Javier Egea: Aniversario

«… —Yo me arrojé al vacío
desde la estrella muerta
y ya no tengo miedo de morir.»
JE

«Aniversario»

Nuestra pasión fue un trágico sainete.
Gustavo Adolfo Becquer

Casi a la media tarde nos quedamos desnudos.
Habíamos salido con el paso de siempre
a los bares de siempre,
contándonos historias de aquella vez,
aquella inexplicada aventura
cuando entre copa y copa alguno de los dos
dejó la risa suelta como el pelo en los hombros
y fue capaz de hablar.

Apenas un temblor de vino y marihuana,
apenas esa mano entrevista desde el lento vaivén,
bastó para saber que eran tiempos lejanos
y quizá fuese tarde
y el amor
—ese largo colmillo con mellas —
rozara nuestra carne sin apenas herirnos,
cuando nada era nuestro,
cuando ya todo estaba perdido.

Recuerdo que supimos adornar la tristeza,
contar la soledad como un bello relato
y recuerdo que hablamos con palabras sencillas
de pequeñas y nuevas sorpresas,
de secretas batallas perdidas.

Y es posible que fuese de nuevo la urgencia
—aquellos golpes sordos en el pecho —
la que nos empujara a la trastienda
olfateando el rastro de aquel día
como una bestia enamorada.

Casi a la media tarde nos quedamos desnudos.

Se nos vino de golpe un tesoro a los labios
mientras iban cayendo los abrigos, el pelo, la bufanda,
bajo alguna farola, algún portal, la estera del rellano,
o el escalón aquel en donde descansamos
por un instante solamente.

Así que fuimos abriendo los libros,
consultando las cuentas amarillas,
las fechas que se ahogaron en el polvo,
el debe y el haber que no cuadraban
ni siquiera en los raros capítulos de amor.

Era un largo inventario de tu boca a la mía
desmenuzando allí sobre la mesa,
por si acaso entre tantas preguntas,
por si acaso en el último archivo
estuviese aguardando la clave agazapada,
su luz y su fracaso.

Casi a la media tarde nos quedamos desnudos.

Amenazados y desnudos,
mirándonos los ojos con los ojos del frío,
los grandes ojos grandes de pequeños burgueses,
completando la escena,
compartiendo las cosas más bellas
con las bellas palabras que dicen dos cuerpos que se aman
o acaso solamente recuerden que se amaron.

Entonces fue creciendo la pasión por las venas
y la verdad se alzaba entre nosotros
como una luna extraviada,
con ese decorado decadente
que a veces componen los sueños y el miedo.
Entonces, muy despacio, casi en vilo,
nos sentimos un poco más cerca,
nos supimos los dos dominados,
nos hablamos el mismo lenguaje.

Apenas tuve tiempo de ocultarte
esta pequeña cicatriz que llevo
señalando en el pecho la tierra quemada,
la tierra despoblada, la miserable tierra
donde trabaja el corazón y muere.

Casi a la nedia tarde nos quedamos desnudos,
casi bellos y juntos y amantes
celebrando la risa de un beso
de absoluta complicidad.

Javier Egea

De: «Paseo de los Tristes» – «II El largo adios» (1982)
Recogido en «Poesía completa» (Volumen I)
Bartleby Editores 2011©
ISBN: 978-84-92799-32-9

Nació en Granada en 1952.
Murio en Granada El 29 de Julio de 1999.

En 2011, la Editorial Bartleby, publicó sus obras completas (poesía y prosa) de la que hace esta magnifica reseña Miguel Vayrat en «Ojos de Papel: AQUÍ 

*La imagen es de Geoff Ault

Otros poemas de Javier Egea en este blog:

«Javier Egea: Una voz, de A boca de parir»: AQUÍ

«Javier Egea: Otro romanticismo»: AQUÍ

«Javier Egea: Paseo de los tristes»: AQUÍ

«Javier Egea: Lo que pueda contaros…» AQUÍ

«Javier Egea: Noche canalla»: AQUÍ

«Javier Egea: A pesar del dolor»: AQUÍ 

«Javier Egea: El viajero»: AQUÍ 

«Poema del día: Entre cuatro paredes… de Javier Egea» AQUÍ