«Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas…
MH
A Miguel Hernández le murieron un día como hoy de hace 70 años, siempre en mi vida siempre en mi recuerdo.
«Vientos del Pueblo»
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas. Vientos del pueblo me llevan
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Miguel Hernandez Gilabert
Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela, Alicante, el 30 de octubre de 1910.
Aunque tradicionalmente se le encuadra en la generación del 36′, Miguel Hernández estuvo más próximo a la generación anterior, siendo considerado por Dámaso Alonso como “genial epígono de la generación del 27″.
En abril de 1939, ya concluida la Guerra Civil española, ya se había terminado de imprimir en Valencia «El hombre acecha«, sin encuadernar, una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.
Su gran amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela, aunque en su ciudad natal corría mucho riesgo, por lo que decidió viajar a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía del dictador fascista luso Oliveira Salazar, lo entregó a la Guardia Civil.
Fue internado en la cárcel de Sevilla, de la que lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), allí, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad de forma inesperada, sin ser procesado, en septiembre de 1939.
Ya en Orihuela, fue delatado, y tras ser detenido de nuevo, enviado a la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid. En el juicio que se celebró fue condenado a muerte en marzo de 1940. José María de Cossío, junto a otros intelectuales, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela, intercedieron por él, gracias a los que la pena de muerte a la que había sido condenado, se le conmutó por la de treinta años de cárcel.
Fue trasladado a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre, al Penal de Ocaña, Toledo; en 1941, un nuevo traslado, esta vez al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Antonio Buero Vallejo, que realizaría el famoso dibujo del pintor, y donde enfermó: tras una bronquitis mal curada, contrajo tifus, que se le complicó con tuberculosis, siéndole negado su traslado a un hospital para tratarla, y que le llevaría a la muerte.
En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de España denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia.
Murió el 28 de marzo de 1942, en la enfermería de la prisión alicantina, eran las 5.32 de la madrugada del 28 de marzo de 1942; sólo tenía 31 años de edad.
Se dice que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que fue su gran amigo Vicente Aleixandre, compuso una elegía.
Fue enterrado en el nicho número 1009 del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo.
76 años después de su muerte, su injusta condena sigue sin ser revisada, la herida sigue abierta…
También de Miguel Hernández en este blog:
«Miguel Hernández: Llamo al toro de España»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Recoged esta voz»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Llamo a los poetas»: AQUÍ
«Miguel Hernández: A Federico Garcia Lorca, Elegía primera»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Llamo a la juventud»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Antes del odio»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Elegía a Ramón Sijé»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El último rincón»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Guerra»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Campesino de España»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El labrador de más aire (Fragmento)»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Camposanto»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Madre España»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Hijo de la luz y de la sombra»: AQUÍ
«Miguel Hernández: En mi barraquica»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El Rayo que no cesa» AQUÍ
«Miguel Hernández: El herido»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Hoy hace 70 años le murieron en Alicante – Nanas de la cebolla»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Soneto Final»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El silbo de afirmación en la Aldea»: AQUÍ
«Miguel Hernández, vivo en nuestra memoria: Huerto mio» AQUÍ
«Miguel Hernández: Llamo al toro de España»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Vientos del pueblo» AQUÍ
«Miguel Hernández: Sentado sobre los muertos» AQUÍ
«Miguel Hernández: Aceituneros (Andaluces de Jaén)»: AQUÍ
«Miguel Hernández: «Poemas sociales de guerra y de muerte»: «Nuestra juventud no muere»: AQUÍ
«Miguel Hernández: España en ausencia»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Canción del esposo soldado, de Viento del pueblo»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El hambre, de El hombre acecha»: AQUÍ
«Miguel Hernández: El niño Yuntero, de Viento del pueblo»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Sonreídme»: AQUÍ
«Miguel Hernández: Las cárceles, de El hombre acecha»: AQUÍ
Bibliografía:
Perito en lunas, Murcia, La Verdad – 1933 (Prólogo de Ramón Sijé).
Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras – 1933.
El rayo que no cesa, Madrid, Héroe – 1936.
Viento del pueblo. Poesía en la guerra, Valencia, Socorro Rojo Internacional – 1937
El labrador de más aire, Madrid – Valencia, Nuestro Pueblo – 1937.
Teatro en la guerra – 1937.
El rayo que no cesa, Ediciones Héroe – 1936.
Seis poemas inéditos y nueve más, Alicante, Col. Ifach – 1951.
Obra escogida, Madrid, Aguilar – 1952 (Incluye poemas inéditos).
Cancionero y romancero de ausencias – 1938–1941 – Buenos Aires, Lautaro, 1958.
Antología, Buenos Aires, Losada – 1960 (Selec. y Prólogo de Mª de Gracia Ifach. Incluye poemas inéditos).
Obras completas, Buenos Aires, Losada – 1960.
Obra poética completa, Madrid, Zero – 1979
El hombre acecha, Santander, Diputación – 1981
24 sonetos inéditos, Alicante, Instituto de estudios Juan Gil-Albert, 1986 (Edición de José Carlos Rovira).
Miguel Hernández – Obra Completa – Edición conmemorativa del centenario del poeta – 2 Tomos – Ed. Espasa – Clásicos – 2010.
No Comments
Información Bitacoras.com…
Si lo deseas, puedes hacer click para valorar este post en Bitacoras.com. Gracias….
Triana en tu honor y por tu gentileza vaya este soneto heredero de las enseñanzas de Miguel Hernández y «todos los que en el mundohan sido»
El Grito
Un ahogo que estalla al medio día.
Una sombra en la sombra de la voz.
Una hembra que en llamas cruza el pozo
y en el espejo labra su mortaja.
Todo a un tiempo lumbre de sangre; ojos
y párpados hinchados que calcinan
muros, labios; árbol que fue ventana
de algún pájaro, nido en rama, llanto.
Ya no pulsa tu nombrecon las horas,
se congela el capullo en la saliva
y un eco de tu piel en tierra calla.
Una flama de luz que el miedo quiebra,
ante una taza de café, me trago
el grito de tu muerte derramada.
Sergio Astorga
Un abrazo sostenido.
*Como es natural y muy mi costumbre en la entrada anaterior pinche mal, muy mal. Disculpas.
Último post en la Web de…Sergio Astorga…Dónde me encuentras…
Aun cuando en esos versos está definida la forma de usar la palabra Sergio Astorga, se ve claramente una influencia Hernandiana en ellos.
Bendita herencia dejó Miguel a todos los que quisieron beber de su obra.
No te preocupes Sergio, ahora borramos el comentario fallido, a todos nos pasa alguna vez, a mi, muchas.
Muchas gracias por compartir ese bello soneto, es la forma poetica para mi, mas perfecta cuando está bien escrito, y el tuyo me parece impecable.
Un abrazo y si quieres compartirla en este momento, una taza de café.
Muchísimas gracias por esta dedicatoria ; ), y por tan bellos poemas.
Besote
Un beso Fátima, gracias a ti.
Último post en la Web de…Triana…Como evitar el fraude en internet.
¡Que bonitos recuerdos cantando con la guitarra esos versos por la noche en una era donde nos ibamos paseando!
Gracias Isabel por tu visita.
es impresionante la cantidad de versoso que hizo el si que nació para ser un gran poeta y ademas su historia transcurrira por años y años y nadie la olvidara
No, Doris, es imposible olvidar su legado y lo que transmitió en él.
Un abrazo.
Último post en la Web de…Triana…Reales Alcázares de Sevilla. Visita de Otoño.
Miguel… simplemente impresionante.
Carpe DIem
[…] This post was mentioned on Twitter by Trianarts, Adolfo Suarez. Adolfo Suarez said: Pocos se pueden llamar poetas. El si. RT @Trianarts: Vientos del pueblo. Miguel Hernandez http://tinyurl.com/y92ydce […]
Si amigo, simplemente, poeta, aunque Miguel se llame.
Siempre Carpe Diem.
Un abrazo.
Miguel Hernandez es sencillamente único. Éste poema me encanta. Un abrazo!!
Si, «aunque Miguel se llame». Gracias por tu visita Chema. Un beso
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