Poesia

Angelina Gatell: Antígona recuerda

junio 8, 2023


Pero de pronto el aire
es un gemido, un pájaro
que sufre…

AG

Siempre en mi recuerdo mi querida Angelina Gatell que hoy hubiera cumplido años.

«Antígona recuerda»

Creonte:

A Eteocles, que se le entierre y se le hagan
los sacrificios expiatorios que deben
acompañar a los valientes, pero a su
hermano Polinices que nadie lo honre con
sepultura ni lo llore, sino que lo dejen
insepulto, su cuerpo expuesto a los perros
para que lo devoren.

De Antígona, Sófocles

Así dijo Creonte,
regresado después de tantos siglos.
(Ellos, no lo olvidéis,
siempre regresan).
Su terrible presencia fue quemando
la cálida fragancia del jazmín
mientras el gesto
de su brazo derecho emborronaba el aire
y el mirar de sus ojos
era la página
más fría de la nieve.

Puso sobre el mantel trizado
los utensilios de la muerte,
tan repetidamente bendecidos
por los hombres de Dios,
y levantó su voz como una copa
de licores exiguos
donde borbotearon
incontables burbujas
de sangre luminosa.

Y ocurrió entonces que un ubérrimo
silbido de serpientes
recorrió los caminos, las ciudades, los días
vividos y por vivir aún,
estableciendo
─con insistencia y método─
sus códigos,
ya en la lejana Tebas practicados.

Y así fue como Eteocles
fue ungido con amor y alcanzó entre nosotros
largos días de luto constelando
la noción de su muerte
de múltiples, de incontables gemidos
que poblaron la dimensión de un tiempo
de dolor y de espanto.

Así fue como Eteocles
obtuvo aquel gran desconsuelo
que se extendió hasta el valle
y alzó su enorme cruz, tallada
por la mano extenuada del vencido.
La cruz que aún a diario -ay, vergüenzaflagela
el esplendor del alba.

Tuvo también guirnaldas, himnos, lauros
cimbreando la luz sobre su frente,
declarando inocentes, uno a uno,
sus gestos más obscenos.
(Incluso aquellos
que perduraron hasta
abrasar el puro metal de la esperanza
y tornarlo ceniza,
haciendo de las conciencias
un territorio sembrado de sal, sin otro fruto
que la flor arbitraria del agravio
y el hedor incesante
del desconocimiento).

Fue así como Eteocles
subió a su pedestal y allí, esculpido
en los más bellos mármoles,
perduró en la memoria
digno de infinitud,
merecedor de salmos.

Pero, llama de aquella misma hoguera,
brasa de aquella misma muerte
que uno a otro se dieron,
mi hermano Polinices nada obtuvo.
A él, al expoliado,
se le otorgó tan sólo el improperio,
la soledad glacial de la intemperie,
la marca oprobiosa del proscrito.

Y fue incluido
en la alta montaña del silencio,
sólo rondada por los perros
y condenado para siempre
a sus aullidos.
Y fue la sombra,
su único lugar cuando la ira
germinó entre las manos de Creonte,
bajo su barro enfermo, y dio aquel trigo
que fue acidez y estrago.
Y así nació, conforme, entronizada,
la aceptación, la alegoría
del ensimismamiento,
la crecida del agua
de la complicidad, sus ríos, sus afluentes…

Y aquellas voces acarreando
las espurias palabras de los hombres
que no creen en la vida y su miseria
hiela los párpados del tiempo
para aquietar su claridad y llevarla
a los pasadizos del olvido.

Aquellas voces
que oscurecidas por el miedo
fueron envejeciendo emborronadas
por su propia sombra y dieron
extraños nombres a la cobardía.

«Tapiad las siete puertas
de Tebas, cerrad ventanas,
corred cortinas para que nadie pueda
ver a Polinices insepulto.
Lejos,
quien no haga de la desmemoria
su refugio o su féretro.
Lejos, muy lejos, quien se asome y mire».

Y así el cuerpo de mi hermano fue entregado
a la humedad de los barrancos,
a la heredad de las cunetas,
a la sombra trémula de los encinares,
a un tiempo huyendo hacia ninguna parte…

Recuerdo, sí, recuerdo
como también yo, desposeída
de la luz y del aire,
fui llevada a la noche y a su frío
donde mis días
cayeron uno a uno como hojas
secas,
ay, tiempo no gustado
donde mi voz tapiada
no tuvo ya sentido
y lenta, inexorablemente,
se adentró, tan cansada, en el silencio.

Angelina Gatell

Poema inédito – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2020
Original: Edición digital a partir de Campo de Agramante: revista de literatura, núm. 28 (invierno-primavera 2019)

Angelina Gatell Comas nació en Barcelona, el 8 de junio de 1926.
En 1952 fundó con su marido Eduardo Sánchez, uno de los primeros teatros de cámara españoles, El Paraíso, y posteriormente, la tertulia literaria independiente Plaza Mayor, junto a José Hierro, Manrique de Lara y Aurora de Albornoz.
Elaboró junto a Carmen Conde la antología Poesía femenina Española, en 1971.
Era madre del también poeta Miguel Sánchez Gatell.
Murió en Madrid, el 7 de enero de 2017.

También de Angelina Gatell en este blog:

«Angelina Gatell: Antígona recuerda»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Así será»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Nacer»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Mi ciudad: AQUÍ

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«Angelina Gatell: La respuesta»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Tu casa»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Tu corazón, de Cenizas en los labios»: AQUÍ

«Angelina Gatell: Meditación, de Ceniza en los labios»: AQUÍ 

«Angelina Gatell: Tu memoria, de Cenizas en los labios»: AQUÍ 

Bibliografía poética:

«Poema del Soldado» – Premio Valencia de Poesía – 1952
«Esa oscura palabra» 1963
«Las Claudicaciones» – 1969 (Reeditado en 2010)
«Los Espacios Vacíos» 2001
«Desde el Olvido» – 2011
«Noticia del tiempo» (100 sonetos de ayer y de hoy)- 2004
«Mujer que soy» (La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta) – 2007
«Ceniza en los labios» – 2011
«En soledad, con ella» (Antología 1948 – 2005) – 2015
«La oscura voz del cisne» – 2015

*La imagen es un óleo de Benjamín Constant

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