Pintura

Francisco Pacheco: Maestro de maestros

noviembre 27, 2022


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Francisco Pacheco

Francisco Pérez del Río, que era el verdadero nombre de Francisco Pacheco, adoptó el de su tío, el licenciado y canónigo Francisco Pacheco, nació en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, en 1564.
Fue maestro y suegro de Diego Velázquez, así como de Alonso Cano y Francisco López Caro.


Fue bautizado el 3 de noviembre de 1564. Antes de 1580 se trasladó a Sevilla, para formarse al amparo del canónigo; bien relacionado con los ambientes cultos de la ciudad e interesado en cuestiones artísticas, el licenciado Pacheco encabezaba una tertulia de cuyo mantenimiento iba a encargarse su sobrino a su muerte.
Se formó con el apenas conocido pintor sevillano Luis Fernández, y en 1585 terminada su formación, arrendó una casa en la calle de los Limones, titulándose maestro pintor.


Contrajo matrimonio en1594 con María Ruiz de Páramo, lo que marcó el inicio del periodo de consolidación del pintor gaditano. Sus buenas relaciones con el clero, la aristocracia y el poder municipal le proporcionaron una amplia clientela.
También participó activamente en la defensa de los derechos profesionales de su gremio en algunas ocasiones contra el establecimiento de impuestos y en otras contra artistas de otros gremios que ocupaban competencias propias de los pintores, como es el caso del conflicto que le enfrentó con Martínez Montañés.


Participó en el túmulo levantado en Sevilla para la celebración de las honras fúnebres del rey Felipe II.
Con la entrada del siglo XVII, se consolidó como el primer pintor de la ciudad de Sevilla, aunque pronto sería eclipsado por el pintor de origen flamenco Juan de Roelas que permanecería en la ciudad entre los años 1604 y 1616.
En 1610 emprendió un viaje a Madrid, donde permaneció algo más de un año y en el que hay constancia de su visita a El Escorial y Toledo, donde trató con El Greco.


En ese mismo año entró en su taller como aprendiz Diego Velázquez. En esta época, Pacheco acumuló cargos y títulos que incrementaron su estatus social, así recibió el título gremial de «Veedor del oficio de la pintura» y el Tribunal de la Inquisición el de «Veedor de pinturas sagradas», en 1618.


El 17 de noviembre de 1611 Pacheco firmó el contrato por el que recibía como aprendiz a Velázquez, quien llevaba algunos meses en su casa. En 1618 consintió el matrimonio del joven pintor con su hija Juana Pacheco, un hecho no inusual en la época, donde el maestro casaba a sus hijas con sus alumnos más aventajados. Hizo gestiones para que Velázquez viajase a Madrid y le introdujo ante el Conde-duque de Olivares, lo que daría un vuelco a su carrera.


Humanista culto, con conocimientos teológicos, reunió en torno suyo un círculo de poetas y eruditos, en una especie de academia neoplatónica, a la que asistían intelectuales prestigiosos de Sevilla como Pablo de Céspedes, donde se buscaban apoyos para ennoblecer el arte de la pintura: Ut pictura poesis (la pintura es como la poesía).
El periodo de declive se inicia a partir de 1626 con el auge de Francisco de Zurbarán y Francisco Herrera el Viejo.


Publicó el Libro de los Retratos, una colección incompleta de casi setenta retratos acompañados de pequeñas semblanzas biográficas al pie de los principales ingenios de su tertulia y de otras celebridades artísticas y literarias. Los originales se conservan repartidos entre el Museo Lázaro Galdiano de Madrid y la Biblioteca del Palacio Real y fue publicado íntegro por José María Asensio en 1886.


En los últimos años de su vida se dedicó a redactar un tratado artístico que tituló Arte de la Pintura, concluido en 1641 y que fue publicado póstumamente en 1649; la obra constituye uno de los mejores tratados artísticos del barroco español.
Admirador de Rafael Sanzio, su obra se caracteriza por un manierismo de corte académico de influencia del arte italiano y flamenco. Sigue las formas de los grandes maestros, pero representa las figuras y ropajes con una dureza estática. No evolucionó demasiado, tal vez hacia el realismo, es valorado como buen dibujante y modesto pintor. Sin embargo, dada su dedicación al estudio, análisis y explicación del arte, Pacheco influyó mucho en la iconografía de la época.


Son de sumo interés los retratos que realizó a lápiz de los prohombres hispalenses, unos 160, que pasaron por su tertulia a lo largo de 54 años, cuyo cuaderno se encuentra en el Museo Lázaro Galdiano, de Madrid.
Como historiador de arte, sus escritos son fundamentales no sólo en datos sobre tendencias, escuelas y artistas, sino también por la explicación puntual de técnicas pictóricas, especialmente por las normas sobre la policromía de esculturas.


En el apéndice del tercero de los libros que componen El arte de la pintura, Pacheco precisa con exactitud la iconografía con la que se han de representar en pintura los asuntos religiosos más importantes para que reflejen de forma fiel el sentido de los textos sagrados. Esta actitud, muy del agrado del Santo Oficio, llevó a que le comisionaran para que vigilase la ortodoxia de las pinturas sagradas.


Tuvo trato con el Greco, de quien escribió que «lo que hizo bien, ninguno lo hizo mejor, y lo que hizo mal, ninguno lo hizo peor», y con Vicente Carducho, y se carteó entre otros con el vallisoletano Diego Valentín Díaz, todos ellos artistas cultos. Al conceder la primacía al dibujo sobre el color, tuvo siempre como modelos a Miguel Ángel, Rafael y Alberto Durero, aunque no dejó en el Arte de la pintura de rendir homenaje a otros muchos maestros, entre ellos a Correggio.
Murió en Sevilla, en 1644, siendo enterrado el 27 de noviembre en la iglesia de San Miguel.

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