Ayer se presentó en Sevilla el último libro publicado por Miguel Veyrat, «Pasaje de la noche», en un acto celebrado en el Paraninfo del Rectorado de su Universidad, que corrió a cargo del profesor Manuel Ángel Vázque Medel y del propio autor.
La intervención del primero de una extraordinaria brillantez, creo que merece ser divulgada y que gustará a todos los seguidores del poeta.
Gracias Manuel Ángel por facilitármela y poderla compartir en este humilde blog que cuenta con muchos amigos amantes de la cultura, gracias de nuevo por el regalo de tu palabra sabia.
«Un poeta solidario»
Miguel Veyrat, Pasaje de la noche
Barataria, Sevilla, 2014.
No es tarea fácil presentar Pasaje de la noche, de Miguel Veyrat.
En primer lugar, porque estamos ante una obra poética excepcional, de densidad y profundidad extraordinarias, llena de claves simbólicas, de referentes míticos, de preguntas esenciales y de respuestas inevitablemente precarias que siempre nos llevan a nuevas preguntas. De conmovedora y a veces dolorosa belleza, que a nadie con sensibilidad y competencia lectora puede dejar indiferente. Una de las obras, de entre las publicadas en las últimas décadas en que, con más radicalidad, se funden poesía y pensamiento.
En segundo lugar, porque viene precedida de un magnífico prólogo-ensayo de Jacobo Muñoz, titulado “Un poeta solitario” que traza las coordenadas necesarias para que el lector menos familiarizado con la poesía de Veyrat pueda adentrarse con provecho en la experiencia de su lectura, y el más familiarizado reconozca anticipadamente al gran poeta que “no ha dudado en abrirse al misterio del alba renovada”.
Pero he de confesarles que me fascinan los retos, y más aún si lo son en el ámbito al que he dedicado no solo mis treinta y cinco años de vida académica, sino toda mi vida desde que tengo memoria: la poesía.
Por ello, desde la profunda coincidencia con Jacobo Muñoz, y como variatio al título de su prólogo, he decidido titular este puñado de palabras dedicadas a Miguel Veyrat, “Un poeta solidario”, por razones que pueden intuirse de inmediato, pero también porque creo que su condición de poeta solitario, “singularmente idiosincrático” no solo no es excluyente o contradictoria, sino casi imprescindible para este carácter solidario, esta resonancia fraternal que me parece muy definidora de su poesía.
Nos encontramos ante una obra de plena madurez, que marca un hito y un cierto punto de inflexión en una insobornable trayectoria literaria a la que aunque sea sucintamente tengo que referirme.
En la semblanza crítica que la catedrática de la Universidad de Orleans, Françoise Morcillo dedica a nuestro poeta al frente de su página en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, afirma:
De Miguel Veyrat (Valencia, 1938) se conocen las verdades más trilladas, como que fue un gran reportero y columnista político en España, crítico activo contra el franquismo, y posteriormente uno de los corresponsales más aplaudidos en el extranjero. También que, de hecho, cuando se encontraba en los años 70 en París con su ex mujer la poeta Clara Janés y su hija Adriana (hoy en día una escultora de éxito), participó activamente en los medios políticos e intelectuales exiliados en la capital francesa que luchaban para hacer posible la llegada de la democracia. A su regreso, desde sus numerosos cargos periodísticos contribuyó a la liberación de la prensa escrita y los medios audiovisuales en España.
Pero todos estos acontecimientos, mediatizados por el oficio de periodista y las agitadas vueltas y revueltas de la vida personal de este poeta, han hecho que su obra no haya llegado adecuadamente hasta el lector contemporáneo antes de principios del siglo XXI, lo que sucedió a partir de la publicación en 2002 del hermoso libro La voz de los poetas. Miguel Veyrat iba a nacer en ese momento a la auténtica crítica literaria. Una pregunta cruzaba por entonces la mente del lector: ¿había publicado este poeta antes de 2002? La respuesta afirmativa llevaba entonces al descubrimiento de publicaciones muy anteriores, como Coplas del vagabundo (1959), Antítesis primaria (1975), Aproximática (1978), Adagio desolato (1985), Edipo en Chelsea (1989), El corazón del glaciar (1990), Última línea rerum (1993), Elogio del incendiario (1993), Contraluz (1996) o Conocimiento de la llama (1996). Era cierto: existían libros publicados, pero el concepto pleno de una obra en marcha llegó con la madurez del poeta, cuando se liberó de las garras del mundo periodístico y sufrió un mal que trivialmente se suele llamar depresión, y que en el caso de Miguel Veyrat constituiría el nacimiento de un genio literario preocupado por entender «la inasible fraternidad». Ese concepto que nos brinda la filósofa Marie de Solemne y que nos conviene a la perfección para entender la trayectoria de la escritura de Miguel Veyrat.
Verán, pues, que esa idea de la “inasible fraternidad”, unida a la variatio al título de Jacobo Muñoz, justifican nuestra idea central de “poeta solidario” –como en el fondo lo es todo gran poeta- que, en dación a veces dolorosa, entrega su palabra al “Hipócrita lector, mi semejante, ¡mi hermano!”, como Baudelaire, para liberarnos del monstruo del tedio.
Nos dejaban estas palabras de Françoise Morcillo a la altura de la trilogía de 2002, La voz de los poetas, que recogía Mysterium, La Puerta Mágica y El Cielo Vacío.
Con posterioridad, la obra poética de Veyrat ha seguido en marcha con los títulos Babel bajo la luna (2005), Instrucciones para amanecer (2007), Razón del mirlo (2009) y Poniente (2012), amén de algunas importantes reediciones y antologías –la última de ellas Cantos de Travesía, publicada por la Universidad de Puebla este mismo año- que nos permiten contemplar ya una obra considerable, de indudable acento personal, singularísima en un panorama poético raras veces estimulante.
En cualquier caso, esa intensa dedicación a la creación poética que caracteriza los últimos años de Miguel Veyrat hace que presentemos su último libro impreso cuando acaba de poner punto final a su última creación, El hacha de plata, que junto con Instrucciones para amanecer, Poniente y Pasaje de la noche formará parte de una tetralogía a la que la primera de las cuatro obras, Instrucciones para amanecer, dará nombre conjunto.
Pensaba Jorge Luis Borges –y es el primer consejo que suelo dar los jóvenes en el Máster de Escritura Creativa- que para ser un buen escritor es necesario ser un excelente lector. Lector incansable que dialoga con lo mejor de la literatura y el pensamiento de la tradición euro-occidental, pero también abierto al diálogo entre culturas, en búsqueda incansable de la condición humana, Veyrat ha traducido de manera ejemplar, entre otras obras, Los pasos perdidos de André Breton, Pensamientos bajo las nubes, de Philippe Jaccottet y la Antología fluvial de Jacques Darras, por la que le fue concedido el Premio Stendhal de traducción.
Como todo poeta auténtico, Veyrat tiene una clara conciencia metapoética, que refleja no solo en luminosos ensayos, sino en su propia poesía, como en este poema que refleja su poética y nos permite comenzar nuestro Pasaje de la noche:
¿Para qué crear? Esa locura
abocada al fracaso
sin fin de atrapar
lo inasible o fingida apuesta
que confunde
las fuentes de luz
con aquello que iluminan.
Ese salto irreal
como la propia muerte
en que ya soy yo
realmente otro irreversible
—y como ella misma
interminable
en el ansia de acabar con la
nada poniendo en pie
un poema. A riesgo de nacer.
Atrapar lo inasible, alcanzar lo inalcanzable, conseguir lo imposible, levantar el poema contra la nada y la muerte… Los grandes retos de la verdadera Poesía que, frente a la mera retórica poética, busca decir desde la palabra lo que no podemos decir con la palabra. Paradoja profunda que inspiró a Martin Heidegger la idea de la búsqueda del Poema único, el poema que cada vez que se intentaba expresar se escapaba, porque en última instancia era inexpresable.
Tenemos aquí una de las muy relevantes coincidencias de la poesía y la poética de Veyrat con nuestro Antonio Machado (sobre todo, con el Machado último), a quien me permitirán que recuerde en este Paraninfo de una Universidad de la que su abuelo, Antonio Machado Núñez, fue Rector:
Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?
Es Miguel Veyrat poeta de conciencia de luz, que abre bien los ojos y contempla el espectáculo que le se ofrece –a veces desolador- intentando escrutar un sentido que siempre se escapa. No en vano Luis García Jambrina definió su poesía como “La luz hecha canto”. Aunque esa luz pueda iluminar solo un poquito ese fondo en el que la realidad puede ser contemplada a la vez viva y fugitiva. Por ello, los núcleos de la poesía de Veyrat son –como muy acertadamente ha afirmado Ángel Luis Prieto de Paula- “el estupor y el misterio, la fraternidad humana, el espanto y el éxtasis, que sobrevuelan por sobre la superficie de lo explicable a la luz pobre de la lógica discursiva”. Por ello Veyrat va más allá de la lógica discursiva y recipera la palabra no solo como logos, sino fundamentalmente como mythos y como símbolo. Y sin dejar de cuidar el plano de la expresión, que siempre es la llave del plano de los contenidos, está convencido de que “si lo que permanece lo fundan los poetas, no debería preocuparles el problema de la forma (…)”.
Contemplar la existencia humana con valentía, desde la inmanencia, exige que nos asomemos al abismo. Por eso el colofón de esta preciosa edición nos informa que “Se terminó de escribir y corregir este libro entre el verano y la primavera de 2011 y 2014, apoyado su autor en los cantiles que se despeñan sobre el mar de Trafalgar”.
Así, asomado al abismo que se alza sobre el mar de la derrota, desde su conciencia de luz, Veyrat es capaz de afrontar el destino final y fatal de lo humano, la muerte, intentando que sean la belleza y la poesía las que nos rediman, sin renunciar a ninguna de las preguntas más radicales, aunque intuyamos que tal vez puedan no tener respuesta.
Por ello comenzamos este peculiar periplo, viaje al final de la noche, con la ausencia: “La ausencia nunca termina”, proclama el verso que abre la obra. Somos la huella, el desgarro de una ausencia. Una ausencia que el propio poeta declara conocer desde su más remota infancia, en la Valencia bombardeada por el fascismo internacional que intentaba salvar la legitimidad de la República.
Los últimos versos de la obra, tras este largo Pasaje de la noche, nos vuelven al origen, en juego espiral, aunque sepamos que el regreso es imposible:
“La ausencia pues nunca termina. Siempre
es un sin porqué. Como aquel delicado laberinto”
Nos resuena aquí, de nuevo, Borges. Decía Harold Bloom, en una obra rica y compleja, La angustia de las influencias, publicada antes de que se le conociera más allá del reducido grupo de los especialistas por El canon occidental, que todo gran autor forja su voz, la singulariza y la eleva entre otras grandes voces. Y esta, sin duda, es una de las claves de la escritura de Veyrat. Por estas páginas aparecen, explícitamente, Virgilio y Maurice Blanchot; T.S. Eliot, W. Shakespeare y Yorgos Seferis; William Stanley Merwin, uno de los poetas norteamericanos más influyentes del siglo XX; Johannes V. De Montferrat, coautor junto con Zenón de Montferrat de Aurora Consurgens; Sophia de Mello y Ovidio; Angelo Portinari, autor de Transmutaciones en Klingsohr; Herman Melville y Luis Cernuda; Hölderlin y María Zambrano; Lewis Carrol y de nuevo Cernuda; el Corpus Hermeticum, de nuevo Hölderlin (“Lo que permanece lo fundan los poetas”) y René Char. No se trata de “culturalismo”. Cada cita es exacta y oportuna, abre una negra cortina que nos permite proseguir el pasaje de la noche, y entra en diálogo con cada una de esas once partes que nos lleva desde el “Ascenso a la ausencia” a la “Deriva de los pecios” pues la vida –no lo olvidemos es ausencia y naufragio.
Pero en el tejido (textus) verbal que construye el tapiz poético, resuenan otras presencias, reales o fingidas, donde late “una poética de cuño metafísico deudora de Rilke, de Heidegger, de Deleuze o de Derrida”, como acertadamente señala Muñoz, quien añade otros autores en los que late una consciencia de pérdida o de caída: Kafka, Celan, Adorno…
¿Cómo no sentir el eco de Heidegger –junto a un hermoso homenaje a la revista La caña gris, a Luis Cernuda y al joven Jacobo Muñoz en estos versos?
Las obras del hombre son también
seres para la muerte. No serán
siquiera fuegos
fatuos por los grandes espacios
siderales. Pequeñas
pompas de jabón grasiento
estallan desde el jadeo
insuflado a su caña
gris. Quedará la música, que no es
la que podemos escuchar.
Miguel Veyrat intenta, una vez más, escrutar el pálpito que late tras la realidad tangible, captar esa realidad invisible de que hablaba Juan Ramón, expresar –paradójicamente- lo inefable en la palabra… Y oír una música que está también más allá de la que podemos escuchar. Juego entre inmanencia y transcendencia que se resuelve –como en Juan Ramón– en transparencia.
¿Cómo no sentirnos interpelados por el pánta réi heraclitiano en estos otros?
Todo se moverá. Y la quietud y el silencio
mortal se nos trocarán en danza
—el oscuro fulgor será. Sin lampadóforos
o ensalmos cantados por un Fénix.
¿Cómo no vibrar con la reverberación constante de la mitología griega –Homero y su Ulises- ante la aceptación de la nada que nos constituye?
No queremos regresar a ningún sitio. Lo impuro
esencial en nuestro ser reside en la propia
amada nada. Nada es hasta que su Bóreas
convierte en magma duro la belleza insostenible.
Miguel Veyrat se sabe en ese intervalo que magistralmente recreó Hölderlin en el fragmento siete de su poema “Pan y Vino”, entre la indiferencia de los dioses y “mientras llegue la hora en que aparezcan muchos héroes crecidos en la cuna de bronce, valerosos como los dioses”. Recordemos a Hölderlin, tan presente en este poemario:
Pero ¡Amigo! llegamos demasiado tarde. Sin duda los dioses
aún viven, pero encima de nuestras cabezas, en otro mundo;
allá obran sin cesar, sin ocuparse de nuestra suerte
Veyrat, más radical aún, en batalla incesante contra el falso consuelo del engaño proclama:
Nunca nos traen el amor los dioses.
El almacén
que lo oculta tras la niebla
quedó vacío.
El amor que ya esté a buen recaudo
entre nosotros,
aguarda su reparto injusto.
Solo dolor
nos llega desde afuera. Es el olvido.
Por ello, Pasaje de la noche es ilustración viva y respuesta a la pregunta de Hölderlin “¿Para qué poetas en tiempos de miseria?”
Para seguir manteniendo viva la pregunta esencial por el sentido, que tal vez no tenga respuesta. Para seguir subiendo y bajando, aunque sea como Sísifo, para cumplir un destino abocado a la nada. “Para que un mundo crezca en ti cuando lo miras” (“Sí. Después de ascender…”). Para no temer la caída; para intentar iluminar un horizonte que nos sostenga en nuestra inocencia; para que todo en nuestro viaje confluya “en un solo punto continuo que ya puedes llamar poema”. Para crear un espacio en el poema, hecho de palabras, morada del ser.
Poéticamente es como habita el hombre esta tierra, cantaría Hölderlin.
Mas para seguir cantando y no perder la cabeza
en el intento, ha de elegir entre razón y deseo. ¿Sólo las Ménades en la
noche pueden sonar libres en su bendita locura?
Es arte solamente aquello que permanece o que se cuenta que se mide?
Entre Dionisio y Apolo, el hombre se desangra.
Quizás la libertad consista en niebla que oculte preguntas y respuestas.
En no pronunciar el Ser y acallar todo estruendo.
Recibir como salvación la ausencia. Dejar caer toda linfa hasta la nada.
También para aceptar que somos seres de deseo, pero de un deseo que nunca se colma:
Mirarte, sí fuera el error? Canto ahora
todo cuanto perdimos por abrazar
lo efímero y alejarnos del origen.
Quién sabe si el vuelo al fin
sería imposible y sólo incertidumbre
pudiéramos conocer. Habrá
que tomar el deseo como único
punto de partida y de llegada. El deseo.
Hijo mayor de la inocencia. Olvido
de todo horizonte puerto altar o cumbre.
La busca de la sabiduría, sí. Pero sin engaños:
“Nunca me convertiréis
en factor de certidumbres”
proclama en el poema “Este es el tiempo que narro…”, porque seguir contando, narrar para vivir, como Scherezade, es lo único que podemos hacer.
Y así,
Quien tañe quien narra quien recita
siempre es un hombre
que se quitó a su dios de encima.
Porque no hay principio
ni final ni Verbo que lo genere.
Y sin embargo, en estos poemas están presentes el principio, el final y el Verbo; los dioses y los héroes cruzan una y otra vez por estas páginas en la que poesía y pensamiento, mythos y logos se funden y fecundan: Orfeo y Eurydice, Apolo y Casandra, Dionisio montado en el tigre de William Blake…
Poética material de la tierra y el agua, del aire y del fuego… Sobre todo del fuego en que se trasmuta el propio poeta para iluminar con su llama. Pero no estamos ante una poética de la ensoñación, sino de la vigilia. Y, al final, palabras implacables, con las que también concluyo:
Él sabe que no hay vida más allá de la muerte.
Que su tigre amante nunca reposará
en la casa del Hades hasta que el humo
no salga de su pira. Que amor arde
sólo en tierra. Dame la mano escucha
te lo pido por piedad pues ya no
regresaré cuando el fuego me posea.
A todos nos poseerá el fuego. Y todos querremos consumirnos en la llama doble del amor. Pero durante mucho tiempo permanecerán estas palabras para ayudarnos a seguir viviendo sin miedos, a seguir preguntando por el significado y el sentido de la existencia, a seguir aspirando a llegar a lo más alto, aunque sepamos que al final nos acogerá la nada. Por ello hemos de agradecer a Miguel Veyrat que nos regalare en este Pasaje de la noche tanta vida, tanta lucidez, tanta belleza…
Manuel Ángel Vázquez Medel
ManuelÁngel Vázquez Medel nació en Huelva.
Es escritor y Catedrático del Departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literatura de la Univrsidad de Sevilla. Coordinador del Doctorado Interuniversitario en Comunicación, Director del Grupo de Investigación en Teoría y Tecnología de la Comunicación.
Libros publicados por Manuel Ángel Vázquez Medel:
Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, y el ideal educativo de Francisco Giner de los Ríos. Sevilla. Universidad de Sevilla. 2014. 88. ISBN 978-84-472-1577-5
La Universidad del Siglo XXI en la Sociedad de la Comunicación y del Conocimiento. Ed. 1. Universidad de Sevilla. 2009. ISBN 978-84-472-1186-9
Acto de Investidura Como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sevilla del Dr. Umberto Eco. Ed. 1. Universidad de Sevilla. 2009. ISBN 978-84-472-1222-4
Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca. Ed. 1. Granada. Academia de Buenas Letras de Granada. 2008. ISBN 978-84-690-9049-7
Francisco Ayala. el Sentido y los Sentidos. Ed. 1. Alfar. 2007. ISBN 84-7898-257-4
Rafael Alberti y Andalucía. Ed. 1. Sevilla, España. Alfar. 2005. ISBN 84-7898-200-0
La Urdimbre y la Trama: Estudios Sobre el Arte de Narrar. Ed. 1. Sevilla, España. Ediciones Alfar. 2005. ISBN 84-7898-239-6
El Poema Único: Estudios Sobre Juan Ramón Jiménez. Ed. 1. Huelva, España. Diputación Provincial de Huelva. Servicio de Publicaciones. 2005. ISBN 84-8163-3739
El Deseo, la Rosa y la Mirada. Introducción a la Vida, a la Poesía y a la Poética de Luis Cernuda. Ed. 1. Sevilla, España. Alfar. 2003. ISBN 84-7898-217-5
Mujer, Ecología y Comunicación en el Nuevo Horizonte Planetario. Mergablum Edición y Comunicación. 1999. ISBN 84-95118-12-2
La Construcción Cultural de Andalucía. Alfar. 1994. ISBN 84-7898-028-8
Fernando Pessoa: Identidad y Diferencia. Editoriales Andaluzas Unidas. 1988. ISBN 84-7587-118-6
Historia y Crítica de la Reflexión Estilística. Alfar. 1988. ISBN 84-86256-31-3
La Identidad Cultural de Andalucía. Alfar. 1987. ISBN 84-86256-33-X
Fundamentos de Poética Española. Alfar. 1986. ISBN 84-86256-16-X
Poesía y Poética de Fernando de Herrera. Narcea S.A. de Ediciones. 1983. ISBN 84-277-0625-1
El Campo Andaluz en la Obra de Juan Ramón Jiménez. Caja Rural. 1982. ISBN 84-500-5434-6
Obra de Miguel Veyrat publicad en este blog:
«Miguel Veyrat: Septimo conocimiento, en Aproximatica»
«Miguel Veyrat: Guarida de estrellas, XI»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Erlebnis»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Ya bajas…, de Pasaje de la noche»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Europa republicana y estoica, de Babel bajo la Luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Como nieve pesan»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: La lengua de mi madre, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Mut ca o lebada, de Antítesis primaria»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Contra él, de Adagio desolato»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Muda paloma, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Lugar, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Septimo conocimiento, en Aproximatica (A Pier Paolo Pasolini)»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Pascua, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Se hace piedra la arena…, de Babel bajo la luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Saxa Loquuntur»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Noveno, de Conocimiento de la noche, en Aproximatica»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: El canto de las sirenas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: El viaje, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Alma mineral de los siglos prisionera»: AQUÏ
«Miguel Veyrat: La libertad del mirlo, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Confusión, de Babel bajo la luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Nada, de Adagio desolato»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: El deseo como Arte Real, en El incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Desolación, de Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Alegatos, sexto y penúltimo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Estaremos»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Mnemósina, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Bóvedas de Carne Hábil, de Babel bajo la luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Abreq ad hâbra, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Cel Buit – El cielo vacío»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Infame turba, de 6 Poemas de Brumario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: El poeta, de El incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Revelación, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Medida Sin Medida, de Conocimiento de la llama»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Canción para el Camino, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Materia de bruma, de Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: La desintegración de la rosa, de Antítesis primaria»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Se esconde el fuego, de Contraluz»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Lo primero fue simple, de Antítesis primaria»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Niño eterno, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Eurídice en marcha»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Mañana de sangre, de El incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Muda paloma, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Sobre las vías del regreso, de Adagio Desolato»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Hermética línea, de El incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Chamán, de Babel bajo la luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Nuevos viajes, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Diritta é la via, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Pie de luz en la ceniza, en Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Azora 24, verso 35 De la luz»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Tiempo, en Adagio Desolato»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: La luz ya vuelve al día… de El Incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Súplica»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Esperanza en tierra de Poniente»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: A pesar de los dioses en El corazón del glaciar»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Se esconde el fuego, de Contraluz»: AQUÍ
«Miguel Veyrat y Paul Celan en Poniente»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Eurídice sin embargo, de Aproximatica»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: La Huella del Nómada de Conocimiento de la Llama»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Viaje infinito a Tebas en Poniente»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Sexto conocimiento en Aproximatica»: AQUÍ
«Et in arcadia ego de Miguel Veyrat»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: A pesar de los dioses, en El corazón del glaciar»: AQUÍ
«Día Mundial de la Poesía: Mis Poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Poniente fértil»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Desconcierto de las mareas, de Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Mapas y pecios»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Códigos perdidos, de Conocimiento de la llama»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Invocación, de El corazón del glaciar» AQUÍ
«Miguel Veyrat: A través de la puerta blanca, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Resistencia al desastre»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Ebriedad, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Ave en el tejado»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Fiesta, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Tu látigo, de Antítesis primaria»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Sombra abierta para mi losa, de Razón del mirlo»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: ¿Y si la muerte…?»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Genius Loci, de Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: aqua nostra, de Instrucciones para amanecer»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Manos que investigan, de Contraluz»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Sueños, de Babel bajo la luna»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Introducción a la soledad, de Aproximatica»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: En nombre propio, de La voz de los poetas»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Umbral del témpano, de Aproximatica»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Estiaje, de Poniente»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: Espacio vital, de El incendiario»: AQUÍ
«Miguel Veyrat: En el jardín de Uruk (Fragmentos): AQUÍ
«Miguel Veyrat y el Día Mundial de la Poesía -Antología»: AQUÍ
«La primavera en el Alcázar de Sevilla y la poesía de Miguel Veyrat – Orfeo En La Luz Oscura»: AQUÏ
«Miguel Veyrat: de Antitesis primaria a Poniente – Dispensadora – Tenebræ»: AQUÍ
«Marta Lopez Vilar, Miguel Veyrat y Con las garras, de Poniente – Con las garras»: AQUÍ
«Sevilla: sus jardines y la poesía de Miguel Veyrat – Música y jardín, de Poniente»: AQUÍ
«Javier Egea y Miguel Veyrat en la Feria del Libro de Sevilla»: AQUÍ
Traducciones de Miguel Veyrat en este blog:
«El dios abandona a Antonio de Konstantin Kavafis»: AQUÍ
«La unión libre de André Breton»: AQUÍ
«Sin más peso de Giuseppe Ungaretti»: AQUÍ
«Paul Verlaine: Canción de otoño»: AQUÍ
«Coloquio sentimental de Paul Verlaine»: AQUÍ
«Pradera de Paul Verlaine»: AQUÍ
«El durmiente del valle de Arthur Rimbaud»: AQUÍ
«Arthur Rimbaud: Las Primeras comuniones»: AQUÍ
«William Shakespeare: Soneto XVI»: AQUÍ
«Emily Dickinson: No puedo vivir Contigo»: AQUÍ
«Jean Molinet (1435 – 1507): Oración sobre María»: AQUÍ
«Martine Broda: Deslumbramientos»: AQUÍ
«Martine Broda: In memoriam – Deslumbramientos»: AQUÍ
«Martine Broda: Deslumbramientos II»: AQUÍ
«Philippe Jaccottet: A una joven madre, de Pensamientos bajo las nubes»: AQUÍ
«Philippe Jaccottet: Pensamientos bajo las nubes»: AQUÍ
«Philippe Jaccottet: El poeta tardío, de Pensamientos bajo las nubes»: AQUÍ
«Jacques Darras: Posición del poema»: AQUÍ
«Jacques Darras: El olvido, en Arqueología del agua»: AQUÍ
«Jacques Darras: Jacques D’Amiens, de Arqueología del agua»: AQUÍ
«Jacques Darras: Carta a Elena (2)»: AQUÍ
«Jacques Darras: Léon Spilliaert contesta a sus críticos»: AQUÍ
«Jacques Darras: Nombrar Namur – 1, de Arqueología del Agua»: AQUÍ
«Jacques Darras: Nombrar Namur – 3, de Arqueología del agua»: AQUÍ
Jacques Darras: Arqueología del agua – Preludio: AQUÍ
Bibliografía poetica de Miguel Veyrat:
Antítesis primaria, Madrid, Adonais, 1975.
Aproximática, Madrid, Endymion, 1978.
Adagio desolato, Madrid, Endymion, 1985.
Edipo en Chelsea, Madrid, Libertarias, 1989.
El corazón del glaciar, Málaga, Ángel Caffarena (El Guadalhorce), 1990.
Última línea rerum, Madrid, Libertarias, 1993.
Elogio del incendiario, Madrid, Libertarias, 1993. Segunda edición, titulada El incendiario, Palma de Mallorca, La Lucerna, 2007.
Contraluz. Once poemas en memoria de Paul Celan, Móstoles, Cuadernos del Céfiro, 1996.
Conocimiento de la llama, Valencia, col. «Escritores Valencianos», 1996.
La voz de los poetas, Palma de Mallorca, Calima, 2002. Comprende: Mysterium, La puerta mágica y El cielo vacío.
El cielo vacío, Valencia, Alfons el Magnànim, 2003. Traducciones al francés, italiano, catalán y portugués.
Babel bajo la luna, Palma de Mallorca, Calima, 2005. Comprende: Nadir, Más allá de Babel y Babelia liberata.
Instrucciones para amanecer, Palma de Mallorca, Calima, 2007.
Razón del mirlo, Sevilla, Renacimiento, 2009.
Poniente, Bartleby Editores, S.L. 2012
Pasaje de la noche, Barataria Ediciones 2014.
Antologías
Desde la sima (Poesía 1975-2005), ed. Françoise Morcillo, Valencia, Alfons el Magnànim, 2004.
La puerta mágica. Antología, 2001-2011. Ed. Ángel Luis Prieto de Paula. Libros del Aire, 2011. Colección Jardín Cerrado.
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