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«Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje.»
Henri Cartier-Bresson
Gianni Berengo Gardin
Nació en Santa Margherita Ligure, localidad cercana a Génova, Italia, el 10 de octubre de 1930.
Miembro de una acomodada familia, que poseía un hotel en su ciudad natal, que tras la movilización de su padre para participar en la Segunda Guerra Mundial la familia, entraron en una situación económica delicada, por lo que se trasladaron a Roma.
En 1948, tras terminar la enseñanza secundaria, se mudó a Suiza, donde vivió dos años y se introdujo en el mundo de la fotografía.
A su regreso a Italia se incorporó al grupo fotográfico La Góndola.
Entre 1952 y 1954 vivió en París, donde entabló relación con Robert Doisneau, Willy Ronis y Daniel Masclet, entre otros.
Ese último año volvió a Italia, estableciéndose en Venecia. Abandonó La Góndola y creó otro llamado Il Ponte.
A partir de entonces comenzó a trabajar para el periódico Il Mondo, más tarde para otros como L’Espresso, Epoca, Stern o El Figaro.
Está considerado como uno de los mejores fotógrafos italianos del siglo XX, ha conseguido prácticamente todos los premios internacionales —en 1963 logró un World Press Photo—, considerado como un talento natural por otros grandes fotógrafos, como es el caso de Henri Cartier-Bresson.
Es venerado por los italianos como el mejor de sus cronistas visuales, con una un importante mensaje de marcado enfoque y compromiso social, que recibió como homenaje la organización de dos exposiciones al mismo tiempo, una de Génova y otra en Londres.
En 2002 se llevó a cabo una importante retrospectiva «Storie di un fotógrafo», en el Palacio Ducal de Génova, con más de 200 fotos que abarcaban el periodo de 1969 a 2002.
Ese mismo año se pudo ver la muestra «The Sense of a Moment», en la galería Prahlad Bubbar de Londres, en la que se exhibieron imágenes de la serie que realizó en un viaje a la India realizado en 1980: «India dei Villaggi».
Ha trabajado así mismo en la publicidad, la foto industrial y de arquitectura.
Sus imágenes captadas al azar, de la vida cotidiana, siempre en blanco y negro, ─el color distrae al fotógrafo y al espectador─, gracias al ojo siempre vigilante, con el fin de plasmar esos momentos únicos.
Sus fotografías logran en muchas ocasiones, un mensaje poético, como ocurre con una instantánea de 1977, realizada en Escocia, en la que vemos a una pareja en un pequeño utilitario ante el mar encrespado (foto favorita del autor, que dice: «no se miraban, no se hablaban, pero había una forma de comunicación entre ellos a través de la naturaleza, de la contemplación de ese mar y ese cielo inmensos»).
Establecido definitivamente en Milán, son incesantes sus encargos y en 1973 comenzó por España sus reportajes por Europa.
En el Museo Reina Sofía de Madrid, podemos ver tres de sus fotografías.
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