A quien corresponda…
«En tiempos difíciles»
A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.
Heberto Padilla
De: «En fuera de juego»
Nació en Puerta del Golpe, Pinar del Río, Cuba, el 20 de enero de 1932.
Poeta y catedrático de periodismo, se formó en la Universidad de La Habana.
A partir de 1959 trabajó para el periódico Revolución y fue corresponsal de Prensa Latina en la Unión Soviética, de 1962 a 1964.
En sus inicios, Padilla fue un entusiasta de la revolución cubana, pero ya a su regreso a la isla en 1966, después de haber trabajado en el bloque soviético, llegó con serias dudas y con una visión crítica, que pronto se tornaron en desencanto, que expresaba en privado, con el Gobierno de Fidel Castro.
Fue detenido el 20 de marzo de 1971 a raíz del recital dado en la Unión de Escritores, donde leyó Provocaciones. Arrestado junto con la poetisa Belkis Cuza Malé, fueron acusados de actividades subversivas contra el Gobierno.
Su encarcelamiento provocó una reacción en todo el mundo, con las consiguientes protestas de conocidísimos intelectuales entre los que figuraban Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa y muchos otros.
Después de 38 días de reclusión en Villa Marista, Padilla leyó en la Unión de Escritores su famosa Autocrítica, en la que renegó de sus obras y de sus ideas expresadas anteriormente.
Después de ser puesto en libertad, Padilla, desempleado, se entregó al alcohol, según relata José Cabrera Infante; sobrevivía con traducciones que hacía para el Instituto del Libro.
Gracias a la presión internacional y particularmente a las gestiones del senador Edward Kennedy, pudo llegar a Nueva York, vía Montreal, el 16 de marzo de 1980, pero esta experiencia y el exilio cambiaron a Padilla, que enfermó espiritualmente y nunca pudo reponerse del todo.
Padilla se trasladó de Nueva York a Washington D. C. y, después, a Madrid, para finalmente instalarse en Estados Unidos, primero en Princeton (en el estado de Nueva Jersey) ―donde ayudó a su esposa a fundar la revista Linden Lane Magazine, especializada en la literatura y el arte de los cubanos en el exilio― y después en otras ciudades, en las que se dedicó principalmente a la docencia.
A mediados de agosto de 2000 comenzó a enseñar en la Universidad de Auburn, Alabama.
Murió cinco semanas después, el 25 de septiembre de 2000
*La fotografía es de Plen Air
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