Poesia

Rainer Maria Rilke: Las rosas

febrero 14, 2015


«Todos cuantos te buscan te tientan.
Y quienes te encuentran te atan
al gesto y a la imagen…»

RMR

«Las rosas»

I

Si tu frescura a veces nos sorprende tanto,
dichosa rosa,
es que en ti misma, por dentro,
pétalo contra pétalo, descansas.

Conjunto bien despierto cuyo centro
duerme, mientras se tocan, innumerables,
las ternuras de ese corazón silencioso
que suben hasta la extrema boca.

II

Te veo, rosa, libro entreabierto,
que contiene tantas páginas
de dicha detallada
que nadie leerá nunca. Libro-mago

que se abre al viento y se puede leer
con los ojos cerrados…,
del que salen mariposas turbadas
por habérsele ocurrido las mismas ideas.

III

Rosa, tú, oh cosa por excelencia completa
que se contiene en sí misma infinitamente
y que infinitamente se expande, oh cabeza
de un cuerpo ausente de tan suave,
nada te iguala, oh tú, suprema esencia
de este flotante ámbito;
de este espacio de amor en el que, apenas se avanza,
tu aroma nos envuelve.

IV

Nosotros fuimos, empero, quienes te propusimos
llenar tu cáliz.
Encantanda con ese artificio
tu abundancia lo había intentado.

Asaz rica para llegar a ser cien veces tú misma
en una sola flor;
es el estado de quien ama…
Pero nunca pensaste en otra cosa.

V

Abandono rodeado de abandono,
ternura contra ternuras…
Es tu interior el que, sin cesar,
parece que se acaricia;

se acaricia en sí mismo,
por su propio reflejo iluminado.
Así inventas el tema
del Narciso que alcanza su deseo.

VI

Una sola rosa es todas las rosas
y es ésta: el irreemplazable,
el perfecto, el dócil vocablo,
que encuadra el texto de las cosas.

Cómo lograr decir sin ella
lo que fueron nuestras esperanzas,
y las tiernas intermitencias
en nuestro incesante partir.

VII

Apoyándote, fresca, clara
rosa, contra mi ojo cerrado -,
parecerías mil párpados
superpuestos

contra el mío, ardiente.
Mil sueños contra mi disimulo
bajo el cual voy, errante,
por el perfumado laberinto.

VIII

De tu sueño asaz repleto,
flor por dentro numerosa,
mojada como una llorona
te inclinas sobre la mañana.

Tus suaves fuerzas que duermen
en incierto deseo,
desenvuelven las tiernas formas
entre mejillas y senos.

IX

Rosa, por entero ardiente y sin embargo clara,
que tendríamos que llamar relicario
de Santa Rosa…, rosa que difunde
su aroma turbador de santa desnuda.

Rosa ya nunca más tentada, desconcertante
por su paz interior; amante última,
tan lejos de Eva, de su primera alarma -,
rosa que infinitamente posee la pérdida.

X

Amiga de las horas en las que nadie queda,
en que todo se niega al corazón amargo;
consoladora cuya presencia atestigua
tantas caricias que flotan en el aire.

Si renunciamos a vivir, si renegamos
de lo que era y de lo por venir,
¿pensamos, acaso, lo bastante en la insistente amiga
que a nuestro lado cumple con su labor de hada?

XI

Tengo una tal conciencia de tu
ser, rosa completa,
que mi consentimiento te confunde
con mi festivo corazón.

Te respiro como si fueses,
rosa, la vida entera,
y me siento el amigo perfecto
de una tal amiga.

XII

¿Contra quién, rosa,
has adoptado
estas espinas?
¿Tu alegría demasiado fina
te obligó
a transformarte en esta cosa
armada?

Pero, ¿de quién te proteje
esta arma exagerada?
Cuántos enemigos te he
sacado
que no le tenían miedo alguno.
Al contrario, del verano al otoño,
hieres los cuidados
que se te prodigan.

XIII

¿Prefieres, rosa, ser la ardiente compañera
de nuestros arrebatos presentes?
¿Es el recuerdo quien te invade aún más
cuando se va una dicha?

Tantas veces te he visto, feliz y seca,
-cada pétalo una mortaja-
en un cofre perfumado, junto a una mecha
o en un libro amado que releeremos solos.

XIV

Verano : ser por unos días
coetáneo de las rosas;
respirar lo que flota en torno
de sus almas abiertas.

Hacer de cada una que muere
una confidente,
y sobrevivir a esa hermana
en otras rosas ausente.

XV

Sola, oh abundante flor,
creas tu propio espacio;
admiras tu imagen en un espejo
de fragancia.

Tu perfume envuelve como otros pétalos
tu cáliz innumerable.
Yo te retengo, tú te muestras,
Prodigiosa actriz

XVI

No hablemos de ti. Eres inefable
por naturaleza.
Otras flores adornan la mesa
que tú transfiguras.

Te ponen en un simple jarrón -,
y he aquí que todo cambia:
es la misma frase, quizás,
pero cantada por un ángel.

XVII

Eres tú quien preparas en ti misma
algo más que tú, tu última esencia.
Lo que sale de ti, turbadora emoción,
es tu danza.

Cada pétalo consiente
y da en el viento
algunos pasos perfumados
invisibles.

Oh música de los ojos
toda rodeada por ellos,
te vuelves en el medio
intangible.

XVIII

Todo lo que nos emociona lo compartes.
Pero lo que te ocurre lo ignoramos.
Habría que ser cien mariposas
para leer todas tus páginas.

Algunas de vosotras sois como diccionarios;
quienes las cortan
querrían encuadernar todas esas hojas.
En cuanto a mí, amo las rosas epistolares.

XIX

¿Es como ejemplo que te propones ?
¿Puede uno colmarse como las rosas
multiplicando su materia sutil
que fue hecha para no hacer nada?

Ya que ser una rosa no es
según parece, trabajar,
Dios, mientras mira por la ventana,
hace la casa.

XX

Dime, rosa, ¿cómo es
que en ti misma encerrada,
tu lenta esencia impone
a este espacio en prosa
tantos aéreos transportes?

Cuántas veces el aire
pretende que lo horadan las cosas
o, bien con un mohín,
se muestra amargo.
Mientras que en torno de tu carne,
rosa, se pavonea.

XXI

¿No te produce vértigo girar
en torno a ti misma sobre tu tallo
para terminarte, rosa redonda?
Pero cuando tu propio ímpetu te inunda,

en tu capullo te ignoras.
Es un mundo que gira en redondo
para que su calmo centro ose
el redondo reposo de la rosa redonda.

XXII

De nuevo, tú sales
del país de los muertos,
rosa, tú que llevas
hacia un día de oro

esta dicha convencida.
¿Lo autorizan, acaso, esos
cuyos cráneos vacíos
nunca supieron tanto.

XXIII

Rosa, que tan tarde llegaste y a quien las noches amargas
detienen con su excesiva claridad sideral,
rosa, ¿adivinas las fáciles delicias plenas
de tus hermanas estivales?

Durante días y días te veo vacilar
en tu vaina demasiado ajustada.
Rosa que, al nacer, imitas al revés
las lentitudes de la muerte.

¿Tu estado innumerable te hace conocer
en una mezcla en que todo se confunde
ese acuerdo inefable de la nada y el ser
que nosotros ignoramos?

XXIV

Rosa, ¿hubiéramos tenido que dejarte fuera,
amada exquisita?
¿Qué hace una rosa allí donde el destino
en nosotros se agota?

No hay retorno. Hete aquí:
con nosotros
compartes, arrobada, esta vida, esta vida
que no es la de tu tiempo.

Rainer Maria Rilke

Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán

Poema traducido al francés:

«Les roses»

I

Si ta fraîcheur parfois nous étonne tant,
heureuse rose,
c’est qu’en toi-même, en dedans,
pétale contre pétale, tu te reposes.

Ensemble tout évéillé, dont le milieu
dort, pendant qu’innombrables, se touchent
les tendresses de ce cœur silencieux
qui aboutissent à l’extrême bouche.

II

Je te vois, rose, livre entrebâillé,
qui contient tant de pages
de bonheur détaillé
qu’on ne lira jamais. Livre-mage,

qui s’ouvre au vent et qui peut être lu
les yeux fermés…,
dont les papillons sortent confus
d’avoir eu les mêmes idées.

III

Rose, toi, ô chose par excellence complète
qui se contient infiniment
et qui infiniment se répand, ô tête
d’un corps par trop de douceur absent,
rien ne te vaut, ô toi, suprême essence
de ce flotant séjour ;
de cet espace d’amour où à peine l’on avance
ton parfum fait le tour.

IV

C’est pourtant nous qui t’avons proposé
de remplir ton calice.
Enchantée de cet artifice,
ton abondance l’avait osé.

Tu étais assez riche, pour devenir cent fois toi-même
en une seule fleur ;
c’est l’état de celui qui aime…
Mais tu n’as pas pensé ailleurs.

V

Abandon entouré d’abandon,
tendresse touchant aux tendresses…
C’est ton intérieur qui sans cesse
se caresse, dirait-on ;

se caresse en soi même,
par son propre reflet éclairé.
Ainsi tu inventes le thème
du Narcisse exhaucé.

VI

Une rose seule, c’est toutes les roses
et celle-ci : l’irremplaçable,
le parfait, le souple vocable
encadré par le texte des choses.

Comment jamais dire sans elle
ce que furent nos espérances,
et les tendres intermittences
dans la partance continuelle.

VII

T’appuyant, fraîche, claire
rose, contre mon œil fermé -,
on dirait mille paupières
superposées

contre la mienne chaude.
Mille sommeils contre ma feinte
sous laquelle je rôde
dans l’odorant labyrinthe.

VIII

De ton rêve trop plein,
fleur en dedans nombreuse,
mouillée comme une pleureuse,
tu te penches sur le matin.

Tes douces forces qui dorment
dans un désir incertain,
développent ses tendres formes
entre joues et seins.

IX

Rose, toute ardente et pourtant claire,
que l’on devrait nommer reliquaire
de Sainte-Rose…, rose qui distribue
cette troublante odeur de sainte nue.

Rose plus jamais tentée, déconcertante
de son interne paix ; ultime amante,
si loin d’Ève, de sa première alerte -,
rose qui infiniment possède la perte.

X

Amie des heures où aucun être ne reste,
où tout se refuse au cœur amer ;
consolatrice dont la présence atteste
tant de caresses qui flottent dans l’air.

Si l’on renonce à vivre, si l’on renie
ce qui était et ce qui peut arriver,
pense-t-on jamais assez à l’insistante amie
qui à côté de nous fait son œuvre de fée.

XI

J’ai une telle conscience de ton
être, rose complète,
que mon consentement te confond
avec mon cœur en fête.

Je te respire comme si tu étais,
rose, toute la vie,
et je me sens l’ami parfait
d’une telle amie.

XII

Contre qui, rose,
avez-vous adopté
ces épines ?
Votre joie trop fine
vous a-t-elle forcée
de devenir cette chose
armée ?

Mais de qui vous protège
cette arme exagérée ?
Combien d’ennemis vous ai-je
enlevés
qui ne la craignaient point.
Au contraire, d’été en automne,
vous blessez les soins
qu’on vous donne.

XIII

Préfères-tu, rose, être l’ardente compagne
de nos transports présents ?
Est-ce le souvenir qui davantage te gagne
lorsqu’un bonheur se reprend ?

Tant de fois je t’ai vue, heureuse et sèche,
– chaque pétale un linceul –
dans un coffret odorant, à côté d’une mèche,
ou dans un livre aimé qu’on relira seul.

XIV

Eté : être pour quelques jours
le contemporain des roses ;
respirer ce qui flotte autour
de leurs âmes écloses.

Faire de chacune qui se meurt
une confidente,
et survivre à cette sœur
en d’autres roses absente.

XV

Seule, ô abondante fleur,
tu crées ton propre espace ;
tu te mires dans une glace
d’odeur.

Ton parfum entoure comme d’autres pétales
ton innombrable calice.
Je te retiens, tu t’étales,
prodigieuse actrice.

XVI

Ne parlons pas de toi. Tu es ineffable
selon ta nature.
D’autres fleurs ornent la table
que tu transfigures.

On te met dans un simple vase -,
voici que tout change :
c’est peut-être la même phrase,
mais chantée par un ange.

XVII

C’est toi qui prépares en toi
plus que toi, ton ultime essence.
Ce qui sort de toi, ce troublant émoi,
c’est ta danse.

Chaque pétale consent
et fait dans le vent
quelques pas odorants
invisibles.

O musique des yeux
toute entourée d’eux,
tu deviens au milieu
intangible.

XVIII

Tout ce qui nous émeut, tu le partages.
Mais ce qui t’arrive, nous l’ignorons.
Il faudrait être cent papillons
pour lire toutes tes pages.

Il y en a d’entre vous qui sont comme des dictionnaires ;
ceux qui les cueillent
ont envie de faire relier toutes ces feuilles.
Moi, j’aime les roses épistolaires.

XIX

Est-ce en exemple que tu te proposes ?
Peut-on se remplir comme les roses,
en multipliant sa subtile matière
qu’on avait faite pour ne rien faire ?

Car ce n’est pas travailler que d’être
une rose, dirait-on.
Dieu, en regardant par la fenêtre,
fait la maison.

XX

Dis-moi, rose, d’où vient
qu’en toi-même enclose,
ta lente essence impose
à cet espace en prose
tous ces transports aériens ?

Combien de dois cet air
prétend que les choses le trouent,
ou, avec une moue,
il se montre amer.
Tandis qu’autour de ta chair,
rose, il fait la roue.

XXI

Cela ne te donne-t-il pas le vertige
de tourner autour de toi sur ta tige
pour te terminer, rose ronde ?
Mais quand ton propre élan t’inonde,

tu t’ignores dans ton bouton.
C’est un monde qui tourne en rond
pour que son calme centre ose
le rond repos de la ronde rose.

XXII

Vous encor, vous sortez
de la terre des morts,
rose, vous qui portez
vers un jour tout en or

ce bonheur convaincu.
L’autorisent-ils, eux
dont le crâne creux
n’en a jamais tant su?

XXIII

Rose, venue très tard, que les nuits amères arrêtent
par leur trop sidérale clarté,
rose, devines-tu les faciles délices complètes
de tes sœurs d’été ?
Pendant des jours et des jours je te vois qui hésites
dans ta gaine serrée trop fort.
Rose qui, en naissant, à rebours imites
les lenteurs de la mort.

Ton innombrable état te fait-il connaître
dans un mélange où tout se confond,
cet ineffable accord du néant et de l’être
que nous ignorons ?

XXIV

Rose, eût-il fallu te laissé dehors,
chère exquise ?
Que fait une rose là où le sort
sur nous s’épuise ?

Point de retour. Te voici
qui partages
avec nous, éperdue, cette vie, cette vie
qui n’est pas de ton âge.

Rainer Maria Rilke

Rainer María Rilke nació el 4 de diciembre de 1875, en Praga, Bohemia, República Checa.
Está considerado como uno de los poetas más importantes tanto en lengua alemana como de toda la literatura universal con un preciso estilo lírico, utilizando simbólicas imágenes y reflexiones espirituales.
Sus obras más conocidas: las “Elegías de Duino” y los “Sonetos a Orfeo”.
En prosa sus obras más notables son las “Cartas a un joven poeta” y los “Cuadernos de Malte Laurids Brigge”.
Escribió indistintamente en alemán y francés.
Murió el 29 de diciembre de 1926, en Val-Mont, Suiza.

Otros poemas de Rainer María Rilke en este blog:

«Rainer María Rilke: Oh, aliento, tú, invisible poema…»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: La pantera»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Un día tomé entre mis manos…»: AQUÍ

«Rainer Maria Rilke: Sepulcro de una muchacha joven»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: A la esperada»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Día de otoño»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Soledad»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: De Los sonetos de Orfeo»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Oraciones de las muchachas a María»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Hora grave, de El libro de las imágenes»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: El poeta, de Nuevos poemas»: AQUÍ

«Poema del día: Canciones de los ángeles de Rainer Maria Rilke»: AQUÍ 

«Por ti, para que tú un día llegaras…»: AQUÍ 

«Rainer María Rilke: Infancia, de Libro de las imágenes»: AQUÍ

«Rainer María Rilke: Primera elegía, de Las elegías de Duino»: AQUÍ

«Rainer Maria Rilke: El simbolismo y la lírica en la poesía»: AQUÍ 

Bibliografía poética:

Leben und Lieder (Life and Songs) (1894)
Larenopfer (Lares’ Sacrifice) (1895)
Traumgekrönt (Dream-Crowned) (1897)
Advent (Advent) (1898)
Mir zur Feier (To me Only Celebration) (1909)
Das Stunden-Buch (The Book of Hours)
Das Buch vom mönchischen Leben (The Book of Monastic Life) (1899)
Das Buch von der Pilgerschaft (The Book of Pilgrimage) (1901)
Das Buch von der Armut und vom Tode (The Book of Poverty and Death) (1903)
Das Buch der Bilder (The Book of Images) (4 Parts, 1902-1906)
Neue Gedichte (New Poems) (1907)
Duineser Elegien (Duino Elegies) (1923)
Sonette an Orpheus (Sonnets to Orpheus) (1923)

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