«… —ese pingajo de la soledad—
te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo
y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga…»
JE
«Itinerario»
Camina en paz, refiérelo a tu gente.
Luis de Góngora
Como quien madrugó por tantos patios
de los que muestran su belleza inhóspita,
quien tantas veces hubo de vendar
los brazos sin descanso de la esperanza
rota de tanto afán,
quien habitó sus calles,
el asombro violeta de la ciudad
cerrada ya con las primeras luces,
como quien ha llamado a tantas puertas,
como quien sufre más de lo que puede.
Pero salgo mañana tras mañana
fingiendo saludar a las palomas en tropel,
casi sonámbulo,
viendo la muerte escrita
sobre los paredones
y los emblemas de sus dueños:
Ellos, los asesinos,
nos fueron invadiendo con lluvias y con sapos,
anegando las últimas rendijas del corazón,
marcándonos el aire, tempestuosamente,
arrancando los hilos que llevaban
la voz, la dicha, las pequeñas cosas.
Porque la muerte nuestra tiene dueño:
ese desmesurado comprador
de la memoria y el deseo,
ese gran vendedor de la tristeza.
¡Ellos, los asesinos,
se llevaron tan lejos la alegría!
Para entonces ya sabes
que la vida también les pertenece.
Y te miras los brazos acaso con temor
– esa fuerza tronchada –
por si los reconoces después de tantos siglos
tendidos sobre un fondo de oficinas,
de fábricas,
abiertos entre gentes que como tú se agotan,
entre rostros que llevan
un secreto brutal de forzada miseria,
un obligado guiño de silencio.
Se diría que todo se desploma
aunque cruzas la calle y piensas en su cuerpo
y sigues adelante.
Todo parece demasiado lejos
bajo esta luz obrera de diciembre.
Y algo te adentra en la ciudad de nuevo,
algo que ni siquiera es el amor
pero que empuja poderosamente
hacia una voz,
un resto de firmeza, una piel que se ofrece,
sabiendo en cada paso con más fuerza
que no fueron los signos o el azar,
que hay demasiada sangre detrás de una caricia.
Así salgo con norte, más cansado,
a este paisaje despoblado, sin barcos,
y en qué puedo pensar
si no es en la curva brillante
de tu cintura con estrellas,
en tu espalda con mapas ignorados y abiertos,
en los caminos sin alba de la libertad.
Y te llevo conmigo,
compañero de esquinas de diciembre,
pequeña tempestad que zarandeas,
atónito viajero,
engranaje de sueños y verdín,
naúfrago dulce,
amarrado a la tabla de mi cuerpo
por este mar oscuro, despiadado,
de esa forma salvaje y tan extraña
que vive el corazón.
Hoy te lo llevo a ti porque lo veas
como él siempre ha sido,
con sus bolsillos rotos,
su vieja colección de cicatrices,
sus años, si de nieves, no de bienes,
su habitación con fotos y ceniza
y este badil en el rincón, cesante,
como si alguna lumbre antigua.
Una extraña madeja de tumbos y deseo
te va poniendo en pie cada mañana,
te dice que hay camino, que no regreses nunca.
Javier Egea
De: «Paseo de los Tristes» – II «El largo adiós» – 1982
Ed, Diputación Provincial de Huelva – 1982
Recogido en Poesía Completa – Volumen I – Javier Egea
Bartleby Editores – 2011©
ISBN: 978-84-92799-32-9
Grupo dedicado a Javier Egea en Facebook: AQUÍ
Otros poemas de Javier Egea en este blog:
«Javier Egea: Raro de luna»: AQUÍ
«Javier Egea: Alpujarra»: AQUÍ
«Javier Egea: La oficina y el alba»: AQUÍ
«Javier Egea: Mañana, de Obra dispersa e inédita»: AQUÍ
«Javier Egea: Quantus Tremor, de Requiem»: AQUÍ
«Javier Egea: Dos años ya»: AQUÍ
«Javier Egea: De la muerte: AQUÍ
«Javier Egea: A Tato, que se tuvo que ir»: AQUÍ
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«Javier Egea: Aniversario, de Paseo de los Tristes»: AQUÍ
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«Javier Egea: Dos años ya»: AQUÍ
«Javier Egea: Obra Completa, tomo II, se presenta mañana en Sevilla»: AQUÍ
«Javier Egea y Miguel Veyrat en la Feria del Libro de Sevilla»: AQUÍ
Bibliografía de Javier Egea:
– Serena luz del viento – 1974
– A boca de parir 1976
– Paseo de los tristes- 1982
– Argentina 78 – 1983
– Raro de luna – 1990
– Troppo Mare – 1984
– Libro con reseña Sonetos del diente de oro – 2006
– Poesía completa – 2011 Vol. I y Vol. II – 2012. (En el segundo volumen se publica su obra dispersa e inédita)
*En la fotografía podemos ver a Javier Egea en la Playa de la Herradura, pedanía de Almuñecar, Granada.
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