Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.
«Romance de La Lirio»
Por la arena de la playa
va con un hombre la Lirio
La tarde pone en sus ojos
un barco de plata y vidrio,
mientras que Cádiz se enciende
a lo lejos como un cirio,
en un altar encalado
de torres en equilibrio.
– No sé qué sería de mí
si me dejaras, mocito,
suspira dulce y lejana
y en un sollozo, la Lirio.
El hombre moreno y alto
con voz de viento salino
le dice mientras su talle
aprieta como un jacinto:
– Llevo tu nombre en el brazo
tatuado desde niño
y en el corazón un ancla
de juramento perdido.
Por la arena de la playa
viene cantando un chiquillo:
La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Liro
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio
Cádiz, de cal, a lo lejos,
huele a guitarra y a vino.
«La Bizcocha» es una vaca
con sortijas en los dedos,
voz de aguardiente de Rute
y cintura de brasero.
«La Bizcocha» lleva siempre
en su labio amarillento
una colilla colgada
y una blasfemia en acecho.
-¿No vino «la Lirio»?
– No
responde una voz en eco
-¡Mardita sea…!
La colilla
cae de los labios al suelo,
como un sucio equilibrista
que cayera de un trapecio.
Y por la taberna va
un taco de carretero
que se clava en la flamenca
de un cartel de toros viejo.
En una mesa, con sorna,
canta un viejo marinero:
Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por dos;
pero la verdá del cuento
¡Ay, Señó de los tormentos!
la saben la Lirio y Dió
Sobre el mostrador, borracha,
«La Bizcocha» está durmiendo
un sueño de peluconas
con la Lirio de por medio.
– ¿Estará el barco en la playa?
– Estará al amanecer…
– Pos descanse usía tranquilo,
que allí se la llevaré.
– ¿Y si ella no quiere, vieja?
– Poco sabe su mersé
de las razones que tiene
mi «menda» pa convensé…
¡Sincuenta moneas de oro!
¡Vaya rasones, y olé!
Y una voz entre la sombra
termina el romance aquel:
Que fue con un bebediso
de menta y ajonjolí;
que fue una noche de luna,
que fue una tarde de abríl
– ¿Dónde está mi blanca novia,
dónde está que no la veo?
(Un barco en la madrugada
se va perdiendo a lo lejos…)
– ¿Dónde está la Lirio, dónde,
que yo sin verla me muero?
(Mocito, busca otra novia
porque esa tiene ya dueño
y va en un trono de espuma
navegando mar adentro…)
– Mira su nombre en mi brazo,
sobre mis venas latiendo,
y en mi pulso y en mi lengua
y en la punta de mis dedos.
(Para tapar ese nombre
ponte un brazalete negro…)
– ¡Mira que la llevo aquí
crucificada en mis centros!
(Arráncate las entrañas
y da tu dolor al viento…)
¡Mira que de no mirarla
me estoy muriendo y muriendo!
(Pues encomienda tu alma
porque ese amor está muerto…)
Amarga, de Puerta Tierra,
viene la voz de un flamenco:
A la mar maera,
y a la Virgen, cirio,
y pa duquitas, mare de mi arma,
pa duquitas negras,
las que tié la Lirio
Caminito de las Indias
un barco se va perdiendo.
la Lirio corta sus trenzas
con tijeritas de acero,
llenando el mar de suspiros
y el aire de juramentos,
mientras que, roto, en la playa
veleta de amores muertos,
clavando su desengaño
en la Rosa de los Vientos,
moreno de sal y luna,
llora y llora un marinero.
Rafael de León
De este romance salió la famosa copla que con el mismo tituló hiciera famosa Concha Piquer y que han versionado todas las grandes cantantes de este género
Recogido en: Pena a alegría del amor y otros versos
Ed. Martos Ortiz 1974
ISBN: 978-84-40078-37-4
Rafael de León y Arias de Saavedra, VIII marqués del Valle de la Reina, VII marqués del Moscoso y IX conde de Gómara, nació en Sevilla, en la misma calle en donde casi 34 años antes nació Manuel Machado, el 6 de febrero de 1908.
Fue miembro de una aristocrática familia de terratenientes andaluces.
Poeta español de la Generación del 27′ y autor de letras para copla, faceta esta última en la que se hizo famoso por formar parte del trío Quintero, León y Quiroga.
La obra poética de Rafael de León, queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y letras para canciones.
Fue el letrista de algunas de las más célebres canciones populares españolas del siglo XX, como Tatuaje, Ojos verdes, Francisco Alegre, La Zarzamora, A ciegas, A tu vera, A la lima y al limón, Pena, penita, pena, María de la O, Con divisa verde y oro., teniendo registradas entre los tres, más de cinco mil canciones.
Con ocho años de edad fue internado en el prestigioso colegio jesuita del Puerto de Santa María, donde coincidió con Rafael Alberti.
Después pasó por el también jesuita colegio de El Palo, en Málaga, y por los salesianos de Utrera.
En 1926 inició la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, donde conoció a Federico García Lorca.
Murió en Madrid, el 9 de Diciembre de 1982.
También de Rafael de León en este blog:
«Rafael de León: La casa vacía»: AQUÍ
«Rafael de León: Las muertes de Sevilla»: AQUÍ
«Rafael de León: Requiem por Federico»: AQUÍ
«Rafael de León: La rosa y el viento»: AQUÍ
«Rafael de León: Romance de La Lirio»: AQUÍ
«Rafael de León: En el estanque del día»: AQUÍ
Bibliografía poética:
Pena y alegría del amor, 1941
Profecía (En coautoría con Antonio Quiroga), 1954
Otros poemas
Rafael de León – Poesía completa, 2024
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