[…] Pájaro. Sal. Escribe por el suelo
el gozo de tu jaula enamorada.
CB
«Prosa para un fin de capítulo»
Nuestras caras ahora,
según me vuelvo hacia ti desde el pie de la cama
y despuntan tus ojos
sobre la cumbre de tus rodillas abrazadas,
repiten una historia en que no entramos
sino con mucha aplicación.
No basta
que tú sonrías
casi en un gris del cine, componiendo
anticipadamente tu recuerdo y ruedes
mejor que otros lo harían tu secuencia
tierna y salvaje, y tan banal, que escupen
sin tu permiso los espejos,
mientras
las obediencias de mi mano palpan
la barra de metal como quien quiere
guardar su tacto cómplice,
ex profeso
de escamoso oropel,
cuando de veras
soy consciente del ritmo de las gotas,
miro las grecas del papel pintado,
sigo la curva noble de la sábana
que se diría atornillada;
y cuando
eres de nuevo tú,
con qué distancia
te contemplo ya través
de qué lente invertida
–transparentes
de vidriada memoria–
me detengo
en las rodillas que te escudan, juntas,
casi tiros de piedra amaestrada,
o animales heráldicos, lechuzas
de capitel,
con un ojo sin sueño y de amenaza.
Tus rodillas
que son tal vez hermosas, pero un género
en este instante de rigor, y un signo
que los pliegues por dentro multiplican:
Hueso a hueso, dobladas como ahora
pero en ángulo oblicuo las rodillas
de plumaje metálico, insolentes,
desde el crujiente cuero de los bares,
cuando la luz vacila y tintinean
las puertas empujadas con torpeza,
o al fondo del salón, en sus extremos
vagos,
con reflejos azules de armadura,
que parecen cautivas y se cruzan
como manos nerviosas y taladran
las Voces y la sombra hasta quedarse
pintadas en el Vaso que inclinaba,
o de luciente piedra en el desnudo
hermético a la orilla de un mar triste
con pelícanos blancos en las ramas,
o de arcilla arañada y como escrita
en una lengua familiar, quién sabe
si en un parque enjaulado y ya lejano
y en las salas de espera, y en los ojos
turbios de colegial, cuando se abrían
las portezuelas de los taxis, mientras
transcurren los minutos y los años
de penitencia nacional, los días
de enrejados y misas con banderas
y en la escuela o las cárceles las voces
se acordan vigiladas y miramos
la rodilla flexible bajo el yeso
celeste, apenas duro y transparente,
y que tiembla nerviosa en el continuo
crujir de escamas del reptil horrible.
Igual que las rodillas
(a pesar
de este muro de exvotos soy tu público)
ágiles de jinete e inocentes
que trajiste dormidas a esta prueba
de tu modo de ser según modelos
y debieran temblar al aire libre
y en encuentros sin luna ni preguntas,
exentas de tu estatua, divididas
por la imperiosa bestia de tus años.
¿Quiénes hemos hablado y qué hemos hecho
—otros—en esta cama? ¿Para quiénes
escribes esta página ilustrada
con cuerpo tan gracioso y tan ajeno?
No pasaré de tus rodillas.
Debo
cumplir con mi deber y sonreírte,
mirando de soslayo la cortina
para ver si Tiresias nos observa,
separarme despacio, detenerme
aún más desnudo ante el reloj, ponérmelo,
y encender sin placer un cigarrillo.
Carlos Barral
De: Usuras, 1965
Recogido en: Usuras y figuraciones – Poesía completa
Ed. Lumen 1998© (1ª edición)
ISBN de la 2ª edición de 2016: 978-84-2642-809-7
Reseña de Santos Domínguez Ramos en su Usuras y figuraciones, en su blog Encuentros de Lecturas: AQUÍ
Carlos Barral y Agesta nació en Barcelona, el 2 de junio de 1928.
Poeta, memorialista y editor encuadrado entre los poetas catalanes que escribieron en castellano de la Generación del 50′. Se dio a conocer como poeta en la Antología de la nueva poesía española, de 1969, recopilada por José Batlló, en la que también se incluían poemas de Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo o Pere Gimferrer.
Tras hacerse cargo de la Editorial Seix Barral, creada por sus padres en 1911, dio un nuevo giro a su rumbo, referenciando la literatura de España y América, editando clásicos de la cultura progresista de las décadas cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX.
Se le considera uno de los más importantes artífices del boom latinoamericano, su editorial dio a conocer a autores como Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar.
Como memorialista, cuenta con treinta años de Diarios, y su correspondencia, entre otros, con Max Aub, María Zambrano, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Vicente Aleixandre, José Manuel Caballero Bonald, Alfredo Bryce Echenique, Giulio Einaudi, Alberto Oliart, Jaime Gil de Biedma, Jaime Salinas Bonmatí y los presos políticos de Burgos. La totalidad de sus archivos se encuentran depositados en la Biblioteca de Cataluña.
Fue senador por Tarragona en 1982 y parlamentario europeo por el PSC-PSOE.
Murió en su ciudad natal, el 12 de diciembre de 1989.
También de Carlos Barral en este blog:
«Carlos Barral: Prosa para un fin de capítulo»: AQUÍ
«Carlos Barral: Pájaros para Yvonne»: AQUÍ
«Carlos Barral: A veces»: AQUÍ
«Carlos Barral: Las aguas reiteradas»: AQUÍ
«Carlos Barral: Te saludo»: AQUÍ
«Carlos Barral: Método del alba»: AQUÍ
«Carlos Barral: Reino escondido»: AQUÍ
«Carlos Barral: Ternura de tigre»: AQUÍ
«Carlos Barral: Vaciado del miedo»: AQUÍ
«Carlos Barral: Cruz hospitalaria»: AQUÍ
«Carlos Barral: Pasillos»: AQUÍ
«Carlos Barral: Al tamaño del cisne»: AQUÍ
Bibliografía poética:
Las aguas reiteradas – 1952
Metropolitano – 1957
Diecinueve figuras de mi historia civil – 1961
Usuras – 1965
Figuración y fuga – 1966
Informe personal sobre el alba – 1970
Usuras y figuraciones – 1973
Lecciones de cosas: Veinte poemas para el nieto Malcolm – 1986
Antología poética – 1989
Poesía completa – 1998
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