«… Llegaréis sin mí a la patria que espera, elegías:
de dolor a dolor la impaciencia os empuja…»
Elegías de Bierville
X
He soñado con Orfeo en la puerta abierta de la Sombra.
Una ausencia de espejo ha devorado mis ojos
ebrios de mirarse en el turbulento mayo de las cosas,
llenos de verter sobre el cielo tantas auroras del corazón.
Fue esto: morir de repente en el presente de pujanza
y levantarme (¡oh inmensamente) más allá de los adioses,
todo yo puro anhelo y, secreta en el alma, oído
que la despierta y por donde toda ella revive en lo oscuro.
Igual que yo había encontrado en mí el misterioso sendero,
solo, en el riesgo lunar de lo profundo impensable,
hacia vosotros, dioses inferiores, y vuestra
única certeza, dura desgastando mi paso,
ahora, soy náufrago de mi vertical instante de caída
– piedra y pájaro sin viento- por la absoluta desesperanza,
se giraba hacia mí escuchando crecer el anuncio
de no sé qué mar interior, madurando
lejos dentro de mí en islas de una aún débil melodía;
cambio o nacimiento –era igual: era un mar y su viento.
Cosas fosforescentes, de idéntico murmullo, se abrían.
Cándidas flores de la noche, entre el vacío y la ola,
lentamente se llenaban de lo que ellas eran, tomaban
mareas, número y espacio y original horizonte.
Toda una infantil Naturaleza en ellas parecía
reencontrar su aliento, el orden flotante de su juego,
madrugar en los colores más desnudos de su esperanza,
coronarse con el orgullo infinito del tiempo.
¡Cómo te reconocí, memoria, perdido archipiélago,
calas, sagrados sillares, fuentes y mansos animales!
Todo cuanto había aprendido por mí el oído y, con él,
como un comienzo, el acto callado de su fin,
y ¡ah inexplicable! velada Eurídice, todo cuanto es único
en ti dentro de tu nombre entre mi canto y la muerte,
construía un reino inmenso que regresaba a la voz de su príncipe,
una patria esperada, dulce del diferente pueblo
junto al que había buscado largamente la victoria;
¡palmas! me he elevado siendo el pecho de su canto.
No me ha detenido con la duda del agua negra el inmóvil
ciprés blanco del olvido, maravilloso en lo impuro:
me tomaba la eterna llamada de pura ternura
– la que el exiliado a veces oye, muy lejos,
cuando siente que la infancia le llora, y el atardecer
lo acompaña con el lamento de una inocente campana.
Me tomaba, ¡absoluta! Como lo que nos salva,
súbito, desde el corazón más profundo del peligro;
como el amante que quiere liberar a la amada lejana
con la palabra necesaria y se la lleva al desierto;
violentamente floreciendo por dentro en fuente
viva de mí mismo –ojo en la cruz de los sentidos,
agua que fluye en el instante que no huye y no la cambia,
existir y mirarse entregando, desde el origen mirar
hasta el fin de su don, ¿es eso la perenne promesa,
puro Orfeo, era abundante la corriente en el sorbo?
¿Y lo que infinitamente tú alababas, perfecto maestro,
tan solo era el preludio para cada uno –para mí?
¿Y lo que me fue incontable, apenas conocido, crecimiento,
– boda inefable, nostalgia, extraña visita en la noche-
y lo que me creará, pero sin nunca acabarme,
como si languideciera con las manos del que sueña desear,
ahora estaría todo en la límpida suma, cada
cosa salvándose ay de haber sido mortal y solitaria?
¡Dioses fraternos! Así abrevado e inundado de mi propio
puro retorno, he pasado, alma dentro, hacia donde estoy,
más allá de la infancia, vosotros conmigo, en la sonrisa
de la certeza, un solo fin: yo el glorioso instrumento
y vosotros el amor; y he entrado a conocerme, ¡oh vida
recomenzada! en ti, como en impulso y trabajo
y aparente desacuerdo, ¡oh Presentes! vosotros me veíais,
no en mi hacer, sino ya en mi perfecto signo.
Y ahora, en la dulzura del sueño que me queda, amo
en la sangre la memoria, escucho y me veo
árbol arraigado en el grito de la pasada maravilla,
miro y me siento canto que abre la espesura en el espacio;
y no es olvidado de la extraña delicia, que pienso
en el chino sutil, de alma ardiente, que tiene los ojos
fijos en la compleja cifra de su poema y lo abraza
todo a cada instante mientras deshila los sonidos más puros.
Carles Riba
Barcelona, 1893 – 1959
De: «Elegías de Bierville»
Traducción y prólogo de Marta Lopez Vilar
Ed. Libros del Aire. Colección Jardín Cerrado, Madrid-2011©
ISBN: 9788493815479
Poema original en catalán:
«Elegies de Bierville»
X
He somiat amb Orfeu a la porta oberta de l’Ombra.
Una absència d’espill ha devorat els meus ulls
ebris encar de mirar-se en el maig turbulent de les coses,
plens d’abocar sobre el cel tantes aurores del cor.
Fou això: de sobte morir al present de puixança
i redreçar-me enllà (oh immensament! ) dels adéus,
pur anhel tot jo i, secreta dins l’ànima, orella
que la desperta i per on tota reviu en l’obscur.
Tal com en mi jo havia trobat l’ambigua sendera,
sola en el risc lunar de l’impensable profund,
fins a vosaltres, déus inferiors, i a la vostra
única certitud, dura acabant el meu pas,
ara, nàufrag del meu vertical instant de caiguda
-pedra i ocell sense vent- per l’absolut no-esperar,
era girat a mi que escoltava créixer l’anunci
de no sé quina mar interior, madurant
lluny dins meu en illes d’encara impotent melodia;
canvi o naixença -era igual: era una mar i el seu vent.
Coses fosforescents, d’indistint murmuri, es badaven,
càndides flors de la nit, entre l’onada i el buit,
lentament s’omplien del que elles eren, prenien
brusques, nombre i espai i original horitzó.
Tota una pueril Natura en elles semblava
retrobà’ el seu respir, l’ordre flotant del seu joc,
matinejà’ en els colors més nus de la seva esperança,
coronar-se amb l’orgull innumerable del temps.
Com et vaig reconèixer, memòria, perdut arxipèlag,
cales, sagrats carreus, fonts i amansits animals!
Tot quant havia per mi après l’oïda i, amb ella,
com un començament, l’acte callat del seu fi,
i ah inexplicable! tot quant, velada Eurídice, és únic
dins el teu nom amb tu entre la mort i el meu cant,
feia un reialme immens que tornava a la veu del seu príncep,
una pàtria expectant, dolça del poble divers
junt amb el qual havia cercat llargament la victòria;
m’he exaltat essent, palmes! el pit del seu cant.
No m’ha aturat amb el dubte de l’aigua negra l’immòbil
blanc xiprer de l’oblit, meravellós a l’impur:
em prenia la crida eternal de pura tendresa
-la que l’exiliat sent de vegades, molt lluny,
quan li sembla, i el puny, que la infància el plora, i el vespre
l’acompanya amb el plany d’una campana innocent.
Em prenia, però que absoluta! Com el que ens salva,
súbit, des del cor més entranyat del perill;
com l’amant que vol lliberar l’amada dispersa
pel necessari mot i se l’enduu al desert;
violentament obrint-me per dins en fontana
viva de mi mateix -ull en la creu dels sentits,
aigua fluida en l’instant que no fuig i que no la canvia,
ésse’ i mirar-se donant, des de l’origen mirar
fins a la fi del seu do, ¿és això la perenne promesa,
pur Orfeu, i el corrent era abundant en el glop?
¿I el que infinitament tu lloares, mestre perfecte,
era el preludi tan sols per a cad’ú -per a mi?
¿I l’incomptable que em fou, sabut a penes, creixença
-noça inefable, enyor, rara visita en la nit-
i el que m’afaiçonà, però sense mai acabar-me,
com si llanguís amb les mans del qui somia voler,
ara seria tot dins la suma límpida, cada
cosa salvant-s’hi d’haver ai! estat sola i mortal?
Déus fraterns! Així abeurat i inundat del meu propi
pur retorn, he passat, ànima endins, cap on sou,
més enllà de la infància, vosaltres amb mi, en el somriure
de la certesa, un sol fi: jo el gloriós instrument
i vosaltres l’amor; i he entrat a conèixer-me, oh vida
recomençada! en tu, com en l’impuls i el treball
i l’aparent desacord, oh Presents! vosaltres em vèieu,
no en el meu fer, sinó ja en el meu signe perfet.
I ara, en la dolçor que del somni em dura, ja estimo
la memòria en la sang, presto l’orella i em veig
arbre arrelat en el crit de la meravella passada,
miro i em sento cant que obre la tofa en l’espai;
i no és pap distret de l’estranya delícia, que penso
en el xinès subtil, d’ànima ardent, que té els ulls
fits en la xifra complexa del seu poema i l’abraça
tot a cada instant mentre en deslliga els sons purs.
Carles Riba.
Reseña de «Elegías de Elegías de Bierville» en Ojos de Papel: AQUÍ
*La imagen representa a Orfeo y es de Jean Delville
También de Carles Riba en este blog:
«La noche quiso que fuésemos noche … de Carles Riba»: AQUÍ
«Canción en la calma muerta de Carles Riba»: AQUÍ
«Carles Riba: Dirección, de Elegías de Bierville»: AQUÍ
«Carles Riba: Elegías de Bierville (II)»: AQUÍ
«Carles Riba: Elegías de Bierville (III)»: AQUÍ
«Carles Riba: Conjuraría»: AQUÍ
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