[…] ¿Ese jardín o quizá el más allá?
Dámelo para la vejez,
para que mi alma quede absuelta.
MT
Mi recuerdo a la poeta rusa en el aniversario de su marcha,
«A los fiscales de la literatura»
¿Ocultarlo todo para que la gente olvide
como nieve que se derrite o una vela?
¿En el futuro no ser más que un puñado de polvo
bajo la cruz de la tumba? No quiero.
Cada instante, temblando de dolor,
vuelvo a lo mismo:
morir para siempre. ¿Será por eso
que mi destino es comprenderlo todo?
Una tarde en el cuarto de los niños, entre muñecas,
la telaraña en el prado,
un alma que se condena por una mirada…
Comprenderlo todo y por todo sufrir.
Por eso (y al manifestarlo cobro fuerza)
someto a juicio todo lo más mío,
para que mi juventud conserve siempre
la desasosegada adolescencia.
Marina Tsvetáeva
De: Otros poemas (1917-1928)
Recogido en la antología: El canto y la ceniza
Traducción: Monika Zgustova y Olvido García Valdés.
Ed. Galaxia Gutenberg, 2005© (1ª edición)
Reedición en 2018©
ISBN de esta última edición: 978-84-17355-64-7
Marina Ivanovna Tsvetaeva nació en Moscú, Rusia, el 8 de octubre de 1892.
Hija del fundador del Museo Pushkin de Moscú Iván Tsvetáiev, tuvo que exiliarse en Praga en 1922, y más tarde en Francia, en 1925, después de la revolución rusa, junto a su marido, un oficial del ejército imperial.
Vivió 14 años en Francia, desdichada y muy triste, tenía dos hijas, Irina y Ariadna, y un hijo, Gueorgui.
Volvió a la Unión Soviética para reunirse con su marido Serguéi Efrón, quien había regresado a Rusia con su hija, en 1939, pero en el mismo año su marido y su hija fueron arrestados, Serguéi fue fusilado en 1941 y Ariadna fue liberada en 1955.
Condenada al ostracismo por las autoridades soviéticas, no pudo encontrar vivienda ni trabajo. Era tan pobre que su hija Irina tuvo que ir a un orfanato, donde moriría de hambre.
Al comienzo de la Gran Guerra, Marina fue evacuada a Yelábuga, Tartaristán, donde se ahorcó, el 31 de agosto de 1941, tenía sólo 48 años de edad.
Pese a todas esas desdichas, dejó una obra viva, de impresionante calor, intransigente y llena de valentía, que fue salvada de la destrucción y del olvido por su hija Ariadna. En la Unión Soviética permaneció prácticamente inédita hasta pasada de la Segunda Guerra Mundial, que comenzó a ser conocida a través de la publicación de algunos de sus poemas en hojas clandestinas.
Nabókov rectificó sus prejuicios sobre la difícil Tsvietáyeva, de ella decía leerla sólo causa estupor y dolor de cabeza, pero se negó a permitir su rehabilitación, que no ha llegado del todo hasta hace unos pocos años con la publicación en Rusia su obra completa, según escribe Enrique Vila-Matas, Su lírica es un gran tesoro de literatura rusa.
Su rehabilitación literaria empezó en los años 1960. Su poesía proviene de lo más profundo de su personalidad, de su excentricidad y de su uso muy preciso del idioma.
Se la sitúa a la altura de Boris Pasternak, Anna Ajmátova y Ósip Mandelshtam.
Su correspondencia cruzada con Pasternak y Rainer María Rilke (sólo publicables desde 1979) nos da la media de su personalidad, su fuerza especial y la atracción de todo tipo que ella ejerció.
También de Marina Tsvetaeva en este blog:
«Marina Tsvetáeva: A los fiscales de la literatura»: AQUÍ
«Marina Tsvetáeva: Cabello gris»: AQUÍ
«Marina Tsvetaeva: A Boris Pasternak»: AQUÍ
«Marina Tsvetaeva: A ti, dentro de un siglo»: AQUÍ
«Marina Tsvetáyeva: Es sencilla mi ropa…»: AQUÍ
«Marina Tsvetáyeva: Es sencilla mi ropa…»: AQUÍ
«Marina Tsvetáyeva: Poema del fin»: AQUÍ
«Marina Tsvietáieva: La Carta»: AQUÍ
«Marina Tsvetaeva: Regreso del líder»: AQUÍ
«Marina Tsvetáeva: Cabello gris»: AQUÍ
*Ilyá Kamínsky en su libro «Bailando en Odesa” le dedicó este poema: «Marina Tsvietáieva»: AQUÍ
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