
«Sólo queda de él
el alucinante óvalo de blancura de su cabeza,
su cabeza otra vez más tierna,
su cabeza crisálida de prejuicios biológicos,
su cabeza sostenida por las puntas de los dedos del agua,
por las puntas de los dedos
de la mano insensata
de la mano terrible
de la mano coprofágica,
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