Poesia

Clara Janés: Runas

febrero 5, 2020


«… lavo el horizonte con mis palabras,
dispongo el amanecer,
tejo con mis manos los instantes del día..»
CJ

«Runas»

Aquel pájaro al que enseñé a volar
y partió hacia su destino…
Miro al cielo
y veo pasar nubes vacías
y mi cuerpo se vacía de memoria
y vacío está mi corazón de tanta espera
—el misterio sigue del otro lado
del vuelo,
del otro lado…

El frío acrecienta el silencio,
la savia se encoge en las ramas
hasta la grieta
abierta a la oscuridad;
la helada luz
arrasa los campos,
pero en su red queda suspensa
la belleza.
Alguien canta
en un lugar de la fantasía,
alguien susurra la fe…

Mas yo no reconozco
ni una gota de rocío en el pétalo del alba.
Clausura la sombra mis oídos.
Agoniza mi mano,
que apenas puede trazar ya
sobre la nieve
el signo del amor.

* * *

¿Por qué no tomas mi mano
con la tuya
y la devuelves al signo?
He aquí un papel en negro
que espera
la explosión de nuestro tacto
para arder
en el fuego del espíritu.
Todos los números son negros ahora,
todas las palabras
tienen cerrados los párpados
porque el misterio sigue
del otro lado.
Así la oscuridad
se ensancha como un río.

Dile al pájaro que vuelva,
dile que deje en el alféizar
una pluma parda,
para que yo sepa que hay
posibilidad de regreso,
para que me cubra de mansedumbre
antes de que la niebla
inicie la ceremonia del olvido.

* * *

El poeta miró al cielo y dijo:
en ti se encarna la estrella del crepúsculo.
Y las barcas se mecían
en el estrecho
siguiendo el declive de la luz
y yo me alejaba
al compás del agua
hacia el crepúsculo
y el crepúsculo me enlazaba.
Llameaban las aguas
y los cielos
y el misterio era la blancura.
No hubo otra palabra.
Blancura y oscuridad
anidaron en mí
y entré en el sueño de la nada,
amor y nada
amor y nada.

* * *

Nada.
Y me pregunto por su movimiento
cuando el amor
absorbido por la gravedad
ya no alcanza los bordes.
Nada mudo
hasta que el viento o el fuego
inicien de nuevo la vibración
y un soplo
se ponga en marcha
y deje ir la primera vocal,
un estremecimiento
que defina
tiempo y espacio,
el aquí que se toca
y el adivinado mundo
de lo impronunciable.

* * *

Pero el aquí se ofrece
opaco a nuestros ojos.
Toda distancia
arroja al opio del ensimismamiento,
a la sima de sombra sin salida.
Los altos muros de la separación,
las masivas procesiones de fuegos y asesinatos
y muertes y masacres…
Leprosos están los cielos
y la corteza de la tierra.
Y los dedos del mal hurgan en las llagas
para avivar el dolor.
Acaso el pájaro sigue una llamada de luz,
acaso va en pos
de las ondas primeras…

* * *

Ah del ladrón
que robó la blancura
y la depositó sobre los trigos.
No pensó
que los cuervos
iniciarían una danza ritual
para que el sol
la bañara de sangre,
y los buitres al punto asomarían
y todo el campo
con un manto púrpura
avanzaría hacia su crucifixión.
Y Anubis enmudeció
y cerró la puerta
y en la laguna
temblaron los cipreses.
Negra soy pero hermosa,
negra soy
pero no con la negrura
de los números oscuros
porque mi alma es transparente
cristal, vaso
para el agua de los ángeles.
De puro despojamiento
ha perdido incluso la idea
y la palabra.

* * *

Dejar que parta el que se va
y acoger al que se acerca,
eso dice el oráculo
ahora que Orión
ocupa por el Este la entera bóveda.
Y llega el momento
en que el movimiento es ambiguo,
ir y venir
son rasgos de un rostro,
pero ¿qué dicen los posos del fondo
del corazón?
Todo silencio es un hacha.
La hora de las cabezas cortadas
resuena en el campanario.
Y los tajos provocan
corrimientos de tierras, desplazamientos.
Y el esclavo es señor.
Y el demiurgo
levanta el estandarte de la mentira.
Se acerca el agua estancada,
la inmovilidad turbulenta,
aunque corra la sangre
y el viento arremoline las hojas secas
y alguien cante
en un lugar de la fantasía
y el dolor confunda los números oscuros.
Estar aquí es callarse.
La lámpara de aceite
no sabe ya por quién está en vela
y noche tras noche palidece
y espera su propia caída
y la llama final.

* * *

Conservar la lámpara encendida
en la total ceguera,
porque la exigencia es fe;
abrir el perfume de las rosas
y que se ensanche…
¡Venga una oleada,
un agitarse de la tierra,
un derrumbamiento,
una sacudida que desplace la visión!
No se reconstruya el mundo antiguo,
no se levanten más cúpulas vidriadas,
recójanse los cadáveres y entiérrense
y plántense árboles
donde hubo fortalezas,
árboles en las ruinas,
árboles en las tierras estériles,
árboles en el desierto del pecho,
para atraer a la lluvia,
árboles en la memoria
que se llenen de pájaros y vuelo.

* * *

Entra la desposada
en la casa del hombre
y el abrazo se prolonga hasta el alba
y su rubio cabello
son hilos de oro que flotan en el azul
tendiendo lazos a la vida,
acosándola,
porque todos los ceremoniales
fueron demorados,
todos los procesos
perdieron su carácter
para tornarse en deberes y derechos.
Y los lazos dorados
se adentran por la grieta
y se apoderan del bien oculto.
Y guarda la desposada el misterio
en un cofre
pero pierde la llave
y a sí misma en la oscuridad.
A lo lejos el agua se amansa,
la flor de loto recoge el silencio.
Dice el oráculo:
por encima del lago
planea el trueno:
la esposa reciente;
y en virtud de la eternidad,
el hombre recorre lo perecedero.
Nada es propicio,
nada está
en el lugar que le corresponde.
A lo lejos, bajo los sauces,
una amatista se recoge
en su color de duelo.

* * *

La piedra
asiente a la transformación,
el violeta cruzado de destellos
es el agua del pozo que no acaba.
La inmovilidad es firmeza
y agua clara sin fin.
Que beba el que quiera,
que venga el que viene.
Elevada ventura es esa agua
para todos inagotable.
No llega el trueno,
no llega el viento a su profundidad.
No llega el derrumbamiento exterior
a su calma,
casi tan secreta
como el misterio
y tan encendida como el aire,
sutil
hasta la invisibilidad.

* * *

Ni piedra sobre piedra,
ni río en su cauce,
ni monte inmóvil:
cada cosa
encarna su desmoronamiento.
Y quedan los restos inconexos
en las cenizas.
Y queda el misterio preso.
Los números oscuros
se condensan.
La cohesión se debate
en pugna con la sombra.
La única mirada
que cruza los ojos,
desde un solo ojo de sabiduría
busca el azogue limpio
donde sólo la lámpara persiste.
La libertad
es la ignorancia,
la pobreza mendiga.
Pero el agua protege su firmeza
y la calma es
un sin tiempo y sin lugar
que es par a la abolición,
quedar suspenso ante el verde de los brotes…
Que parta el que parte,
que llegue el que llega.

* * *

Dile al pájaro que sólo hay árboles
en mi corazón.

(Enero de 2004)

Clara Janés

De: «Huellas sobre una corteza»
Fundación Jorge Guillén, Valladolid 2005©
ISBN: 978-84-8970-775-7

Clara Janés Nadal nació en Barcelona, el 6 de noviembre de 1940.
Poeta, novelista, ensayista y traductora.
Ha traducido al castellano entre otros a Jaroslav Seifert, Vladímir Holan, Marguerite Duras, Katherine Mansfield y William Golding; y en colaboración con conocedores de sus lenguas, a poetas turcos y persas, tanto modernos como místicos antiguos.
En 1997 recibió el Premio Nacional a la obra de un traductor por sus numerosas traducciones de autores centroeuropeos y orientales.
Recibió el Premio Nacional de las Letras “Teresa de Ávila” en 2007.
El 7 de mayo de 2015 fue elegida para ocupar el sillón U, de la de la Real Academia Española de la Lengua, vacante desde la muerte Eduardo García de Enterría en 2013.

También de Clara Janés en este blog:

«Clara Janés: Mesa del silencio»: AQUÍ

«Clara Janés: Arcángel de silencio»: AQUÍ

«Clara Janés: El disfraz»: AQUÍ

«Clara Janés: Arcángel de sombra»: AQUÍ

«Clara Janés: El caballo de hielo»: AQUÍ

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«Clara Janés: Ojos»: AQUÍ

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«Clara Janés: Estuve con un joven»: AQUÍ

Bibliografía poética:

Las estrellas vencidas, Madrid, Ágora, 1964.
Límite humano, Madrid, Oriens, 1973.
En busca de Cordelia y poemas rumanos, Salamanca, Álamo, 1975.
Libro de alienaciones, Madrid, Ayuso, 1980.
Eros, Madrid, Hiperión, 1981.
Vivir, Madrid, Hiperión, 1983 (Premio Ciudad de Barcelona, 1983).
Kampa, Madrid, Hiperión, 1986.
Lapidario, Madrid, Hiperión, 1988.
Creciente fértil, Madrid, Hiperión, 1989.
Emblemas, Madrid, Caballo Griego para la Poesía, 1991.
Ver el fuego, Zaragoza, Olifante, 1993.
Diván del ópalo de fuego, Murcia, Editora Regional de Murcia, 1996.
Rosas de fuego, Madrid, Cátedra, 1996.
Arcángel de sombra, Visor, Madrid, 1999 (Premio Ciudad de Melilla, 1999).
Cajón de sastre, Málaga, Centro Cultural Generación del 27, 1999.
El libro de los pájaros, Valencia, Pre-Textos, 1999.
Los secretos del bosque, Visor, Madrid, 2002 (Premio J. Gil de Biedma, 2002).
Paralajes, Barcelona, Tusquets, 2002.
Vilanos, Madrid, AdamaRamada, 2004.
Fractales, Valencia, Pre-Textos, 2005.
Huellas sobre una corteza, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2005.
Brancusi – 2005.
Espacios traslúcidos – 2007
La indetenible quietud. En torno a Eduardo Chillida, 2008
Río hacia la nada, 2010 – XIV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Torrevieja
Poesía erótica y amorosa, Vaso Roto Ediciones, 2010
Variables ocultas – Vaso Roto – 2010
De la realidad y la poesía. Tres conversaciones y un poema. Con Antonio Gamoneda y Mohsen Emadí, Vaso Roto – 2010
Las estrellas vencidas – 2011
Peregrinaje – 2011
Movimientos Insomnes, I Premio de Poesía Experimental Francisco Pino – 2011.
Orbes del sueño – Vaso Roto Poesía, 2013

Antologías:

Antología personal (1959-1979), Madrid, Rialp, 1979.
Paisajes y figuras, Badajoz, Cuadernos Poéticos Kylix (33), 1987.
Rosa rubea  M. Scaramuzza, Roma –  1995.
Acecho del alba – Madrid, Huerga & Fierro, 1999.

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