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Rogelio de Egusquiza
Nació en Astilleros, Santander el 20 de julio de 1845.
Es un gran desconocido para el público, «El ilustre olvidado», como diría de él el experto en arte Diego Bedia Casanueva, al escribir sobre la figura Egusquiza.
Son pocos los datos biográficos encontrados y su obra está escasamente estudiada.
Su primer maestro fue Francisco Mendoza; en 1860 se trasladó a París donde ingresó en L’Ecole de Beaux Arts, en la que tuvo como profesor a Léon Bonnat.
En 1862 viajó a Inglaterra, Bélgica, Holanda y Alemania, para establecerse en París definitivamente en 1869.
Comenzó su carrera artística realizando pinturas de tema histórico, para dedicarse pronto al retrato de personas de la alta sociedad y la pintura de género influenciado por la de Mariano Fortuny, por el que sentía una gran admiración y con el que mantenía una buena amistad.
Preocupado por la inestabilidad política que había en el país galo, marchó a España, regresando a Francia tan pronto como le fue posible.
Viajó a Roma con Raimundo Madrazo y Ricardo de Madrazo, para trabajar en el taller de Fortuny que acababa de fallecer, permaneciendo en la capital italiana hasta la primavera de 1875.
Compaginó este trabajo con la asistencia a la Academia de España en la capital italiana.
En 1876 su obra giró de forma decisiva movido por la pasión que despertó en él la figura de Richard Wagner, por este motivo viajó a Munich en 1879 para ver la representación de la obra wagneriana «El anillo del nibelungo», su impresión fue tan fuerte que marchó al lugar de residencia del compositor, Bayreuth, para conocerle en persona.
Entablaría con el compositor y con su mujer, Cosima, una estrecha relación personal, siendo uno de los pocos españoles que lograron entrar en el círculo íntimo del músico.
Al igual que Wagner, se preocupó del tratamiento de la luz sobre la escena, suprimiendo la iluminación inferior a favor de una superior, más espiritual, pinturas que evocan austeridad, recogimiento, soledad, concentración, pureza y espiritualidad.
De regreso a París, entró a formar parte del grupo de creadores simbolistas, y comenzó a pintar una serie de obras en las que se puede apreciar el cambio experimentado en cuanto a su concepción artística.
Este cambio se puede apreciar en sus retratos de Arthur Schopenhauer y de Luis II de Baviera.
Participó en el Salón de los Rosa Cruz en 1892, al que volvió en 1893, 1896 y 1897.
En 1900 presentó en la Exposición Universal de París sus cinco estampas sobre «Parsifal», con las que logra una medalla de plata. Ese mismo año le fue concedida la Legión de Honor.
Los siguientes veinte años de su vida consagró su carrera a la obra de Wagner, temática que abandonó para dedicarse al Siglo de Oro español; pintó una serie de retratos de Don Pedro Calderón de la Barca, Francisco de Goya y Cervantes, que donó antes de morir a al Museo de Reproducciones Artísticas, a la Biblioteca Nacional y al Conservatorio Nacional de Música.
En 1902 donó otra serie de obras y dibujos al Museo de Arte Moderno, que más tarde pasarían a formar parte de la colección del Museo del Prado en 1971.
Murió en Madrid el 10 de febrero de 1915.
Sus obras más notables son: Tristán e Isolda; Tristán e Isole, La Vida; Retrato de Wagner, Retrato de Shopenhauer, y «Retrato de Luís II de Baviera.
Realizó así mismo una gran cantidad de dibujos y aguafuertes de personajes operísticos wagnerianos: Kundry, Parsifal, Amfortas, Titurel, El santo Grial; retratos y grabados de personajes célebres como Goya, y Calderón de la Barca, entre otros.
*Entrada publicada el 7 de diciembre de 2012. Actualizada y ampliada el 10 de febrero de 2024.
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