«…Tu boca se me marcha de mi boca
y regresa con varios besos muertos…»
MH
En el día del centenario de su nacimiento:
«El silbo vulnerado»
1
Para cuando me ves tengo compuesto,
de un poco antes de esta venturanza,
un gesto favorable de bonanza
que no es, amor, mi verdadero gesto.
Quiero decirte, amor, con sólo esto,
que cuando tú me das a la olvidanza,
reconcomido de desesperanza
¡cuanta pena me cuestas y me cuesto!
Mi verdadero gesto es desgraciado
cuando la soledad me lo desnuda,
Y desgraciado va de polo a polo.
Y no sabes, amor, que si tú el lado
mejor conoces de mi vida cruda,
yo nada más soy yo cuando estoy solo.
7
Después de haber cavado este barbecho
me tomaré un descanso por la grama
y beberé del agua que en la rama
su esclava nieve aumenta en mi provecho.
Todo el cuerpo me huele a recién hecho
por el jugoso fuego que lo inflama
y la creación que adoro se derrama
a mi mucha fatiga como un lecho.
Se tomará un descanso el hortelano
y entretendrá sus penas combatiendo
por el salubre sol y el tiempo manso.
Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
seguirá ante la tierra perseguido
por la sombra del último descanso.
16
Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu amor y galanía,
clemencia de tu voz la tuya mía
y asistencia es estado en que lo cuento.
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
me falta el aire tuyo, mi sustento,
y no sé respirar y me desmayo.
Que venga, Dios, que venga de su ausencia
a serenar la sien del pensamiento
que me mata con un eterno rayo.
24
Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
25
Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía
esquiva, cejijunta y desolada.
Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esa agonía
de abocarme y ver piedra en tu mirada.
Me callaré, me apartaré (si puedo),
con mi pena constante, instante, plena,
adonde ni has de oírme ni he de verte.
Me voy, amor, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena.
Adiós, amor; adiós hasta la muerte.
Miguel Hernández
Fragmentos de: «El silbo vulnerado», 1934
Recogido en Miguel Hernández – Obra Completa I
Ed. Espasa – Clásicos
Edición publicada con motivo del centenario del nacimiento de Miguel Hernández en 2010.
ISBN: 978-84-670-329-4 (del tomo I)
Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela, Alicante, el 30 de octubre de 1910.
Aunque tradicionalmente se le encuadra en la generación del 36′, Miguel Hernández estuvo más próximo a la generación anterior, siendo considerado por Dámaso Alonso como “genial epígono de la generación del 27″.
En abril de 1939, ya concluida la Guerra Civil española, ya se había terminado de imprimir en Valencia «El hombre acecha«, sin encuadernar, una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.
Su gran amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela, aunque en su ciudad natal corría mucho riesgo, por lo que decidió viajar a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía del dictador fascista luso Oliveira Salazar, lo entregó a la Guardia Civil.
Fue internado en la cárcel de Sevilla, de la que lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), allí, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad de forma inesperada, sin ser procesado, en septiembre de 1939.
Ya en Orihuela, fue delatado, y tras ser detenido de nuevo, enviado a la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid. En el juicio que se celebró fue condenado a muerte en marzo de 1940. José María de Cossío, junto a otros intelectuales, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela, intercedieron por él, gracias a los que la pena de muerte a la que había sido condenado, se le conmutó por la de treinta años de cárcel.
Fue trasladado a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre, al Penal de Ocaña, Toledo; en 1941, un nuevo traslado, esta vez al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Antonio Buero Vallejo, que realizaría el famoso dibujo del pintor, y donde enfermó: tras una bronquitis mal curada, contrajo tifus, que se le complicó con tuberculosis, siéndole negado su traslado a un hospital para tratarla, y que le llevaría a la muerte.
En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de España denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia.
Murió el 28 de marzo de 1942, en la enfermería de la prisión alicantina, eran las 5.32 de la madrugada del 28 de marzo de 1942; sólo tenía 31 años de edad.
Se dice que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que fue su gran amigo Vicente Aleixandre, compuso una elegía.
Fue enterrado en el nicho número 1009 del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo.
También de Miguel Hernández en este blog:
«Miguel Hernández: Vino. Dejó las armas»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El último rincón»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El Rayo que no cesa» AQUÍ
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«Miguel Hernández: España en ausencia»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Canción del esposo soldado, de Viento del pueblo»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El hambre, de El hombre acecha»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El niño Yuntero, de Viento del pueblo»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Las cárceles, de El hombre acecha»: AQUÍ
Bibliografía:
Perito en lunas, Murcia, La Verdad – 1933 (Prólogo de Ramón Sijé).
Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras – 1933.
El rayo que no cesa, Madrid, Héroe – 1936.
Viento del pueblo. Poesía en la guerra, Valencia, Socorro Rojo Internacional – 1937
El labrador de más aire, Madrid – Valencia, Nuestro Pueblo – 1937.
Teatro en la guerra – 1937.
El rayo que no cesa, Ediciones Héroe – 1936.
Seis poemas inéditos y nueve más, Alicante, Col. Ifach – 1951.
Obra escogida, Madrid, Aguilar – 1952 (Incluye poemas inéditos).
Cancionero y romancero de ausencias – 1938–1941 – Buenos Aires, Lautaro, 1958.
Antología, Buenos Aires, Losada – 1960 (Selec. y Prólogo de Mª de Gracia Ifach. Incluye poemas inéditos).
Obras completas, Buenos Aires, Losada – 1960.
Obra poética completa, Madrid, Zero – 1979
El hombre acecha, Santander, Diputación – 1981
24 sonetos inéditos, Alicante, Instituto de estudios Juan Gil-Albert, 1986 (Edición de José Carlos Rovira).
Miguel Hernández – Obra Completa – Edición conmemorativa del centenario del poeta – 2 Tomos – Ed. Espasa – Clásicos – 2
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