«La verdad no está de parte de quién grite más»
RT
Rabindranath Tagore
Algunas de sus frases:
Sé como el sándalo, que perfuma el hacha del leñador que lo hiere
Los hombres son crueles, pero el hombre es bueno.
Llevo en mi mundo que florece todos los mundos que han fracasado.
La patria no es la tierra. Sin embargo, los hombres que la tierra nutre son la patria.
El entendimiento agudo y sin grandeza, lo pincha todo, pero nada mueve.
Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.
La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.
El Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea. No es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría que está en el origen de toda creación.
Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres.
¡He perdido mi gotita de rocío!, dice la flor al cielo del amanecer, que ha perdido todas sus estrellas.
El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio.
Para los hombres, aceptar es dar; para las mujeres, dar es recibir.
Sólo yo tengo el derecho de corregir, pues sólo puede castigar quien ama.
Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera.
La vida es la constante sorpresa de saber que existo.
Llevo dentro de mí mismo un peso agobiante: el peso de las riquezas que no he dado a los demás.
¡Cómo pinta el deseo los colores del iris en las nieblas de la vida!
Cada niño que viene al mundo nos dice: «Dios aún espera del hombre».
La fe engaña a los hombres, pero da brillo a la mirada.
La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta.
No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo.
Tú no ves lo que eres, sino su sombra.
La verdad levanta tormentas contra sí que desparraman su semilla a los cuatro vientos.
El que se ocupa demasiado en hacer el bien no tiene tiempo de ser bueno.
Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.
Los hechos son muchos, pero la verdad es una.
Engarza en oro las alas del pájaro y nunca mas volará al cielo.
La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.
Qué pequeña eres brizna de hierba. Sí, pero tengo toda la Tierra a mis pies.
Un entendimiento todo lógica es como un cuchillo de hoja sola, que hiera la mano de su dueño.
Leemos mal el mundo, y decimos luego que nos engaña.
No hay más que una historia: La historia del hombre. Todas las historias nacionales no son más que capítulos de la mayor.
Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que paciente la sostiene.
El benefactor llama a la puerta, pero el que ama la encuentra abierta.
El hombre en su esencia no debe ser esclavo, ni de sí mismo, ni de los otros, sino un amante. Su único fin está en el amor.
El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen.
Hacer preguntas es prueba de que se piensa.
Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.
Dormía…, dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir… y el servir era alegría.
Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos.
Aunque le arranques los pétalos, no quitarás su belleza a la flor.
Déjame sólo un poco de mí mismo para que pueda llamarte mi todo.
Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad.
Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas.
La oscuridad de la noche es un saco que rebosa el oro del amanecer.
Y al partir serán estas mis últimas palabras: me voy, dejo mi amor detrás
Poesía:
«El hogar»
No se ha puesto el sol todavía
y aún no ha empezado la feria
que han montado en la ribera.
Pensé que había perdido
todo mi tiempo y mis monedas;
pero no, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
He acabado mi negocio.
Están hechas las cuentas
y regreso a mi hogar.
¿Qué he de pagarte, guardián?
Tranquilízate, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Se ha detenido el viento
y las nubes oscuras y bajas del crepúsculo
no anuncian nada bueno.
El agua espera callada el vendaval.
Voy a pasar al otro lado del río
pues tengo miedo de que caiga la noche.
¿Me pides el dinero de¡ viaje, barquero?
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Un mendigo se ha sentado
a la vera del camino debajo de un árbol.
Me mira esperando con timidez.
Es muy posible que crea que llevo mucho dinero.
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Ya ha caído la noche
y se ha desvanecido el camino desierto.
Brillan las luciérnagas en medio de las frondas.
¿Quién me andará siguiendo en silencio,
ocultándose si me vuelvo a mirar?
¿Quieres robarme, verdad?
Pues no te marcharás con las manos vacías,
pues algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Luego, cuando a medianoche llego a mi casa
con la bolsa sin nada,
tú me estas aguardando a la puerta,
con un mirar ansioso,
insomne y silenciosa; y te echas en mi regazo
como un tímido pájaro, llena de amor.
Sí, sí, ¡Dios mío! ¡Cuánto me resta aún!
¡La suerte no me lo ha quitado todo!
«Regalo de amante»
Anoche, en el jardín, te ofrecí el vino espumeante
de mi juventud. Tu te llevaste la copa a los labios,
cerraste los ojos y sonreíste;
y mientras, yo alcé tu velo, solté tus trenzas
y traje sobre mi pecho tu cara dulcemente silenciosa; anoche,
cuando el sueño de la luna rebosó el mundo del dormir.
Hoy, en la calma, refrescada de rocío, del alba,
tú vas camino del templo de Dios, bañada y vestida de blanco,
con un cesto de flores en la mano.
Yo, a la sombra del árbol, me aparto inclinando la cabeza;
en la calma del alba, junto al camino solitario del templo.
«No puedo ofrecerte una sola flor»
No puedo ofrecerte una sola flor
de todo el tesoro de la primavera,
ni una sola luz de estas nubes de oro.
Pero abre tus puertas y mira; y coge,
entre la flor de tu jardín,
el recuerdo oloroso de las flores
que hace cien años murieron.
¡Y ojalá puedas sentir en la alegría de tu corazón
la alegría viva que esta mañana de abril te mando,
a través de cien años, cantando dichosa!
«Las flores de la primavera salen…»
Las flores de la primavera salen,
como el apasionado dolor del amor no dicho;
y con su aliento, vuelve el recuerdo de mis canciones antiguas.
Mi corazón, de improviso, se ha vestido de hojas verdes de deseo.
No vino mi amor, pero su contacto está en mi cuerpo
y su voz me llega a través de los campos fragantes.
Su mirar está en la triste profundidad del cielo, pero
¿dónde están sus ojos? Sus besos zigzaguean por el aire,
pero sus labios, ¿dónde están?
«Servir»
«Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.
Desperté, y vi
que la vida era servicio.
Serví, y vi
que el servicio era alegría.»
«El discípulo»
Tu lenguaje, Señor, es muy sencillo,
mas no así el de tus discípulos
que hablan en tu nombre.
Yo comprendo la voz de tus alas
y el silencio de tus árboles.
Comprendo la escritura de tus estrellas
con que nos explicas el cielo.
Comprendo la líquida redacción de tus ríos
y el idioma soñador del humo,
en donde se evaporan
los sueños de los hombres.
Yo entiendo, Señor, tu mundo,
que la luz nos describe cada día
con su tenue voz.
Y beso en la luz la orilla de tu manto.
El viento pasa enumerando
tus flores y tus piedras.
Y yo, de rodillas,
te toco en la piedra y en la flor.
A veces pego mi oído
al corazón de la noche
para oír el eco de tu corazón.
Tu lenguaje es sencillo, mas no así
el de tus discípulos que hablan en tu nombre.
Pero yo te comprendo, Señor.
«Oración»
Señor:
que yo nunca rece para ser preservado de los peligros,
sino para alzarme ante ellos y
mirarlos cara a cara.
Que no pida la extinción de mi dolor,
sino el coraje que me falta
para sobreponerme a él.
Que no confíe en aliados en la guerra de la vida
sobre el campo de batalla del alma:
que sólo espere de mí.
Que no implore, espantado mi salvación,
que tenga la fe necesaria para conquistarla.
Dame no ser ingrato:
pues a tu misericordia debo mis triunfos.
Y si sucumbo, acude a mí con tu brazo fuerte.
¡Y dame la paz, y dame la guerra!
«Amar Shonar Bangla» (Mi Bengala Dorada)
(Traduccion en Español)
Mi bengala de oro, te amo
Por siempre tus cielos, tu aire pone mi corazón en sintonía
Como si fuera una flauta
En primavera, oh madre mía
La fragancia de tus cultivos de mago
Me hace un salvaje con alegría
Oh, qué emoción
En otoño, oh madre mía
En los vastos campos de arroz florecido
Eh visto en la extensión, dulces sonrisas por todas partes
Ah, que belleza, Ah que coloraciones, ah que sentimiento!
Y que dulzura
El edredón que has extendido a los pies de los arboles de brayan
Y a lo largo de los bancos de los ríos
Oh! Madre mía, las palabras de tus labios
Son como un néctar para mis oídos
Ah!, que emoción
Si la tristeza, oh madre mía, moldea abatimiento en tu rostro
Mis ojos se llenan de lágrimas.
Jana-Gana-Mana (La mente de toda la gente)
De la mente de toda la gente
eres el principal líder, ¡hurra eh!
de Bhárata (India) eres el dador de fortuna.
De Punjab, Sind, Guyarat, Maratha,
Drávida, Utkala (Orissa), Bengal,
[las colinas] Vindhya, Himalayas, (el río) Yamuna, (el río) Ganges
cantan las olas del mar.
Tus bendiciones piden,
tus bendiciones (…)
cantan tus glorias.
El ahorro de toda la gente espera en tu mano, ¡hurra eh!
De India eres el dador de fortuna.
¡Hurra eh, hurra eh, hurra eh!
¡Hurra hurra hurra hurra eh!
Rabindranath Tagore
Rabindranath Tagore (en bengalí: Ravindranatha Thakura), nació en Calcuta el 7 de mayo de 1861.
Poeta bengalí y filósofo del Movimiento Brahmo Samaj, aunque más tarde se convertiría al hinduismo.
Dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones, fue galardonado el Premio Nobel de Literatura en 1913, siendo en el primer asiático en obtener este galardón.
Escribió su primera obra a los 17 años
Extendió por el mundo el arte bengalí con un gran numero de poemas, relatos cortos, cartas, ensayos y pinturas.
Fue también un sabio y reformador cultural que modernizó el arte bengalí desafiando las severas críticas que hasta entonces lo vinculaban a unas formas clasicistas.
Dos de sus canciones son ahora los himnos nacionales de Bangladesh e India: el «Amar Shonar Bangla» y «Jana Gana Mana».
Estudió en Inglaterra la carrera de Derecho, regresando después a su país.
En 1915 fue nombrado caballero por Jorge V, rey británico, renunciando al titúlo tras la Matanza de Amritsar en 1919, en la que tropas británicas mataron a 400 manifestantes hindús.
Murió en Santiniketan en el Birbhum, distrito de Bengala Occidental, India, el 7 de agosto de 1941.
También de Rabindranath Tagore en este blog:
«Rabindranath Tagore: Pájaros perdidos»: AQUÍ
«Rabindranath Tagore: El último trato»: AQUÍ
«Rabindranath Tagore: El hogar»: AQUÍ
«Rabindranath Tagore: El revolucionario bengalí»: AQUÍ
Sus obras más conocidas:
El Rey y la Reina
Malini
El Asceta
El Cartero del Rey
La Luna Nueva
El Jardinero
La cosecha
Chitra
Pájaros Perdidos
Morada de Paz
La Hermana Mayor
Ofrenda Lírica
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