[…] La nada era su reino inacabable…
JEC
Mi recuerdo al poeta catalán en el aniversario de su muerte.
«Elegía cartaginesa»
Cartago se parece a mi tristeza.
Canto de la vida muerta, 1946
Cartago nos contempla.
Anahit, 1968
El espíritu inmundo me ha vencido
y mis actos han sido la oración
junto al bronce candente de la Bestia.
Llantos entremezclados con aullidos
no han encontrado nada junto al mar.
(Las casas en las calles de un desierto
herido por arados y sembrado
con la sal oscurísima del odio).
Cartago exterminada se levanta
entre los movimientos ciegos que
graban su eternidad de destrucción;
estela cenicienta entre la arena.
Ni siquiera se acercan los leones
a los pies de las cruces donde crecen
los desnudos instantes que mis ojos
vieron dentro del cerco destrozado,
mientras siniestras luces desataban
los cuerpos sin sonido del infierno.
Estoy bajo la sombra de Cartago,
buscando en mis papeles qué nacía
en lugar de los hijos de mis años
mentales transmutados en metales.
La sombra de Cartago es una rosa;
su verde cabellera se aparece.
Todos los horizontes son su tumba.
Toco las livideces desoladas,
los muros de una sombra delgadísima.
Vuelvo a mi casa viva en Barcelona
una tarde de agosto como tantas
en este siglo veinte que se asoma
a los espejos todos de los ciclos.
Contemplo una moneda de Cartago,
negra, contaminada por los tiempos
de mi informe interior que se derrama
buscando en un perfil o una palmera
los motivos insomnes del abismo.
Mi habitación se rompe como un pan,
se ofrece como un cáliz a los dioses
que siempre dirigieron mis acciones,
los pergaminos secos de mis sueños.
Las olas que me acosan en la música
me piden compasión y no sé darla
ante los sacrificios y los ídolos
a los que cantan siempre los instintos
de lo mortal inscrito en la tristeza.
Levanto con los ojos la cabeza,
levanto la memoria y un cuchillo.
Contemplo las doncellas desgarradas,
las ofrendas de musgos recorriendo
los siglos aplastados de repente.
Vienen lanzas de plata, se congregan.
Y rugidos que quiebran las montañas,
los muros y las aguas de Cartago.
Y contemplo la virgen no tocada
con su traje de tierra adolescente
y sus bucles tan grises como el humo
en medio del murmullo proceloso
en cuya noche infame reconozco
el anhelo esencial de mi irrupción.
Cartago es la existencia que perdura
solo por la paciencia de ese nunca
que espera entre los signos del futuro
y en los palacios negros erigidos
para ser derribados por materias
de furor llameante.
Los velos se amontonan en el fondo
de las cisternas mudas como esfinges,
sin más agua que el sol de la esperanza
entre las perversiones del acaso.
Mueven los cielos altos sus alturas,
y el color amarillo de Cartago
confunde su color con el color
de la Cartago azul agonizando.
En los residuos rotos y enterrados
unas voces inciertas se convierten
en un coro que muge en desvarío.
En mi secreto sufre el de Cartago,
por eso vuelvo al solio amordazado
y busco en los osarios inmanentes.
Los muros invisibles se reflejan
en las manchas rojizas; tantos ojos
ardieron en las casas fascinadas.
El círculo mortal de catapultas
no cesó de arrojar rocas y llamas.
Con el vientre cortado por un hacha,
los labios de Cartago se entreabrieron.
…………………………………………………….
Mi corazón oscuro me recuerda
perdido entre cadenas y relámpagos.
Los númidas azules cercenaban
cabezas y cabezas de caballos.
Recuerdo una mujer vestida de oro
de rodillas, sin brazos, en silencio.
Y varias niñas blancas como el mar
clavadas en las puertas de Cartago.
Entre las convulsiones y las joyas
un gesto inenarrable desprendía
los pájaros profundos de su amor.
Y una máscara roja recubrió
las cicatrices negras de mi rostro.
Acordes sepulcrales prosiguieron
cuando de los sollozos humeantes
brotaron incesantes surtidores.
Las naves aterradas aún gemían
entre los aldabones del océano.
Se apilaron cadáveres vivientes
y seres ya sin alma pero vivos,
con los trozos oscuros de los templos.
Una llanura rosa taladrada
de llagas y de cráteres rosados
solamente quedó de la ciudad:
eterna transparencia de los tiempos.
¿No tomas una copa?, me preguntan.
Y me ofrecen un vino tembloroso.
Es una prostituta de ojos verdes
con un traje de cera palidísima.
(Cerca se mueve el mar cartaginés,
un tejido de voces femeninas).
El bar lleno de sombras se reduce
y resuenan campanas. Las miradas
expresan el horror del mutilado
que oculta sus muñones bajo trapos
de color indeciso y antiquísimo.
¿No tomas una copa?, me repiten.
Pero entonces descubro en la pared
(tras la cabeza aquella sin edad)
un relieve de plata con un águila.
Y mi brazo se eleva en el ritual
saludo acostumbrado. Noto un peso.
Voy vestido de hierro, me doy cuenta:
fui de los destructores de Cartago
y es inútil que mienta o que me finja
esclavo, fugitivo o moribundo,
blanco montón de huesos entre huesos.
Juan Eduardo Cirlot
De: Poemas de Cartago, 1969
Recogido en: El peor de los dragones – Antología poética, 1943-1973
Ed. Siruela 2016©
ISBN: 978-84-16854-03-5
Reseña escrita por Santos Domínguez Ramos de El peor de los dragones, en su blog Encuentros de Lecturas: AQUÍ
Juan Eduardo Cirlot Laporta nació en Barcelona, el 9 de abril de 1916.
Poeta, crítico de arte, mitólogo, iconógrafo y músico, se unió en la década de 1940 al movimiento surrealista francés y a los Dadá, para más tarde entrar en una fase espiritualista, estudiando la Cábala, el sufismo y otras creencias orientales.
Todo esto le llevó a la construcción de una poesía simbolista que además imbuiría a su producción literaria y a su labor como crítico de arte.
Se mantendría alejado de la corriente que siguió la llamada Poesía de la posguerra a causa de su hermetismo y su oscuridad.
Su obra hasta hace pocos años ha sido escasamente reconocida, pero en la actualidad se han hecho de ella continuas revisiones, reediciones y apariciones de obras inéditas, amén de numerosos homenajes.
Murió en Barcelona, el 11 de mayo de 1973.
También de Juan Eduardo Cirlot en este blog:
«Juan Eduardo Cirlot: Elegía cartaginesa»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Confesión»: AQUÍ
·Juan Eduardo Cirlot: Ciudad de ceniza»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: En la tumba»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: La muerte abre los ojos»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Señora de las sombras, de las horas…»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Mi canto de descenso»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: A Gaudí»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Emigrar»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Introducción»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Regina Tenebrarum»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Un lugar»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Ángeles»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Dragón de flores rojas»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: Antes del sueño»: AQUÍ
«Juan Eduardo Cirlot: El palacio de plata»: AQUÍ
Bibliografía poética:
Pájaros tristes y otros poemas a Pilar Bayona – 1942
En la llama – 1945
Canto de la Vida muerta – 1946
Donde las lilas crecen – 1946
Cuarto canto de la vida muerta y otros fragmentos – 1961
Regina tenebrarum – 1966
Bronwyn – 1967
Cosmogonía – 1969
Orfeo – 1970
44 sonetos de amor – 1971
Variaciones fonovisuales – 1996
En la llama. Poesía 1943-1959 – 2005
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