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Francisco de Goya
Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, Zaragoza, el 30 de marzo de 1746.
Inició su formación artística con el maestro José Luzán Martinez, que le daría las primeras clases de dibujo de forma privada.
La continuó en la Academia de Dibujo de Zaragoza. Luzán que había sido alumno de pintores napolitanos, le hizo copiar las mejores estampas que poseía hasta que su dominio de la técnica le permitió pintar de propia inventiva.
Tras tres años, solicitó una beca para la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en 1763, cuando contaba con 17 años de edad, que no le fue concedida; tampoco en la siguiente ocasión que lo solicitó, en 1766, siendo opositor de la primera clase de pintura de la Academia.
En 1770 viajó a Italia con la intención de ampliar su formación y hacer méritos que mejoraran sus posibilidades, viaje que, según consta en sus cuadernos de apuntes que se conserva, atravesando el sur de Francia y el norte de Italia hasta llegar a Roma donde se instaló.
Visitó además las más importantes ciudades italianas, estudió a los más grandes maestros italianos, tomó numerosas notas de trajes regionales, máscaras típicas del teatro popular y de las arlequinadas romanas y venecianas, con lo que se hizo fehaciente su gusto por lo grotesco y la sátira.
Presentó en un concurso en Parma un cuadro: Aníbal cruzando los Alpes, los académicos admiraron y elogiaron su capacidad de expresión y la fluidez de su pincelada. Fue propuesto para el premio; sin embargo, su colorido poco realista, no les convenció y otorgaron el premio a otro.
Volvió a Zaragoza y recibió un encargo para pintar una bóveda en la Basílica del Pilar, tras demostrar sus aptitudes para la técnica del fresco, que sin duda aprendió en Italia.
A éste le siguieron numerosos encargos que realizó granjeándose el aprecio de los mecenas, lo que le permitió comenzar a ganar dinero con su pintura.
En 1773 se casó con Josefa Bayeu, hermana del que había sido profesor suyo en la Academia, Francisco Bayeu, y con la que tuvo 6 hijos, de los que sólo uno logró llegar a la edad adulta, Francisco Javier.
Su carrera avanzó imparable en Zaragoza, el ciclo de pinturas murales sobre la vida de la Virgen que pintó en 1774 para la cartuja del Aula Dei, situada a doce kilómetros de Zaragoza aumentó su fama.
En 1775 fue llamado a la corte de Madrid por Anton Raphael Mengs, primer pintor de cámara de Carlos III, que probablemente habría conocido a Goya en Italia, para realizar cartones destinados a la Real Fábrica de Santa Bárbara, Mengs vislumbró inmediatamente la capacidad inventiva del de Fuendetodos.
Se estableció definitivamente en la capital del reino en enero de 1775, fecha en la que se le asignó un sueldo anual de 8.000 reales por prestar servicios a la casa real.
Los primeros nueve cartones que entregó, sobre temas de caza, servirían para realizar los tapices que decoran parte de las estancias del Real Sitio del Escorial; a continuación realizó entre otras series para sendos tapices en el Palacio de El Pardo, entonces residencia del Principe de Asturias.
En 1776 Mengs anunció que regresaba a Italia, y en un primer momento Goya, que no quería separarse de la protección del maestro, decidió viajar a Italia con su familia, sin embargo finalmente se quedó en Madrid.
Continuó pintado cartones para tapices en 1777 y 1778.
En 1779 se granjeó la admiración y el apoyo del conde de Floridablanca, y del secretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, recibiendo el encargo de copiar unos aguafuertes de retratos ecuestres y otras obras de Velázquez, pertenecientes una colección del patrimonio real, grabando todos los cuadros de dicha galería. Su éxito fue rotundo, comenzando en la década de 1780, una época de esplendor para el pintor aragonés.
En julio de 1780 presentó un lienzo: Cristo crucificado, para solicitar su ingreso en la Academia de San Fernando, como reconocimiento a su habilidad, se le admitió como académico de mérito por unanimidad.
Su carrera entró en una sucesión de importantes encargos que le darían fama y el prestigio en toda la corte.
Realizó retratos de importantes familias de la realeza y la nobleza española: en 1783 de la Familia del infante don Luis y de los condes de Floridablanca, de los duques de Osuna en 1785, y de los condes de Altamira y sus hijos entre 1786 y 1788.
La protección que tuvo de los Duques de Osuna, posibilitaron una serie de encargos para cuadros religiosos, retratos y pinturas decorativas a lo largo de varias décadas, fueron ellos los que animaron a Goya a crear conjuntos de una gran originalidad para algunas de las salas de su casa de campo en la finca de La Alameda de Osuna, cercana al madrileño pueblo de Barajas.
Recibiría así mismo por aquellos años, encargos en el Banco Nacional de San Carlos y del Colegio de Calatrava en Salamanca, también estableció contactos muy directos con el círculo de intelectuales y de reformistas españoles asociados con la Ilustración europea.
Toda clase de personas pudientes requieren a Goya para que les retrate: actores, cantantes y toreros; burgueses y aristócratas.
Tras una enfermedad, la conocida como Cólico de Madrid, a resultas de una contaminación metálica en la preparación de la comida y la ingestión del plomo usado en los barnices de la cerámica y las soldaduras de las cacerolas, que padeció una buena cantidad de madrileños en esos años; viajó a Andalucía para reponerse, padeció debilidad en los pies y en las manos de lo que se repuso, pero quedando irremediablemente sordo y tremendamente aislado.
Volvió a Madrid en 1793 y hasta mediados de 1794 estuvo convaleciente, volcándose en el arte, mostró su inseguridad emocional en una pintura totalmente distinta, más expresiva.
Realizó una serie de cuadros de gabinete con temas taurinos, robos, incendios y escenas de bandidos y locos, y un poco más adelante, escenas de graves enfermedades, muertes y violaciones.
En 1795, ya rehecho, fue nombrado director de pintura en la Academia, pasando a ser director honorario en 1799, al estar imposibilitado para dar clases por su sordera.
Nuevos protectores aparecieron para su pintura, entre ellos los duques de Alba, más especialmente la duquesa tras la muerte del duque, con la que llegó a tener una relación muy íntima y probablemente amorosa.
En esta época, igualmente, realizó cientos de dibujos, en los que recoge escenas reales o imaginarias de la vida de la duquesa, de calles y casas andaluzas o madrileñas, a las que añadió detalles satíricos o caricaturescos y comentarios o epígrafes, de donde saldría su famosa serie, publicada en 1799, Los Caprichos, en la que mezcla temas cultos y populares.
En 1790, tras la muerte de sus cuñados Ramón y Francisco Bayeu, ascendió en el escalafón de pintores reales. En 1799 fue nombrado primer pintor. Comenzó para él una etapa de trabajo intenso.
En 1810 inició una serie, que no finalizó por razones políticas, los Desastres de la guerra, en ella, al igual que en El dos de mayo y Los fusilamientos, destacó el papel del pueblo solidarizándose con él.
Su esposa murió durante la guerra de 1812, muchos de sus amigos habían muerto también, otros eran perseguidos por los afrancesados o estaban encarcelados por liberales; en esos momentos, Goya expresó su repugnancia por el absolutismo de Fernando VII, con estampas irónicas y dibujos con textos irónicos que no publicó, sólo las vieron sus amigos.
Sin embargo, como pintor del rey, hizo retratos de Fernando VII y de su ministro el Duque de San Carlos, y continuó realizando retratando de la nobleza, de la burguesía y de miembros de su familia.
Realizó así mismo dos series de grabados al aguafuerte, sobre la tauromaquia, en 1816, y sus Disparates, que no terminó.
En 1816 compró la casa de campo, conocida como La Quinta del sordo, en una zona elevada de bellas panorámicas. Pasó por otra grave enfermedad, ya septuagenario, de la que se recuperó; tras ella llenó las paredes de su casa con las conocidas como Pinturas negras, con temas de tiempo y muerte, destino y maldad humana. Cuadros que regaló a su nieto Mariano, junto con la casa en 1823.
En 1824 viajó a Francia para tomar las aguas y en 1826, pidió desde allí su jubilación. Y es en Burdeos donde vivió los últimos años de su vida, rodeado de amigos exiliados liberales, realizando nuevos trabajos, litografías y miniaturas sobre marfil.
Viajó a París, e hizo un viaje a Madrid, muriendo en Burdeos, el 16 de abril de 1828, cuando contaba con 82 años de edad.
Una gran parte de su obra, y uno de los legados más importantes de la pintura en España de todos los tiempos, podemos verla en el Museo del Prado de Madrid.
La obra El Coloso, aunque está incluida en la galería de imagines, y atribuida hasta hace muy poco tiempo a Francisco de Goya, según un informe de Manuela de Mena de 2009, dicha obra, habría sido ejecutada por un seguidor del pintor de Fuendetodos. Leer dicho informe: AQUÍ
El Museo Thyssen Bornemisza de Madrid alberga tres magnificas obras del pintor, entre otros numerosos museos de España y en los más importantes de todos el mundo.
*Esta entrada fue publicada en este blog, el 30 de marzo de 2010. Ha sido actualizada y ampliada con más de 200 obras el 30 de marzo de 2024.
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Vaya! Hecho de menos al gran Jovellanos en Goya, pero me gusta mucho tu blog.
Saludos.
La obra de Goya es tan prolífica que poner todas sus obras puede ser una tarea de chinos, pero en este caso, sí que está Jovellanos, es más, está el retrato completo y un detalle del mismo, se te ha debido pasar al mirar el álbum, hay más de 200 obras, y como con todos los grandes los voy actualizando con nuevas obras de vez en cuando, no es fácil recopilar imágenes de buena calidad.
Gracias. Saludos correspondidos.
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