Por las estrellas que escuchan… y los sueños que se hacen realidad.
Sarah J. Maas
«Un ser llamado Celeste»
I
Ni siquiera me pregunté cómo alguien tan duro podía tener dentro tanta ternura.
Sencillamente le entregué mi piel a la yema de sus dedos y ÉL me tocó donde nadie lo había hecho jamás e hizo latir mi esencia.
No hay soledad más terrible que aquella a la que te destierra la incomprensión .
Todos pensaron que yo era quien no era, pero EL en una sola mirada desnudó mi alma entera.
Nadie me cuidó como ËL, era el bálsamo de mis dolores, y su beso en la nuca el antídoto de esos venenos que son mis miedos y temores.
Es curioso que quien más me ha conocido fuera un desconocido, se fue y pasó a ser un amor perdido, pero nunca huésped del olvido.
II
He conocido un alma perdida.
Hacia él ocaso me gusta pasear por el bosque de las soledades elegidas y cuando se moría el verano, caminando por una de sus sendas, conocí a un alma perdida. Pensé que sus pasos sonámbulos la dirigían, pero no, era un deseo hipnótico el que la abducía. A veces los deseos no solo son el lenguaje libre de los cuerpos, a veces, digo solo a veces, son cazadores furtivos de almas perdidas. La noche se cernía sobre el boque y los íncubos salen a cazar las almas rendidas por el sueño. Así que pensé velar el sueño de aquel alma, tan mujer, tan femenina, tan perdida.
Al rato de entregarse a los brazos de Morfeo, apareció un incubo muy altivo, cuyas huellas iban dejando un rastro de orgullo y soberbia, y me interpuse entre él y el alma, dispuesto a inmolarme. Los íncubos se jactan de su gran fuerza física, pero cuando ya estaba a punto de romperse la distancia entre ambos una mano me toco la espalda y como yo no la atendiera, se hizo garra y sus cinco uñas como cinco cuchillos abrieron cinco surcos en mi espalda donde sembrar alas. Me volví y pude ver en tu cara una sonrisa que no rechazaba, sino que invitaba al incubo a tu lecho. Fui testigo de tu entrega y de cómo el incubo seguido de un perfume montaraz se desprendía de toda la mitología que lo envolvía, para ser tu amante. A veces el olor de la jara es una droga narcótica que hipnotiza.
III
Ella
Cuando se internó en el bosque de las espadas, que es como los poetas llaman a la vida, sintió que el paso del tiempo se contaba en cortes y heridas, aún así siguió avanzando. Apenas había dejado atrás la edad de la inocencia y ya se vio inmersa en la senda del reto y el desafío.
Su mundo era como su piel. O quizás fuera como la ropa que cubría su alma desnuda. O el disfraz con el que ella vestía de locura su sensibilidad extrema…
Caminaba respirando sueños y deseos en medio de aquella espesura, cuando un hijo del tiempo, un día de primavera, ¿o aún era invierno?, no lo sé, lo que sí sé, es que empezó a anochecer en pleno día y a inundarse todo de un aroma a tormenta. Justo en aquel momento cruzaba un claro del bosque que se hizo oscuro, no había ningún árbol al que abrazarse, ni bajo el que cobijarse, pero tampoco quiso huir, se clavó en la tierra y desafió a la tempestad. Fue entonces cuando los rayos de la tormenta se hicieron espadas y algunos de ellos se clavaron en su espalda. Anduvo arrastrando ese dolor durante un tiempo, hasta que soñó con la sensación del vuelo, y al despertar del sueño, las espadas se habían vuelto alas. Alas para volar, volar y soñar… y desde entonces, cuando no vuela, sólo consigue mantener sus alas a través de sus deseos. Su estado natural es el vuelo, en el aire o en la carne y cuando no vuela, sus alas se tornan de nuevo espadas, espadas clavadas en su espalda.
A ella y su esencia no la entiende casi nadie, son pura magia y es que la magia no se entiende, la magia te sorprende.
IV
Nosotros
Su corazón se forjó en la gruta del viento, donde miles de ascuas encendidas, templan los más duros aceros. Aun así, mientras avanzaba por el camino de la vida tropezó con una idea y a pesar de la dureza con que había sido forjado, su músculo del amor se partió en dos.
¿Cuándo se encuentra a sí misma un alma perdida?, cuando miente. Y es que sólo los guerreros más fuertes soportan su verdad, y aún así, sólo uno la merece, el que además de soportar la luz que emite un alma desnuda, no la juzga.
Ella es guerrera por naturaleza y su estado natural la pelea, la conocí en la antesala del sueño, cuando luchaba por un deseo, sentí sus latidos y comprendí que estaba ante una luchadora solitaria y de inmediato me atrapó su historia y despertó esa parte de mí, donde habita la inspiración y enseguida la inspiración se hizo su amiga y cómo no, de la herida que separaba y unía al mismo tiempo los dos polos que tenía ese planeta que hay dentro de su cabeza. Desde entonces me siento como un caballero medieval que vela sus sueños. Esos sueños artificiales que le roban el alma.
Es la otra Bella Durmiente, la que no vive del cuento.
Cultiva belleza durante el sueño y la gasta por el día en sus tormentos.
Su ser es un tesoro de los que no busco pero encuentro.
Es un gladiador que lucha en un circo donde el único espectador es el silencio.
La belleza de la durmiente brota en un lugar recóndito de su interior, al que no han podido acceder ni siquiera los más avezados exploradores, pero yo sé, que ahí está, ese grial particular.
V
El Opio
A mediado de los años 70 unos hippies holandeses me invitaron a fumar opio en una pensión del casco antiguo de Badajoz. Por aquel, entonces la capital pacense andaba inmersa en un murmullo continuo, la ciudad de los humanistas había prolongado sus tertulias durante las horas más silenciosas del día a causa de la Revolución de los Claveles, en el país vecino. Rodeados de este paisaje urbano y humano, envueltos en un pegajoso aroma de pachuli, nos tumbamos en la cama dispuestos a fumar. Cuando me pasó la pipa uno de los holandeses, su silueta de rizos rubios recortada por la luz de la ventana le otorgaba el aspecto de un ángel, le di dos caladas profundas a la pipa y en una medida que no le corresponde al tiempo, entré en un trance que me abrió las puertas del cielo. Me vi inmerso en un estado de ensoñación y apareció una sonrisa desconocida en mis ojos cerrados y empecé a oír dentro de mi cabeza la música del Tubular bells de Mike Oldfield. Al rato de aquel concierto íntimo, que sólo sonaba en el interior de mi cabeza, me levante como un sonámbulo dispuesto a averiguar de dónde procedía aquella música celestial, crucé la ciudad siguiendo como un sabueso el rastro de un sonido en lugar de un aroma. Y he aquí lo curioso, como a dos kilómetros del improvisado fumadero de opio, al pasar por la puerta de una discoteca que había junto a mi casa, de su interior salía la música que sonaba en mi cabeza. En ese momento el DJ estaba pinchando el citado Tubulars Bells. El rastro de aquella música me había devuelto a casa. Esa noche, yo que soy insomne, dormí profundamente y soñé con las praderas del ángel. Aquel trance me hizo entender que la buena música es un bálsamo para las heridas del alma y una guía emocional para las almas perdidas.
VI
Cuando una persona tiene los dos extremos de un planeta metidos dentro de su cabeza, a veces anda sonámbula sin estar dormida, cautiva de una sensación de ausencia de una misma y siente algo parecido a flotar fuera del agua. Es como si alguien hubiera secuestrado su identidad y estuviera esperando, que le pidan un rescate.
Desde muy joven aprendí a viajar por el universo interior de las personas. Ahí descubrí otros mundos, mundos que en algunos casos me hicieron vibrar en frecuencias muy altas. Admiré paisajes humanos inexplorados y sobre todo he conocido la esencia de algunas personas.
En uno de esos viajes donde reconoces la luz y la oscuridad, las estrellas y los agujeros negros del alma de una persona la conocí a ella, y su mundo interior ejerció sobre mí una atracción más poderosa que la gravedad de mil planetas. No pude ni quise resistirme a las leyes de la naturaleza y ahí se produjo el Big Bang de nuestra reciente y sincera amistad.
VII
El encuentro
No todas las historias empiezan así, pero esta sí.
Un día caminas por las praderas digitales y ves un lugar que llama tu atención, es un edificio humano que recorta su silueta y su belleza contra el atardecer. Tu piel reacciona antes que tú cerebro, e hipnotizado te acercas atraído por la fuente de donde mana tan singular belleza. Todo procede de un ser único protegido por infranqueables defensas, un número determinado de guerreros adiestrados dentro de los cuarteles de sus propia educación y costumbres, han sido formados para guardar estas defensas y protegerla. Su carácter se ha forjado en cruentas batallas y en una de ellas hirieron su alma. Por eso cuando alguien se acerca a su alma herida, gruñe y sus zarpazos vuelan. Es difícil resistir ese embate de su carácter, tiene la fuerza de una tempestad, pero yo me sentí tan atraído que no sé si empujado por la osadía o la audacia, no detuve mi caminar y me adentré en su fortaleza, desnudo sin armadura y sin bandera, ni la bandera blanca siquiera. Al verme desnudo debió pensar que no eran necesarias tantas defensas y les ordenó que se apartaran de mi camino, un rayo de luz y una brisa fresca encendieron una senda que conducía hasta ella. Conforme me acercaba, la Magia de sus palabras iban desnudando su belleza, no sólo la del cuerpo, sino la de su esencia. Cuando me di cuenta envuelto en sus palabras, que tenían la textura del lino fresco en verano, estaba frente a ella, los dos desnudos sin defensas, esencia con esencia y ahí la sentí muy cerca.
Un profundo secreto guarda bajo las llaves de la confianza lo que allí ocurrió, pero si contaré lo que allí surgió: Nació la amistad de las esencias, una amistad que no es vulnerable, que es como un escudo que nos protege de los zarpazos, de la ausencia y de las ofensas. Desde entonces ella sabe que en éstas y otras praderas las ventanas de mi alma están siempre abiertas y que aunque esas ventanas están a gran altura, para ella no son ningún problema, porque vuela.
VIII
Recuperé su amistad
Ella tienes sus tiempos y sus ritmos. A veces la siento como una brisa fresca y otras como una tormenta.
En este lugar inhóspito por el que camino, recuperar su amistad es como un chorro de agua fresca apaciguando la sed acumulada por cruzar más de mil desiertos, sin sombra alguna, mas que la propia
Su energía la anuncia antes de que llegue ella, como los heraldos a las reinas. Es como un pedazo de cielo en la tierra, a veces arco iris y otras niebla.
Procede de la parte alta del paraíso, de donde nacen las almas desnudas y limpias.
Se ríe de su sombra, de esa sombra que tiene a la luz loca, porque no procede de ella, sino un alma que vuela rota, pero a su vez tiene tanta alegría dentro que se asoma a esa mirada pícara y juguetona.
Ella es ella, única e irrepetible.
Ella está en constante vuelo, aterrizando en las nubes y despegando del orden establecido que domina el suelo. Es ave, es pasión, es sueño, es alma que no se posa, que habita en el vuelo de su mente y su cuerpo.
IX
Celeste
La nostalgia es el alimento de los poetas y el lugar por donde caminar entre recuerdos evocadores, de aquella sensación de libertad que te regalaron los tiempos de la inocencia.
Quizás sea porque el cielo está en deuda con ella, a causa del amor que le profesa. No lo sé, pero lo que sí sé, es que sólo el cielo podía otorgarle un nombre como el suyo… Celeste
CELESTE
Aprendió a volar antes de tener alas, porque durante la infancia los que sueñan despiertos de una manera natural ya inician su vuelo.
La mujer joven de color cielo aprendió a mezclar sus sueños con sus anhelos, siempre dueña de sus deseos, amaba el aire y esa sensación de flotar como una nube. Suspendida a la altura que vuelan las águilas reales podía sentir las corrientes térmicas que se hacen fuertes al mediodía y las brisas que te tocan como caricias.
Su mirada de halcón le permitía ver lo que otros no ven y su particular visión de las cosas, su perspectiva privilegiada hizo que a veces se sintiera sola e incomprendida en medio de tanta gente.
Un amigo le regalo a Celeste un pensamiento…
Yo, en alguna etapa de mi vida, he cerrado a cal y canto las puertas de mi mente para que no entrara nadie, pero siempre dejé abiertas las ventanas para que pudieran entrar los seres imaginativos y apasionados, con una mente capaz de volar a la altura de mi alma.
A Celeste le duelen los compromisos porque le roban la libertad de ser, volar y sentir…
Azul cielo es el color de su alma y el perfume de sus sueños.
X
Más de Celeste
Cuando a Celeste se le secó el alma se retiró para llevar una vida húmeda, de lluvia fina y lagrimas. Luego camino más allá de la tormenta, pisó nubes y fue dejando un rastro de agua.
En su perfil de horizonte, al mirarla podías leer algunas historias inacabadas.
Después de dejar atrás el mundo nebuloso comenzó a pisar hierba y barro para que los restos de su alma tomaran cuerpo, y lo hicieron, pero de asfalto. Celeste en la ciudad y su alma en el campo.
Así llegó a la urbe, donde se inició en casi todas las artes marciales para entrar en la orden de los guerreros del relato. Se colocó la coraza de oro, como aconsejaba Allen Ginsberg (el poeta beatnik), y se dispuso a su primer combate. En este primer reto, se enfrentaba al MIEDO, un temible enemigo, que aún se hizo mayor cuando alcanzó la calidad de PÁNICO. Allí rodeada de caballeros se sintió como un ser vulnerable y solitario, entonces recordó a Aspasia, aquella mujer de Lesbos que debatía en el Ágora a la altura de Sócrates, Pericles, Pitágoras o Platón, de la que los griegos decían que de cintura para arriba era la más hermosa de las mujeres y de cintura para abajo una diosa. En su soledad rodeada de hombres se identificó con ella y esa sensación de ser más libre que el viento y más fuerte que la tempestad le permitió ver más allá de la niebla y fue entonces cuando descubrió el verdadero significado del valor, el alma de esa palabra, el valor es la cantidad de miedo que eres capaz de vencer, sin miedo, no hay valor.
Carlos D. Tristancho
Relato inédito publicado con la autorización del autor.
M. Carlos Domínguez Tristancho nació en Badajoz, el 3 de mayo de 1955.
Realizó su formación académica en su ciudad natal. Inició así mismo la carrera de medicina, que abandonó por el teatro.
Después de matricularse en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) de Madrid, formó parte en unos casos, y colaboró en otros, con grupos de teatro independiente, como Los cómicos de la legua, Caterva, Espectáculos Ibéricos o Dagoll Dagom.
Trabajó como actor en cine y en TV con directores como García Berlanga, Almodóvar, Chavarrí, Aranda, Camus, Stephen Frears, entre otros, en películas, como La vaquilla, Las bicicletas son para el verano, El Lute, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, etc.
Con la productora Espectáculos Ibéricos, produjo espectáculos, como Mirando al Mar, Raquel, La memoria del cobre, etc.
Dirigió el Festival de Teatro Clásico de Mérida de 1993 a 1999.
Con la productora General de Imagen, produjo el programa de música en directo de TV, El séptimo de Caballería, y algunas ediciones de los Premios de la Música, con la misma productora, además de producir, guionizó y dirigió grandes eventos como el espectáculo de las reinas del Carnaval en Canarias y el de presentación de Telefónica Media a las Majors americanas, en el Mitcom de Cannes.
Participó como colaborador con Carlos Herrera, en una sección de su invención titulada El hospital de las palabras, en el programa Herrera en la onda. Igualmente colaboró, con Toni Marin, en la cadena SER de Radio Barcelona, en secciones de su invención como Salbajito con b, El jardín de los pensamientos o del propio programa como El insultometro.
Es socio-promotor e impulsor de proyectos hosteleros, como Rocamador, La Comarcal, El Refugio del Alto Rey, El Salón Bizcocho y promotor y gestor de las hospederías de Monfrague o La Parra.
Es socio Activo de Empresas de Marketing y diseño , como Humana o de carpintería creativa como Las edades del árbol.
Llevado de su amor obsesivo por la dehesa, a finales de los noventa diseñó y construyó con otros socios la empresa País De Quercus, en el afán de poner en valor todo aquello que produce la misma en régimen extensivo, alcanzando su objetivo de convertirse en proveedores de algunos de los más importantes Chefs del mundo.
Durante años fue consejero del Congreso de Gastronomía de San Sebastián.
Ha sido ponente en congresos como Gastronomika, Diálogos de cocina, Barcelona Vanguardia, Andalucía dos Mares y ha dado Master Class en el Basque Culinary Center, Le Cordon Bleu de Madrid, y otros en países como Alemania, Italia, Inglaterra, entre otros.
En la actualidad vive en una finca de País de Quercus, en Extremadura y dirige el Show Room, de la marca, recibiendo cocineros de todo el mundo a los que hace una introducción a la cultura de la dehesa y el ibérico, además de enseñarles el despiece y los distintos cortes de la carne.
Colabora en distintos proyectos artísticos, escribe y dirige videoclips musicales.
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