Pintura

Salvator Rosa: Protoromántico, extravagante y rebelde

marzo 15, 2019

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Salvator Rosa

Nació en Arenella, localidad cercana a Nápoles, el 20 de junio de 1615.
Fue pintor, grabador y poeta, y uno de los más notables artistas italianos del siglo XVII.

Trabajó en Nápoles, Roma y Florencia.
Fue calificado en su tiempo como poco ortodoxo, de gustos extravagantes, rebelde a todo academicismo y pionero del romanticismo pictórico.

Aunque su padre pretendió hacer de él un sacerdote ingresándole en un convento, gracias a la ayuda de un tío suyo y en secreto, comenzó a pintar con su cuñado que era alumno de José de Ribera, frecuentando el estudio de éste y el de Aniello Falcone, que sería el responsable de su afición por los paisajes y las escenas de batallas.

Se cuenta, aunque sin documentar, que vivió durante un tiempo en un campamento de bandidos.
En el taller de Falcones, al parecer su pintura llamó la atención de Giovanni Lanfranco, que le aconsejó  se trasladara a Roma, siguiendo su consejo se trasladó a la capital italiana donde permaneció de 1634 a 1636; un ataque de malaria le obligó a volver a Nápoles.

En su tierra natal comenzó a pintar sus paisajes de tema romántico, con escenas de caza, en medio de una exuberante vegetación, o playas, montañas, incluso cuevas, y otras a menudo turbulentas con pastores, marineros y soldados.

Volvió a Roma en 1638, alojándose con el cardenal Francesco Maria Brancaccio, obispo de Viterbo, que le encargó un retablo para la Iglesia de Santa Maria della Morte en Viterbo, una «Incredulidad de santo Tomás».
En la capital italiana se hizo célebre como actor, creador de farsas y espectáculos de carnaval.

A pesar de conseguir triunfar con sus obras,  también se granjeó poderosos enemigos entre patrones y artistas, incluyendo al mismísimo Bernini.

A finales del año 1640 tuvo que trasladarse a Florencia, supuestamente para evitar represalias por haber escrito un libelo contra Bernini. Allí estuvo ocho años y perfeccionó el género de los paisajes fantásticos, lugares tenebrosos y escenas de brujería o bandoleros.

En Florencia vivió bajo la protección del príncipe Giovanni Carlo de Médicis, que sería posteriormente cardenal, donde permaneció hasta 1649, y donde encontró un clima intelectual con nivel cultural que se adaptaba a sus expectativas, como decíamos siempre fue rebelde y exigente defensor de su independencia como artista.

Y fue en Florencia donde pintó sus obras más notables en las que dio rienda suelta a sus aptitudes filosóficas y poéticas. Entre ellas escenas en las que aparecen personajes de la Antigüedad y otras truculentas, de brujas y hechiceras, temática nada frecuente en aquella época.

Además continuó realizando sus paisajes, pero con una atmósfera distinta que se alejaba del clasicismo anterior al estilo de Nicolás Poussin, para pasar a plasmar escenas más dramáticas y expresivas, siempre fuera de las costumbres al uso, haciendo énfasis en lo pintoresco, que como así mismo decíamos le adentró en el  Romanticismo.

En los inicios de 1649 volvió a Roma donde vivió el resto de su vida, ya en la cima del éxito y la fama, siendo disputado su trabajo por los grandes mecenas tanto italianos como extranjeros, aunque resulta paradójico que fueran más solicitados sus paisajes que sus obras más originales y en las que el pintor volcaba sus dotes intelectuales.

Murió en Roma, el 15 de marzo de 1673.
Su obra está representada en los más importantes museos de Italia y de todo el mundo, entre ellos: la National Gallery de Londres que alberga uno de sus mejores autorretratos, L’Hermitage de San Petersburgo, el Museo del Louvre de Paris.

En España, el  Museo del Prado de Madrid, que posee varias de sus obras, entre ellas uno de sus magníficos paisajes, una marina.

*Entrada publicada el 23 de agosto de 2013. Actualizada y ampliada el 15 de marzo de 2019.

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