«Pude nombrar los héroes
callando ante las bellas heroínas…»
«Grecia»
A Gotthold Stäudlin
Bajo la sombra de los plátanos,
donde el Iliso corría entre las flores,
los jóvenes soñaban con la gloria;
donde Sócrates conquistaba los corazones
y Aspasia pasaba entre los mirtos,
mientras los clamores de un gozo fraterno
resonaba en el Agora ruidoso,
y mi Platón forjaba paraísos;
en tiempos en que solemnes himnos magnificaban
y torrentes de entusiasmos fluían a la primavera
de lo alto de la montaña de Minerva,
en homenaje a la diosa protectora;
y cuando en la dulzura de innumerables horas llenas de poesía,
la vejez fluía como un sueño divino,
entonces, amigo mío, hubiera querido conocerte
tal como mi corazón te halla, pero años atrás.
¡Ah! qué abrazo hubiera sido el nuestro.
Tú me habrías cantado las hazañas de Maratón,
y el fervor más hermoso
habría brillado en tus embriagados ojos.
Tu corazón templaríase al sentir la victoria
y tu cabeza, que el laurel rodearía,
libre pues del peso triste de la vida
que apenas nos alivia con un soplo de dicha.
¿Ha desaparecido la estrella del amor
y el dulce fulgor rosa de la juventud?
Ah, tú, no sentiste la fuga de los años
en la danza de las doradas horas de la Hélade.
Eternos como la llama de la Vestales,
el coraje y el amor ardían entonces
en todos los corazones,
y como el fruto de las Hespérides
se abría incesante el dulce gozo juvenil.
¿De todo ese siglo de oro, por qué
el destino no te ha reservado una parte?
¡Aquellos deliciosos atenienses
eran tan dignos de tus inflamados cantos!
Apoyado contra tu lira jubilosa,
bebiendo la sangre de la dulce uva de Quío,
habría descansado, ardiente aún,
del agitado tumulto del Agora.
¡Sí, y en aquella edad mejor,
tu corazón amante, tu gran corazón fraterno
no se habría batido en vano por un pueblo
al que con gusto ofrecemos lágrimas de gratitud!
Mas ten paciencia, no dudes que vendrá la hora
que a tu alma divina librará del polvo.
¡Muere! En vano buscarás por esta tierra
tu elemento, oh espíritu preclaro.
¡Ática, la gigante, ha caído!
El eterno silencia de la muerte se incuba
en las tumbas de quienes fueron hijos de los dioses,
en las ruinas de los palacios de mármol.
La sonriente y dulce primavera, que llega,
ya no encuentra a sus hermanos:
en el valle santa del Iliso
un lúgubre desierto los recubre.
Mi deseo se vuela hacia aquel país mejor,
hacia Alceo y Anacreonte,
y yo, querría dormir en mi estrecha tumba,
junto a los santos de Maratón.
¡Que esta lágrima sea, pues, la última
vertida por la sagrada Grecia!
Oh Parcas, haced sonar vuestras tijeras,
ya que mi corazón pertenece a los muertos.
Friedrich Hölderlin
Recogido en: Friedrich Hölderlin – Poesía completa
Traducción de: Federico Gorbea
Ed. Titivillus, Epublibre, 2015
Johann Christian Friedrich Hölderlin, uno de los más grandes poetas líricos alemanes, nació en Lauffen am Neckar, Wurtemberg, el 20 de marzo de 1770.
Su poesía acoge la tradición clásica y fundiéndola con el nuevo romanticismo.
En el invierno de 1801 tuvo una grave crisis, sus depresiones habían sido constantes desde su época de estudiante. Tras un período de gran violencia, su trastorno mental pareció remitir, escribiendo «El único» y «Patmos», dos de sus obras maestras. Pero las crisis volvieron a aparecer de forma cada vez más severas. En 1806 fue internado en una clínica psiquiátrica de Tubinga, donde permaneció 231 días. Los síntomas que presentaba eran una gran agitación motora, daba largos paseos sin rumbo, con nula o escasa orientación espacio-temporal, frecuentes accesos de ira, pero sobre todo, una incontrolable e ininteligible verborrea, que parecían con toda probabilidad, indicativos de una esquizofrenia catatónica.
Fue declarado enfermo incurable, en mayo de 1807 y encargado su cuidado a un ebanista de su misma ciudad que era un gran entusiasta de del «Hiperión», lo acogió en su casa, aunque los gastos de su manutención corrieron a cargo de la madre del poeta.
Allí permaneció hasta su muerte, en un estado de locura pacífica prolongada durante treinta y seis años, ocurrida el el 7 de junio de 1843.
También de Friedrich Hölderlin en este blog:
«Friedrich Hölderlin: El otoño»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El espíritu del tiempo»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El verano»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: A las parcas»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El cementerio»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: La primavera»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El invierno»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: La vista»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El bien»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: Canción al destino de Hiperión»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: El joven a sus juiciosos consejeros»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: Himno a la Libertad»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: La despedida»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: A Hércules»: AQUÍ
«Friedrich Hölderlin: Grecia»: AQUÍ
Obra traducida al castellano:
Hiperión o el eremita en Grecia. Novela – 2005
Los himnos de Tubinga – 1991.
Las grandes elegías (1800-1801) – 1980.
Poemas de la locura – 1978.
Ensayos. Traducción – 1983.
La muerte de Empédocles – 1997.
Emilia en vísperas de su boda – 1999.
Odas – 1999.
El archipiélago – 1979.
Der Archipelagus – 2011.
Poemas – Texto bilingüe. Ed. Hiperión, 2004.
Antología poética Edición bilingüe – Cátedra, 2002.
Correspondencia amorosa – 1998.
Correspondencia completa – 1990.
Poesía juvenil – 2012.
Cánticos (Gesänge) – 2013.
Poemas – 1955.
Edipo de Sófocles – Edición trilingüe que incluye el filme de Pasolini Edipo rey.
Antígona – Edición bilingüe – 2014.
*La imagen es un relieve de Antonio Canova, Socrate salva Alcibiade nella battaglia di Potidea, albergada en la Galería de la Accademia di San Luca
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