade.
Mas o modo como olhava para as casas,
E o modo como reparava nas ruas,
E a maneira como dava pelas cousas,
É o de quem olha para árvores,
E de quem desce os olhos pela estrada por onde vai andando
E anda a reparar nas flores que há pelos campos …
Por isso ele tinha aquela grande tristeza
Que ele nunca disse bem que tinha,
Mas andava na cidade como quem anda no campo
E triste como esmagar flores em livros
E pôr plantas em jarros…

IV

Esta Tarde a Trovoada Caiu
Esta tarde a trovoada caiu
Pelas encostas do céu abaixo
Como um pedregulho enorme…
Como alguém que duma janela alta
Sacode uma toalha de mesa,
E as migalhas, por caírem todas juntas,
Fazem algum barulho ao cair,
A chuva chovia do céu
E enegreceu os caminhos …
Quando os relâmpagos sacudiam o ar
E abanavam o espaço
Como uma grande cabeça que diz que não,
Não sei porquê — eu não tinha medo —
pus-me a rezar a Santa Bárbara
Como se eu fosse a velha tia de alguém…
Ah! é que rezando a Santa Bárbara
Eu sentia-me ainda mais simples
Do que julgo que sou…
Sentia-me familiar e caseiro
E tendo passado a vidaTranqüilamente, como o muro do quintal;
Tendo idéias e sentimentos por os ter
Como uma flor tem perfume e cor…
Sentia-me alguém que nossa acreditar em Santa Bárbara…
Ah, poder crer em Santa Bárbara!
(Quem crê que há Santa Bárbara,
Julgará que ela é gente e visível
Ou que julgará dela?)
(Que artifício! Que sabem
As flores, as árvores, os rebanhos,
De Santa Bárbara?… Um ramo de árvore,
Se pensasse, nunca podia
Construir santos nem anjos…
Poderia julgar que o sol
É Deus, e que a trovoada
É uma quantidade de gente
Zangada por cima de nós …
Ali, como os mais simples dos homens
São doentes e confusos e estúpidos
Ao pé da clara simplicidade
E saúde em existir
Das árvores e das plantas!)
E eu, pensando em tudo isto,
Fiquei outra vez menos feliz…
Fiquei sombrio e adoecido e soturno
Como um dia em que todo o dia a trovoada ameaça
E nem sequer de noite chega.

V

Há Metafísica Bastante em Não Pensar em Nada

Há metafísica bastante em não pensar em nada.
O que penso eu do mundo?
Sei lá o que penso do mundo!
Se eu adoecesse pensaria nisso.
Que idéia tenho eu das cousas?
Que opinião tenho sobre as causas e os efeitos?
Que tenho eu meditado sobre Deus e a alma
E sobre a criação do Mundo?
Não sei.Para mim pensar nisso é fechar os olhos
E não pensar. É correr as cortinas
Da minha janela (mas ela não tem cortinas).
O mistério das cousas? Sei lá o que é mistério!
O único mistério é haver quem pense no mistério.
Quem está ao sol e fecha os olhos,
Começa a não saber o que é o sol
E a pensar muitas cousas cheias de calor.Mas abre os olhos e vê o sol,
E já não pode pensar em nada,
Porque a luz do sol vale mais que os pensamentos
De todos os filósofos e de todos os poetas.
A luz do sol não sabe o que faz
E por isso não erra e é comum e boa.
Metafísica? Que metafísica têm aquelas árvores?
A de serem verdes e copadas e de terem ramos
E a de dar fruto na sua hora, o que não nos faz pensar,
A nós, que não sabemos dar por elas.
Mas que melhor metafísica que a delas,
Que é a de não saber para que vivem
Nem saber que o não sabem?
«Constituição íntima das cousas»…
«Sentido íntimo do Universo»…
Tudo isto é falso, tudo isto não quer dizer nada.
É incrível que se possa pensar em cousas dessas.
É como pensar em razões e fins
Quando o começo da manhã está raiando, e pelos lados das árvores
Um vago ouro lustroso vai perdendo a escuridão.
Pensar no sentido íntimo das cousas
É acrescentado, como pensar na saúde
Ou levar um copo à água das fontes.
O único sentido íntimo das cousas
É elas não terem sentido íntimo nenhum.
Não acredito em Deus porque nunca o vi.
Se ele quisesse que eu acreditasse nele,
Sem dúvida que viria falar comigo
E entraria pela minha porta dentro
Dizendo-me, Aqui estou!
(Isto é talvez ridículo aos ouvidos
De quem, por não saber o que é olhar para as cousas,
Não compreende quem fala delas
Com o modo de falar que reparar para elas ensina.)
Mas se Deus é as flores e as árvores
E os montes e sol e o luar,
Então acredito nele,
Então acredito nele a toda a hora,
E a minha vida é toda uma oração e uma missa,
E uma comunhão com os olhos e pelos ouvidos.
Mas se Deus é as árvores e as flores
E os montes e o luar e o sol,
Para que lhe chamo eu Deus?
Chamo-lhe flores e árvores e montes e sol e luar;
Porque, se ele se fez, para eu o ver,
Sol e luar e flores e árvores e montes,
Se ele me aparece como sendo árvores e montesE luar e sol e flores,
É que ele quer que eu o conheça
Como árvores e montes e flores e luar e sol.
E por isso eu obedeço-lhe,
(Que mais sei eu de Deus que Deus de si próprio?).
Obedeço-lhe a viver, espontaneamente,
Como quem abre os olhos e vê,
E chamo-lhe luar e sol e flores e árvores e montes,
E amo-o sem pensar nele,
E penso-o vendo e ouvindo,
E ando com ele a toda a hora.

Fernando Pessoa

Publicado bajo el heterónimo de Alberto Caeiro

Fernando Antonio Nogueira Pessoa, una de las figuras más complejas y fascinantes de la poesía del siglo XX, nació en Lisboa, el 13 de Junio de 1888.
Publicó bajo diversos heterónimos, los más importantes: Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Bernardo Soares, llegó a publicar criticas contra su propia obra, firmadas con estos.
Murió en Lisboa, el 30 de noviembre de 1935.

*La imagen es de Kerekes Itsvan

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1 Comment

  • Reply Bitacoras.com noviembre 25, 2012 at 9:58 pm

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