«… Se quedaron solos y solas.
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes…»
FGL
«El rey de Harlem»
Con una cuchara de palo
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara de palo.
Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.
Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.
Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.
Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rumor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.
Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente,
a todos los amigos de la manzana y de la arena;
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas,
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.
¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate, sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje.
*
Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.
Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara,
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una durísima cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro;
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.
¡Negros! ¡Negros! ¡Negros! ¡Negros!
La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de Cáncer.
Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas, con los objetos abandonados.
Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, y néctares de subterráneos.
Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.
Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas, ante el insomnio de los lavabos,
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.
¡Hay que huir!,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.
*
Es por el silencio sapientísimo
cuando los cocineros y los camareros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.
Un viento sur de madera,¡ oblicuo en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros.
Un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos,
y una pila de Volta con avispas ahogadas.
El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo.
El amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos, sin una sola rosa.
A la izquierda, a la derecha, por el Sur y por el Norte,
se levanta el muro impasible
para el topo y la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.
El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa.
El sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.
¡Negros! ¡Negros! ¡Negros! ¡Negros!
Jamás sierpe, ni cebra, ni mula,
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.
¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor.
Me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.
Federico García Lorca
De: «Poeta en Nueva York», 1929-1930
Recogido en «Federico García Lorca – Poesía Completa»
Ed. Galaxia Gutenberg 2011© (Primera edición)
ISBN: 978-84-8109-933-1
Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros, pueblo de la Vega de Granada, el 5 de junio de 1898.
La obra poética de Lorca constituye una de las cimas de la poesía de la Generación del 27′, de toda la literatura española, y el reflejo de un sentimiento trágico de la vida; en ella conviven la tradición popular y la culta.
En la madrugada del 17 al 18 de agosto se cumplen 80 años de la ejecución “en un paredón de olivos”, en un camino de Viznar a Alfacar de la Vega de Granada, de Federico García Lorca
El 23 de julio el general Queipo de Llano había dicho en la radio:
«Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombres. De paso, también a las mujeres de los rojos; que, ahora, por fin, han conocido a hombres de verdad, y no a castrados milicianos.»
Tras la detención del poeta por parte de la Guardia Civil en casa de los Rosales, donde se había refugiado,ya que dos de los hermanos de Luis eran falangistas, acompañaban a los civiles, Juan Luis Trescastro Medina, Luis García-Alix Fernández y Ramón Ruiz Alonso, ex-diputado de la CEDA, que había denunciado al poeta ante el gobernador civil de Granada José Valdés Guzmán Valdés consultó con Queipo de Llano lo que debía hacer, a lo que el genocida general respondió: «Dale café, mucho café”
Algunos de los cargos que se le imputaron fueron: «ser espía de los rusos, estar en contacto con estos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual».
Relato de la detención:
– “Del coche aparcado a unos metros de la casa de la familia Rosales bajan Ramón Ruíz Alonso, Juan Luis Trescastro Medina, quien parece ser tenía lazos familiares con Federico, estaba casado con una prima lejana de éste, Luis García Alix, Sánchez Rubio y Antonio Godoy, “el Jorobeta”.
Llaman a la puerta.
Doña Esperanza Camacho de Rosales abre la puerta:
– Traigo una orden para detener a Federico García Lorca, que sabemos tienen escondido en esta casa, dice Ruíz Alonso.
El poeta, está en su habitación, baja las escaleras.
– Esto es un error….un horrible error…
– ¡Vamos!, dice Alonso.
El coche se aleja del número uno de la calle Angulo llevándose al poeta, siendo conducido al gobierno de Granada donde se le toma declaración. Era el 16 de agosto de 1936.
De allí es conducido a una cárcel en el pueblo de Viznar donde permanece hasta la madrugada del 17 al 18 de ese mes, sin juicio, sin acusaciones firmes de delito es asesinado, junto a dos banderilleros y un maestro.
– “En efecto, era un gran poeta y se le ejecutó en los primeros días que siguieron al golpe de estado franquista, cuando Granada estaba ya tomada por las hordas golpistas.
“En esos momentos no se podía ejercer allí ningún control y las autoridades tenían que prever cualquier reacción contra el Movimiento por elementos izquierdistas. Por eso fusilaron a los más caracterizados, y entre ellos a García Lorca.”
Francisco Franco
De: “Mis conversaciones privadas con Franco”, de Francisco Franco Salgado-Araujo.
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«Federico García Lorca: Vuelta de paseo»: AQUÍ
«Federico García Lorca: Estrenó Yerma hace 77 años»: AQUÍ
«Federico García Lorca: Yerma (Fragmentos)»: AQUÍ
«Federico Garcia Lorca: Sus frases»: AQUÍ
Bibliografía poética:
Libro de poemas – 1921.
Poema del cante jondo – 1921.
Canciones – 1921.
Primer Romancero gitano – 1924 – 1927
Oda a Salvador Dalí – 1926.
Romancero gitano – 1928.
Poeta en Nueva York – 1930.
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías – 1935
Tierra y Luna – 1935
Seis poemas galegos – 1935.
Diván del Tamarit – 1936.
Sonetos del amor oscuro – 1936.
Colección de canciones populares antiguas.
Teatro:
El maleficio de la mariposa – 1921.
Mariana Pineda – 1927.
La zapatera prodigiosa – 1930.
Retablillo de Don Cristóbal – 1928.
El público – 1930.
Así que pasen cinco años – 1931.
Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín – 1933.
Bodas de sangre – 1933.
Yerma – 1934.
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores – 1935.
La casa de Bernarda Alba – 1936.
La fuerza de la sangre (inacabada) – 1936.
*La imagen es una obra del pintor sevillano Roberto Gutiérrez Currás
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