«…Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad…»
Blas de Otero
Para los vivimos nuestra adolescencia-juventud en aquella dura década de 1970, Blas de Otero era uno de nuestros poetas necesarios, sobre todo los que hicimos caso a Gabriel Celaya cuando decía que «… la poesía es un arma cargada de futuro… necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos treinta veces por minuto…». Han pasado casi cuarenta años y la poesía de Blas de Otero vuelve a mi memoria, más viva y más necesaria que nunca.
Hoy releyendo uno de sus libros, he recordado un poema que Manuel Rico le dedicó en su, libro «Donde nunca hubo ángeles» que quiero compartir para quienes no lo conozcan y lo recuerden los que si.
«El poeta delgado»
Cuentan las crónicas que aquel poeta
de extrema delgadez y cabellos de nieve
jugaba al dominó.
En el bar de las siestas y las tardes de tiza,
con sus dedos exiguos cansados de palabras
tanteaba la urdimbre de los números simples.
Aquel poeta
fumaba con exceso y en el humo
empastaba la historia que nos fue arrebatada
y vivía en la niebla de tabaco y penumbra
la soledad helada del granito, el sueño
delgado de los que nunca sueñan,
la posesión herida del lenguaje.
Hoy lo recobro en este fotograma
de la memoria entusiasta y del deseo intacto:
mayo crepita de claridades rojas: es la Casa
de Campo y el poeta ha acudido
a respirar el sueño, a contemplarse
en el espejo aturdido del nosotros, tú lo ves
en el centro del corro, y él no canta
quizá porque en sus ojos
hoy no navega la canción sino un pabilo
de tristeza: acaso
se piense enfermo, envejecido, y tú lo ves
dolorosamente cano, delgado hasta lo infame,
la piel buscando el hueso
donde tiembla el abismo.
Pero sonríe. El poeta delgado
nos mira ausente y nos sonríe
con la mirada hueca —quién sabe qué palabras
ha advertido en el aire, o tal vez sólo sea
la borrosa luz del Guadarrama, un sueño
de purísimos ríos, de cumbres solitarias y ciervos desbocados
para curar su pecho
severamente roto, o quizá viejas iras
en nuestra voz más joven, tanto como esa fruta
que una mano le ofrece
entre enseñas que el tiempo declarará vencidas—
mientras la luz derrama
oros debilitados en los viejos pinares.
Oyes
su silencio de tierra. Escuchas
su latido de viento en sus ojos de tierra.
¿Por qué
ves tierra en sus ojos y no la crepitación
oscura de su voz de llama?
Recuerdas hoy
aquellos ojos duros, recuerdas
haber adivinado
un resplandor de ausencia en esos ojos duros, una
rara quietud y hoy sabes
que el poeta delgado
no te miraba, sus pupilas
no miraban a nadie,
traspasaban la luz y las banderas,
iban en pos del hueco y la ceniza, acaso
habían entrevisto el territorio
del musgo y del silencio, de las flores exangües,
de la muerte sola.
Manuel Rico
De: «Donde nunca hubo ángeles»
XIII Premio «Jaime Gil de Biedma» . Diputación de Segovia.
Ed. Visor Libros – Colección Poesía 2003©
ISBN: 84-7522-532-2
Manuel Rico Rego nació en Madrid, el 27 de octubre de 1952.
Cursó sus estudios de periodismo en Madrid, donde se licenció en 1982.
Poeta, narrador, articulista y crítico literario, dirige desde 1998 la colección de poesía de Bartleby Editores.
Premios:
Premio Ciudad de Irún 1990 de poesía en castellano con su libro “Papeles inciertos” (Kutxa, San Sebastián, 1991)
Premio Esquío 1996 de poesía en castellano, con “Quebrada luz” (Colección Esquío. Ferrol, 1997).
Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, con “La densidad de los espejos” (Colección JRJ. Huelva, 1997).
Premio Andalucía de novela 2002, por “Los días de Eisenhower” (2002).
Premio Ramón Gómez de la Serna-Villa de Madrid de narrativa 2009, por “Verano” (2008)
Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2012, por “Fugitiva ciudad” (2012)
Blogs de Manuel Rico:
«Manuel Rico: De la hermosa insistencia»: AQUÍ
«Manuel Rico: Pido la luz y la insolencia…»: AQUÍ
También de Manuel Rico en este blog:
«Manuel Rico: De la orfandad completa, de Fugitiva ciudad»: AQUÍ
«Madrid: 11 de marzo, de Manuel Rico»: AQUÍ
«Manuel Rico: Certeza, de Fugitiva ciudad»: AQUÍ
«Manuel Rico: Campos de trabajo. Las huellas, de Fugitiva Ciudad»: AQUÍ
«Manuel Rico: Proclamar la vida, de Donde nunca hubo ángeles»: AQUÍ
Poesía publicada de Manuel Rico:
– Poco importa romper con las alondras. Endymion. Madrid, 1980.
– El vuelo liberado. Endymion. Madrid, 1986.
– Papeles inciertos. Kutxa. San Sebastián, 1991
– El muro transparente. Libertarias. Madrid, 1992.
– Quebrada luz. Esquío. Ferrol, 1997.
– La densidad de los espejos. Col. JRJ. Huelva, 1997.
– Donde nunca hubo ángeles. Visor. Madrid, 2003
– De viejas estaciones invernales. Igitur. Tarragona, 2006
– Monólogo del entreacto. Cien poemas. 1982-2007. Antología. Hiperión, 2007.
– Versiones del invierno. Antología. Cajasur. Córdoba, 2007.
– Fugitiva ciudad. Hiperion. Madrid, 2012
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